Maestros del Renacimiento: Leonardo da Vinci, Rafael Sanzio y Miguel Ángel

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Leonardo da Vinci (1452-1519)

Leonardo fue, ante todo, un científico que aportó a la pintura su espíritu investigador. Su principal contribución técnica es el sfumato (difuminado), que consiste en sombrear las figuras en el espacio a través del claroscuro. De joven, realizó su aprendizaje en el taller del pintor Verrocchio, donde muy pronto mostró sus aptitudes. Dice Vasari que el maestro abandonó la pintura al comprobar que era superado por su discípulo. Verrocchio estaba pintando un cuadro sobre el Bautismo de Cristo y quedó impresionado por el ángel sosteniendo una tela que había pintado Leonardo.

En 1482, Leonardo marchó a Milán, donde Ludovico Sforza lo contrató como ingeniero militar, arquitecto, escultor y pintor. Su primera obra terminada fue La Virgen de las Rocas, donde quedan definidas dos de las características de su pintura: el sfumato y la composición piramidal.

Su gran obra en Milán sería La Última Cena, pintada en 1482 para decorar el refectorio del convento de Santa María delle Grazie. En 1501, regresó a Florencia. Ya era un pintor consagrado. Pintó el lienzo Santa Ana, la Virgen y el Niño, que ya desde que fue presentado el cartón preparatorio recibió numerosas visitas.

Rafael Sanzio (1483-1520)

Rafael lo tuvo todo para ser admirado por sus contemporáneos: un físico atractivo, un carácter afable y un arte amable. Además, murió con 37 años, en su plenitud personal y artística. Su vida se desarrolló en cuatro etapas:

  • En Perugia: estudió con el maestro local Pietro Perugino, de quien adquirió la afición por los tonos claros, las posturas elegantes y los paisajes idílicos.
  • En Urbino: profundizó en el aprendizaje de la perspectiva, muy de moda desde que había trabajado allí Piero della Francesca.
  • En Florencia: tomó de Leonardo el sfumato y la composición piramidal. Pintó una serie de madonas que lo llevaron al éxito inmediato.

Su última obra fueron diez cartones para tapices con los Hechos de los Apóstoles, tejidos en Bruselas y destinados a la capilla de León X. Muestran, como el resto de su obra, la perfección de una sociedad en equilibrio, unos valores que siete años después de que muriera el artista serían puestos en cuestión por el saqueo de Roma.

Miguel Ángel

Su primera obra relevante data de 1504 y fue un encargo del fabricante de paños Agnolo Doni (El tondo de Doni). En él se aprecia a la Virgen tendiendo el Niño a San José en un escorzo exagerado, con un fondo de cuerpos desnudos. Entre 1508 y 1512, Miguel Ángel realizó la que sería su obra maestra como pintor: la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina. Pero el trabajo de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina no había terminado. Entre 1535 y 1541 pintó, en el Altar Mayor, un Juicio Final que se ha convertido en una de las más hermosas obras del genio humano.

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