El lenguaje en La casa de Bernarda Alba
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El diálogo del lenguaje
Se observa la maestría del diálogo, su fluidez, su nervio, su intensidad. Pero, sobre todo, ha de insistirse en la unión de realidad y poesía. Es decisivo el papel del lenguaje en esa impresión de verdad que la obra nos transmite. Lorca consigue su intenso sabor popular sin recurrir a vulgarismos fáciles. Sin embargo, estamos ante un lenguaje enraizado en el habla popular, como mostrarán un característico gusto por la hipérbole y una peculiar creatividad.
Esa creatividad propia del habla andaluza, potenciada por la creatividad de Lorca, nos lleva a la dimensión poética del diálogo. Su fundamento son las abundantes imágenes y comparaciones. Ese lenguaje desempeña un papel indispensable tanto en la creación de la atmósfera dramática como en la individualización de los personajes.
Los personajes de la obra
Los personajes de la obra son tanto figuras representativas como criaturas individualizadas.
Bernarda (con fuerza de oso) es la encarnación de las fuerzas represivas. Ante todo representa las convenciones morales y sociales más unidas. Reconoce la importancia de las críticas y de las apariencias aún cuando no correspondan con la realidad. Lo relacionado con lo sexual está en el medio de tal mentalidad (a los impulsos eróticos opone la obsesión por la virginidad). Estas ideas corresponden a la concepción tradicional del papel de la mujer frente al del hombre. Ello va unido a la conciencia de pertenecer a un verdadero orgullo de casta. Bernarda representa la autoridad y el poder en estado puro. Se podría decir que encarna el tradicional principio de autoridad masculina que sujeta a la mujer. Ese poder encarnado por Bernarda es irracional y va unido a un claro voluntarismo. Lorca ha construido una figura no sólo representativa de lo dicho anteriormente, sino también fuertemente individualizada, con su voz propia.
Realismo poético
En el realismo de La casa de Bernarda Alba es extraordinario el “espesor” de realidad. Incluso podría hablarse de su riqueza costumbrista, nos ponemos en contacto con la vida de un pueblo, sus incidentes, su mentalidad… El mismo ambiente de la casa está también perfectamente sugerido (las habitaciones con paredes blancas, el calor sofocante…). Pero lo realista queda trascendido sustancialmente. Por una parte, el realismo es compatible con la desmesura, con la exasperación. Por otra parte, las realidades aparecen cargadas de una fuerte dimensión simbólica (el vestido verde con el que Adela rompe su luto, el caballo garrañón que da coces contra la puerta de cuadra y simboliza los impulsos vitales reprimidos...). En suma, la realidad aparece transfigurada en un prodigio de arte (realismo poético).
La cultura española
El periodo de entreguerras fue el marco de grandes progresos en el campo de la cultura y la educación. Así, el alto nivel de analfabetismo se vio reducido. Durante la época republicana se abrieron las primeras librerías modernas, se inauguró la primera Feria del Libro y aumentó la importancia de las universidades. Es también significativo el esfuerzo llevado a cabo por la República para acercar la cultura a los núcleos rurales, para lo que se crearon las “misiones pedagógicas”, formadas por estudiantes y profesores universitarios que acudían a las zonas rurales para difundir la cultura. Una de esas compañías teatrales fue La Barraca, impulsada por Lorca que realizó giras por todo el territorio español. También fueron muchas las revistas culturales de esta época, que se convirtieron en plataformas para que se dieran a conocer los autores de la “Generación del 27”. Por otro lado, en 1910 se creó la residencia de estudiantes, que fue el punto de reunión de los grandes intelectuales y artistas de la época (Juan Ramón Jiménez, Lorca, Luis Buñuel, Salvador Dalí). Sin embargo, la dictadura de Franco acabó con la labor de difusión de la cultura y envió al exilio a intelectuales y artistas de primera.