El Método Cartesiano: De la Duda Hiperbólica al Cogito y la Existencia de Dios

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Descartes

Descartes: La Duda Metódica-Hiperbólica

La duda metódica no significa dudar simplemente, como mero ejercicio más o menos cómodo, elegante o ingenioso. Tampoco significa la destructiva y estéril duda del escéptico sistemático, parálisis de la inteligencia. Descartes no se conforma con conocimientos más o menos probables, ni aun con los que "parezcan" ciertos. Descartes quiere estar absolutamente seguro de la verdad de sus conocimientos, y en plan de búsqueda radical, no puede aceptar lo dudoso, lo sospechoso de error; ni siquiera puede admitir lo dubitable, aquello en que la duda simplemente "pueda" hincarse: sino que sólo dará por válido lo que sea absolutamente cierto.

El método cartesiano consiste entonces, inicialmente, en emplear la duda para ver si hay algo capaz de resistirla -aun a la duda más exagerada- y que sea, entonces, absolutamente cierto. La duda es, pues, metódica, es decir, que se la emplea como instrumento o camino para llegar a la verdad, y no para quedarse en ella, a la manera de los escépticos. Es, en segundo lugar, universal, porque habrá de aplicarse a todo sin excepción, porque nada deberá excluirse de ella, hasta no llegar al caso justamente de que resulte imposible la duda. Y en tercer lugar la duda es, por lo mismo, hiperbólica, si así puede decirse, porque será llevada hasta su último extremo, hasta su última exageración, forzada.

El Racionalismo

Según el racionalismo, el verdadero conocimiento es el conocimiento necesario y universal, el que se logra con la sola y exclusiva ayuda de la razón, sin recurso ninguno de la experiencia ni de los sentidos. Pues bien, el racionalismo está persuadido de que, así como en las matemáticas, partiendo de puros conceptos (los de punto, línea, etc.), se llega a los conocimientos más complicados, y ello de modo universal y necesario, de la misma manera en filosofía se podría conocer toda la realidad, deducirla, aun en sus aspectos más secretos y profundos, en su esencia, y de manera necesaria y universal, con sólo tomar la precaución de emplear el mismo método que usan las matemáticas, es decir, partir de axiomas y puros conceptos, rigurosamente definidos, sin ningún recurso a la experiencia, e inferir a partir de aquellos conceptos lo que de ellos se desprende lógicamente.

Debemos dudar del conocimiento sensible

Las "cosas sensibles" resultan dudosas, no podemos saber si los sentidos no nos engañan también en todos los casos; por lo menos, no es seguro que no nos engañen, y, en consecuencia, según el plan que el método ha impuesto, de dar por falso todo lo dudoso, se deberá desechar el saber que los sentidos proporcionan.

El Cogito

En el preciso momento en que la duda llega al extremo, se convierte en su opuesto, en conocimiento absolutamente cierto:

De manera que esta afirmación famosa: cogito, ergo sum (pienso, luego soy), no puede ya ser puesta en duda, por más que a ésta la forcemos. Por ende, nos encontramos aquí con una verdad absoluta, esto es, absolutamente cierta, absolutamente indubitable, que es justamente lo que nos habíamos propuesto buscar. El cogito, pues, constituye el "primer principio" de la filosofía: primero desde el punto de vista gnoseológico y metodológico, en la medida en que constituye el primer conocimiento seguro, el fundamento de cualquier otra verdad y el punto de partida para construir todo el edificio de la filosofía y del saber en general; y primero también desde el punto de vista ontológico, porque me pone en presencia del primer ente indudablemente existente -que soy yo mismo en tanto pienso.

El Criterio de Verdad

Una afirmación es verdadera cuando lo que ella afirma coincide con el objeto a que se refiere; si digo "la puerta está abierta", y efectivamente hay una puerta y está abierta, lo afirmado será verdadero. El "criterio" de verdad es la nota, rasgo o carácter mediante el cual se reconoce que una afirmación es verdadera, o que nos permite distinguir un conocimiento verdadero de uno falso.

Ahora bien, como con el cogito hemos hallado un conocimiento indudablemente verdadero, Descartes nos dice que en él se hallará también el criterio de la verdad, la característica merced a la cual se lo reconoce como verdadero sin duda ninguna.

Existencia y Veracidad de Dios

Descartes pretende demostrar la existencia de Dios. Ambas pruebas tienen el mismo punto de partida: la idea de Dios, es decir, la idea de un ente perfecto. Pues bien -dice, esquemáticamente, la primera prueba-, esa idea de Dios que yo tengo ha de haber sido producida por algo o alguien, necesita una causa, porque de la nada, nada sale. Esa causa, además, no puedo serla yo, porque yo soy, y lo imperfecto no puede ser causa de lo perfecto, ya que en tal caso habría falta de proporción entre la causa y el efecto, y el efecto no puede ser nunca mayor que la causa. Es preciso entonces que esa idea me la haya puesto alguien más perfecto que yo, a saber, Dios. Por tanto, Dios existe.

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