La Literatura Española de 1939 a 1974: Novela y Teatro
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La Novela Española desde 1939 hasta 1974
La segunda mitad del siglo XX está condicionada por la Segunda Guerra Mundial y por la Guerra Fría. El llamado Estado del Bienestar llevó a la sociedad al consumo de masas, lo que provocó una violenta reacción juvenil contra el orden establecido en mayo del 68. En el ámbito del pensamiento, las corrientes ideológicas que más han influido son el marxismo y el existencialismo y, en los últimos años, movimientos filosóficos englobados bajo el rótulo de la posmodernidad.
En España se vive un largo periodo bajo el régimen franquista, que pasa por la autarquía y el aislamiento en los años 40, un cierto aperturismo en los años 50 y el “desarrollismo” de los años 60.
Tras la Guerra Civil hay una ruptura clara con la literatura social de los años 30, con una narrativa realista que aporta escasas novedades, ya que los mejores novelistas están en el exilio (Max Aub, Francisco Ayala...).
En la inmediata postguerra
Predomina el realismo tradicional al estilo de Baroja y Galdós o con un enfoque ideológico muy sesgado y partidista.
En 1942
Con la publicación de La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, se inicia una cierta renovación a través de lo que se denominó como tremendismo, que se caracteriza por deformar la realidad y subrayar lo más desagradable de ella a través de un lenguaje bronco y desgarrado. En una versión más existencial, podemos considerar tremendistas las otras dos novelas más destacadas de los años 40: Nada, de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes.
En 1951
Con la publicación de La Colmena, de Cela, se inicia el predominio de una literatura realista de intención social en los años 50. Entre las características comunes a esta narrativa destacan los temas sociales, la presencia del protagonista colectivo, la reducción espacial y temporal, así como la sencillez de una estructura que suele ser lineal. Suelen distinguirse dos corrientes, no siempre fáciles de delimitar: la objetivista y la social.
La objetivista
Entiende la novela como un testimonio de la época, sin crítica explícita y se caracteriza por la presentación objetiva de hechos y de personajes, a través de un narrador observador externo que reproduce lo que ve y lo que oye. Estaría representado por Rafael Sánchez Ferlosio y su novela El Jarama, Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute.
La social
Denuncia de forma más explícita las injusticias sociales. Estas novelas suelen presentar personajes-tipo, es decir, representativos de su clase: Juan Goytisolo, Juan García Hortelano o José Manuel Caballero Bonald.
A principios de los 60
Con la aparición de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, se pone fin al realismo social, criticado por su pobreza de estilo, y se abre una nueva etapa, marcada por la renovación formal. La nueva novela busca nuevas formas narrativas, adoptándose técnicas que ya se estaban experimentando en Europa y América desde los años veinte y teniendo en cuenta los modelos del llamado boom hispanoamericano.
Características de la nueva novela:
- El argumento pierde importancia y la acción es mínima.
- La estructura es complicada (desaparición de la división en capítulos).
- Flexibilidad del narrador, que adopta técnicas como el perspectivismo, con la aparición de varios narradores.
- Ruptura de la linealidad del tiempo del relato a través de flashbacks o del contrapunto.
- La disolución de los personajes a través del monólogo interior y el estilo indirecto libre.
- Estilo innovador, a través de la invención de palabras, la supresión de los signos de puntuación o el uso arbitrario de la tipografía; además del empleo de los más variados registros y de un lenguaje rebuscado, barroco y complejo.
El Teatro desde 1939 hasta finales del S. XX
La segunda mitad del siglo XX está condicionada por la Segunda Guerra Mundial y por la Guerra Fría. El llamado Estado del Bienestar llevó a la sociedad al consumo de masas, lo que provocó una violenta reacción juvenil contra el orden establecido en mayo del 68. El final de siglo ha visto la desintegración de la URSS, la formación de la Unión Europea y en 2001, la destrucción de las torres gemelas, que junto con los avances científicos-tecnológicos han transformado radicalmente el mundo. En el ámbito del pensamiento, las corrientes ideológicas que más han influido son el marxismo y el existencialismo y, en los últimos años, movimientos filosóficos englobados bajo el rótulo de la posmodernidad.
En España se vive un largo periodo bajo el régimen franquista, que pasa por la autarquía y el aislamiento en los años 40, un cierto aperturismo en los años 50 y el “desarrollismo” de los años 60. A la muerte de Franco, se restaura la monarquía con Juan Carlos I y se promulga la Constitución y el Estado de las Autonomías en 1978.
Durante los años 40
La actividad teatral fue muy abundante, pero de escaso interés. Se trata de un teatro de evasión donde lo más destacado es la comedia burguesa en la línea de la Alta comedia de Benavente y un teatro ideológico con autores como Juan Ignacio Luca de Tena, José María Pemán o Joaquín Calvo Sotelo, entre otros.
El teatro humorístico
En general intrascendente, salvo el propuesto por Miguel Mihura (Tres sombreros de copa, Melocotón en almíbar o Maribel y la extraña familia) y Enrique Jardiel Poncela (Usted tiene ojos de mujer, Eloísa está debajo de un almendro), que basan su humor en lo inverosímil y lo absurdo.
En los años 50
Aparecen inquietudes existenciales en el teatro, a partir de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, y Escuadra hacia la muerte. Se abordan los problemas de la sociedad española de la época abandonando el tono escapista del teatro anterior. Se trata de un teatro “de protesta y denuncia”.
Entre sus cultivadores
Pronto surgirán dos posturas antagónicas: el posibilismo, defendido por Buero Vallejo (En la ardiente oscuridad, Un soñador para un pueblo, El tragaluz...) y el imposibilismo, defendido por Alfonso Sastre (La mordaza o La taberna fantástica).
Surgió el teatro social-realista
Con temas sobre la injusticia social, la explotación y las precarias condiciones de vida de los trabajadores. Algunas obras representativas son La camisa de Lauro Olmo, Los verdes campos del Edén, de Antonio Gala o Las salvajes en Puente San Gil, de Martín Recuerda.
Los años 70
Vienen marcados por el experimentalismo: aunque mantiene la crítica social, se define por su oposición al realismo, por lo que tiene muchas dificultades para ser representado. El texto literario pierde importancia, la acción se distribuye en fragmentos que no constituyen una historia y los personajes tienen carácter simbólico. Los autores más destacados son Francisco Nieva (Pelo de tormenta) y Fernando Arrabal (El arquitecto y el emperador de Asiria).
A finales de la década
Surgen grupos teatrales independientes que rechazan el teatro comercial y estrenan en locales especiales y alternativos. El espectáculo, la luz, la danza, el gesto o la música priman sobre el texto, que suele ser de creación colectiva, a partir del cual realizan diversas improvisaciones
En los 80
se advierte una tendencia al neorrealismo, que aborda temas de actualidad. Aparece así un nuevo costumbrismo, esta vez de tono irónico. Se trata de un teatro de autor donde destacan José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas, Bajarse al moro) o José Sanchís Sinesterra (¡Ay, Carmela!)./Desde los 90 se aprecian varias tendencias: desde un teatro de marcado signo intelectual y reflexivo (Juan Mayorga) a un teatro más narrativo (García May), pasando por un teatro vanguardista (Rodrigo García). En general, hay una cierta obsesión por mostrar las manifestaciones del mal en el mundo contemporáneo. Eso sí, cada vez hay menos espacio para autores nuevos, ya que triunfan las obras comerciales y las adaptaciones o reposiciones protagonizadas por actores de fama.