Luces de bohemia y la realidad politica y social
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LUCES DE BOHEMIA Y LA REALIDAD POLÍTICA Y SOCIAL: TRASFONDO HISTÓRICO DE ESPAÑA
Luces de bohemia no es sólo un esperpento, sino que además refleja una situación o realidad grotesca: los títeres son españoles de carne y hueso y la absurda acción que se nos cuenta es también un cuadro o escena de la vida española.
Valle nos ofrece en Luces de bohemia un espejo de España; condensa dos décadas de história en solo 24 horas, que el el tiempo que dura la ficción de Luces de bohemia, y es así como logra una portentosa radiografía de la España contemporánea, que es la época de Alfonso XIII. Valle pone sus espejos deformantes ante los más variados aspectos de la realidad española de su tiempo. Aparte de algunas alusiones al pasado imperial, veinte años de la historia contemporánea sirven de marco cronológico a la trama; se hace referencia a las colonias españolas de América, a la semana trágica de Barcelona, a la revolución rusa y a los violentos acontecimientos posteriores a la crisis española de 1917. De especial fuerza es la protesta ante la represión policial, como la crítica de una religiosidad tradicional y vacía y la crítica de figuras, escuelas o instituciones literarias. Esa es la España que aparece en Luces de bohemia, una España en desmoronamiento irremediable que a Valle, como al resto de noventayochistas, causa AMOR y DOLOR.
Luces de bohemia arremete contra toda una sociedad, es una queja total en la que se ve, por primera vez, una crítica colectiva. Eso es lo que le une a Goya, no tanto el interés por los monstruos como el destacar que se trata de una totalidad: España, en la que caben o deben caber todos, desde la dinastía hasta el último ciudadano. Y es esa colectividad entera el personaje principal de la obra. De ahí ese repertorio múltiple y variopinto de sus héroes, procedentes de tantas escalas sociales. No podemos ver en la sátira de Valle un ataque contra una España transhumana y fantástica, no se trata de una queja contra instituciones o contra personalidades; es, más bien, una crítica colectiva. Asistimos a la burla de la bohemia, tan inoperante y estéril. Contemplamos la esquemática alusión a personajes desaparecidos y a personajes vivos; a los malos procedimientos de la administración; a los concursos literarios banales; asistimos a diálogos sobre la inutilidad de los servicios públicos, los tranvías, las comedias, las relaciones académicas. Nos anonada por su exageración grotesca la actitud de la colectividad ante las campañas africanas. Son puestos en la picota artistas al ser enjuiciados artísticamente. Se citan bailarinas, toreros, poetas fracasados. Y oímos al industrial pequeño y alicorto, y al agente de la autoridad, y al sereno, y a los porteros solemnes de los ministerios, y a las busconas de la calle fría y desamparada. Y hasta a los animales domésticos. Una multitud que funciona como puede, en el engranaje de las horas lentas, del vivir pesaroso, apenado, angustiado, de la pobreza, de la marcha hacia la nada total...