El Legado Monástico: Innovación y Desarrollo en la Edad Media
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Las Artes Prácticas
Si bien las personas instruidas circunscriben la contribución de los monasterios a la civilización occidental tan solo a su actividad cultural e intelectual, no podemos pasar por alto la importante labor de los monjes en el cultivo de las artes prácticas. Fueron ellos quienes salvaron la agricultura en un momento en el que nadie más podría haberlo conseguido. Alemania se convirtió, gracias a sus esfuerzos, en un país productivo.
El trabajo manual, expresamente recogido en la Regla de San Benito, era la piedra angular de la vida monástica. Pese a que se conocía a la Orden por su moderación y su aversión a las penurias exageradas, los monjes realizaban tareas duras y poco atractivas, pues eran para ellos caminos de gracia y oportunidades para la mortificación de la carne. Sin embargo, los monjes se esforzaron por afrontar los retos que estos lugares presentaban y no tardaron en construir diques, drenar las tierras anegadas y convertir lo que antes era un foco de suciedad y enfermedades en fértiles tierras de cultivo. El reputado historiador decimonónico de los monjes, Montalembert, pagó tributo a este extraordinario esfuerzo agrícola. «Es imposible olvidar -escribió-- cómo supieron hacer uso de amplias regiones (llegando a abarcar una quinta parte de la superficie total de Inglaterra) no cultivadas, deshabitadas, boscosas y rodeadas de pantanos». Cinco siglos más tarde, ni un solo palmo de tierra queda sin cultivar hasta allí donde la vista alcanza. Abordaban la cría de ganado y de caballos o las técnicas de fermentación de la cerveza, la apicultura o el cultivo de las frutas. Almacenaban el agua en primavera para distribuirla en épocas de sequía.
Fueron también los monjes los primeros en practicar la ganadería con el fin de obtener mejores especies. Los monjes fueron pioneros en la producción del vino, que usaban tanto para la celebración de la Santa Misa como para el consumo ordinario, expresamente permitido por la Regla de San Benito.
Avances Tecnológicos
Es de destacar igualmente la aportación de los monjes a la tecnología medieval. La orden cisterciense, surgida de una reforma de la Regla de San Benito, se estableció en Citeaux en 1098 y es particularmente conocida por su sofisticación tecnológica. La información se difundía rápidamente a través de la amplia red de comunicación que existía entre los distintos monasterios.
El monasterio cisterciense de Clairvaux nos ha legado una crónica de sus sistemas hidráulicos en el siglo XII, que da cuenta de la asombrosa maquinaria de la Europa de la época. Todos ellos conocieron muy probablemente el mismo grado de progreso tecnológico. Mientras que el mundo de la Antigüedad clásica no llegó a desarrollar la mecanización industrial a escala significativa, los avances en este campo fueron extraordinarios durante la Edad Media, tal como simboliza y refleja el uso de la energía hidráulica por parte de los monjes cistercienses.
Los Monjes: Asesores Técnicos
Los monjes cistercienses destacaron igualmente por su destreza metalúrgica. Cada monasterio contaba con su propia factoría, a menudo tan grande como la iglesia y a pocos metros de ésta, en cuya planta desarrollaban diversas industrias, accionando su maquinaria mediante la energía hidráulica.
En los comienzos del siglo XI, un monje llamado Eilmer voló a más de 90 metros de altura con un planeador, realizando una hazaña por la que sería recordado en los tres siglos siguientes. Lana-Terzi, un sacerdote jesuita, desarrolló la técnica del vuelo más sistemáticamente y se hizo merecedor del título de padre de la aviación. Su libro de 1670, Prodromo alta Arte Maestra, fue el primer texto que describió la geometría y la física de una aeronave.
Hospitalidad y Educación
«Cualquier viajero será recibido como si de Cristo se tratara». Los monasterios eran posadas gratuitas que proporcionaban un lugar de descanso seguro y tranquilo a los peregrinos, a los pobres y a los viajeros extranjeros.
La labor más conocida de los monjes es la copia de manuscritos, tanto sagrados como profanos, una tarea considerada especialmente honrosa para quienes la desempeñaban. Parece ser que algunos importantes manuscritos de Vivarium llegaron a la Biblioteca Laterana y a manos de los papas, monásticos a las que debemos el gran corpus de literatura latina que ha sobrevivido hasta nuestros días. Los monjes desarrollaron otra tarea de enorme relieve en su condición de copistas: la preservación de la Biblia. Los monjes también ejercieron la docencia, con mayor o menor grado de intensidad a lo largo de los siglos. Era costumbre entre las gentes enviar a sus hijos para ser educados por los monjes.
Entre otras cosas, los monjes enseñaron las técnicas de la metalurgia, introdujeron nuevos cultivos, copiaron textos antiguos, preservaron la educación, fueron pioneros en tecnología, inventaron el champán, mejoraron el paisaje europeo, proporcionaron bienestar a los viajeros y se ocuparon de los extraviados y de los náufragos. ¿Hay alguien en la historia de la civilización occidental que pueda jactarse de tener un currículo semejante? Como veremos en el capítulo siguiente, la Iglesia que dio a Occidente sus monjes es la misma que creó las universidades.