La Literatura del Siglo XVIII: Ilustración y Neoclasicismo en España

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La Literatura del Siglo XVIII: Ilustración y Neoclasicismo

En el siglo XVIII, la transformación de las estructuras sociales y políticas modificó las actitudes cotidianas y la creación literaria. Todos estos cambios se produjeron en el marco ideológico y cultural de la Ilustración. Si bien el siglo XVIII no fue el de mayor esplendor de las letras, tampoco estuvo monopolizado por el Neoclasicismo, ya que hubo distintas corrientes y una evolución que ha merecido la atención de la crítica.

La Influencia de la Ilustración

A lo largo del siglo, tanto en Europa como en España se dejaron sentir las conquistas de la Ilustración en ciencia, economía y, sobre todo, en política. El ascenso al poder de la clase burguesa a costa de la nobleza, la Iglesia e incluso de la Monarquía culminó en la Revolución Francesa, que acabó con el Antiguo Régimen, el absolutismo monárquico y el despotismo. Como rasgo característico de la Ilustración española, se destaca la compatibilización de la crítica y la razón con la tradición cristiana. En literatura, este siglo, llamado “de las luces”, en reacción contra los excesos barrocos, se inclinó por el buen gusto, una vuelta a los modelos clásicos y sus normas, y el equilibrio. Se buscaba una literatura útil, racional, que enseñara deleitando. Por ello, se dejó de lado la lírica y la prosa de ficción, mientras se revalorizó el ensayo, las fábulas, la comedia de costumbres o la tragedia.

El Ensayo y la Prosa Ilustrada

En la primera mitad del siglo, la figura principal en prosa fue Benito Jerónimo Feijoo. En su “Teatro crítico universal” y en las “Cartas eruditas y curiosas”, con una prosa sencilla y limpia, abordó una variedad de temas con espíritu ilustrado, defendiendo el papel de la mujer en la sociedad o el estudio de idiomas extranjeros, y criticando las supersticiones y otras costumbres hipócritas de la sociedad. En la segunda mitad del siglo, el Neoclasicismo tuvo sus mejores exponentes, siendo Melchor Gaspar de Jovellanos la figura principal. Aunque también escribió poesía y teatro, prefirió la prosa ensayística. Obras como el “Informe sobre la Ley Agraria” o la “Memoria sobre los espectáculos públicos” son ejemplos de prosa ilustrada, sencilla, directa y bien construida. José Cadalso, amigo de Jovellanos, destacó por sus “Cartas marruecas”, obra epistolar inspirada en las “Cartas persas” de Montesquieu, que utiliza la ficción para describir la sociedad y criticar sus vicios.

El Teatro Neoclásico

El teatro cobró especial importancia en este siglo, siendo una herramienta para la educación del pueblo y promoviendo conceptos como el decoro, la separación de géneros y el respeto a las unidades de espacio, tiempo y acción. Los autores buscaron erradicar las comedias de magia y de figurón barrocas, así como los autos sacramentales. Cultivaron la tragedia, de inspiración francesa, aunque no tuvo gran acogida. La mejor obra fue “Raquel”, de Vicente García de la Huerta. También intentaron la censura de vicios sociales con comedias, como “La petimetra”, de Nicolás Fernández Moratín, o la “comedia sentimental”, inaugurada por Jovellanos con “El delincuente honrado”. El público prefería los sainetes de Ramón de la Cruz. Sin embargo, Leandro Fernández Moratín logró aunar la estética ilustrada y el favor del público con sus comedias de costumbres, especialmente “El sí de las niñas”, ejemplos perfectos de teatro neoclásico.

Conclusión

En definitiva, el siglo XVIII fue un siglo cuya literatura perdió brillo por su carácter didáctico y racional, que la aleja de los gustos actuales. Sin embargo, la prosa directa y clara, el estilo equilibrado y sobrio, y el gusto por la verosimilitud, rasgos propios de la literatura contemporánea, se observan por primera vez en estas obras neoclásicas.

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