El Liberalismo Durante el Reinado de Isabel II: De la Regencia al Bienio Progresista
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El liberalismo durante el Reinado de Isabel II
1ª Guerra Carlista
El 29 de septiembre de 1833 murió Fernando VII, y María Cristina asume la Regencia (Regencia de María Cristina 1833-1840). Don Carlos María Isidro publica el manifiesto de Abrantes, en el que reivindica los derechos dinásticos frente a los de su sobrina, Isabel. Así mismo, María Cristina firmó un manifiesto redactado por Cea Bermúdez, que pretendía tranquilizar al bando Carlista con la promesa de que no se violarían los derechos de la corona ni la religión. Pero esto no impidió el estallido de la 1ª Guerra Carlista. El bando carlista era defensor del absolutismo y del Antiguo Régimen. Su lema principal era “Dios, Patria, Rey y Fueros”. Por otro lado, los isabelinos o cristianos tenían como objetivos comunes la defensa de los derechos sucesorios al trono de Isabel, la liquidación del Antiguo Régimen y la implantación del liberalismo.
El primer gobierno de la Regencia fue confiado a Cea Bermúdez, que solo aspiraba a restablecer el Despotismo Ilustrado, destacando la división provincial de Javier de Burgos. Pero el descontento de los liberales y el estallido de la guerra carlista hicieron ver a la Regente que debía acercarse aún más al liberalismo, por lo que puso al frente del gobierno al doceañista Martínez de la Rosa, quién promulgó un Estatuto Real (1834), que pretendía reconocer algunos derechos y libertades, pero sin aceptar la soberanía nacional. Así se establecían unas Cortes bicamerales compuestas por un Estamento de Próceres y un Estamento de Procuradores.
El régimen del estatuto era censitario, con acceso exclusivo de las clases acomodadas a la acción política.
Bienio Progresista
La necesidad de afrontar la guerra y de conseguir respaldo contra el carlismo forzó a la monarquía a gobernar con el sector progresista, dando paso al Bienio Progresista (1835-1837). Los progresistas tenían su fuerza en la Milicia Nacional (alternativa al ejército regular) y en las Juntas Revolucionarias (representantes de la Soberanía Nacional) que protagonizarán numerosas revueltas.
Ante esta situación, María Cristina llamó a formar gobierno liberal progresista a Mendizábal, que llevó a cabo la Desamortización del clero. Éstos, por consiguiente, presionaron a María Cristina para que destituyeran a Mendizábal. Así, llamó al poder a los moderados (gobierno de Istúriz). Sin embargo, en agosto de 1836 se produjo un levantamiento progresista de la guarnición de la Granja (que suponía un restablecimiento de la Constitución de 1812), y que obligó a María Cristina a volver a llamar a los progresistas al poder, presidido por José María Calatrava.
Las reformas progresistas (1835-1837), desmantelaron las instituciones del Antiguo Régimen para implantar una monarquía constitucional con régimen liberal a la vez que una política económica liberal. No obstante, se decidió redactar una nueva constitución, adaptada a la situación del país (Constitución de 1837). Su redacción se basó en un consenso entre los dos sectores del liberalismo: los progresistas (defensores de la Constitución de 1812) y los moderados (defensores del Estatuto Real). Ese mismo año los moderados acceden al gobierno intentando salirse del marco constitucional, promulgan una Ley de Ayuntamientos, que da a la Corona la facultad de nombrar a los alcaldes de las capitales de provincia. En el año 1839, se firma la paz de Vergara que supone el fin de la 1ª guerra carlista. Este acuerdo transaccional sería el detonante que acabará con la Regencia de María Cristina, y el comienzo de la Regencia del espadón (militar convertido en jefe político) Espartero (1840-1843).
Esto se debió a la continua presión ejercida por los progresistas, que se quejaban de que la reina se apoyara en los sectores moderados. Ante esta situación, María Cristina dimitió, dando paso al general Espartero, el cual llevó a cabo una política autoritaria marcada por el librecambismo, la importación de productos ingleses que suponían una amenaza para la industria catalana.
Seguidamente, Espartero hizo una fuerte represión contra los levantamientos de Barcelona mediante bombardeos. Su política personalista provocó una enemistad tanto con los moderados como con los progresistas, que se levantaron contra el Regente, provocando su dimisión y exilio en Inglaterra.