El Legado Imperecedero de la Cultura Clásica: Orígenes y Transmisión
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Las Raíces Clásicas de la Cultura Europea: Legado y Transmisión
"Clásico" etimológicamente significa "de primera clase" y se aplicaba a los pertenecientes a la clase social más adinerada. Después se aplicó a los autores más sobresalientes, considerados dignos de imitación, y en conjunto a los autores latinos del siglo I a.C. Desde finales del mundo antiguo, el adjetivo "clásico", con sus valores de "modélico" y "permanente", se ha convertido, por extensión, en sinónimo de grecorromano. Así, se habla de lenguas clásicas, arte clásico y cultura clásica.
La cultura grecorromana ha sido continuamente estudiada e imitada, sirviendo como modelo en cuanto a temas, estilos, técnicas e ideas. Esto es especialmente evidente a partir del Renacimiento, época en la que se redescubre el mundo clásico, su literatura, su arte y su pensamiento.
Vías de Transmisión del Saber Clásico
La influencia del mundo clásico se ha mantenido permanentemente activa a través del propio lenguaje. En el caso de la cultura romana, esto se debe a la continuidad del latín en las lenguas románicas y a la abundancia de latinismos en el nivel culto de las lenguas que no lo son. La influencia griega, por su parte, se ha mantenido, sobre todo, a través del lenguaje político, filosófico y científico.
Pero la gran vía de transmisión de la cultura clásica ha sido la pervivencia de la literatura griega y romana, entendiendo por literatura todas las ramas del saber:
- Filosofía
- Historia
- Geografía
- Ciencias de la naturaleza
- Matemáticas
- Derecho
- Arquitectura
- Etc.
La Edición de Libros en Grecia y Roma
La literatura clásica grecorromana empleó como soporte un material muy frágil: el papiro. Sobre la tira de papiro, llamada charta, se escribía con tinta negra, fabricada a base de hollín, y con un trozo de caña, el calamus, que tenía un extremo cortado en bisel. Los utensilios más habituales que utilizaba el copista eran:
- Penna (la pluma o péñola)
- Rasorium o cuttelum (raspador)
- Atramentum (tinta)
La técnica empleada consistía en sujetar la pluma con la mano derecha y el raspador con la izquierda, que le servía tanto para corregir los errores como para subsanar las irregularidades del pergamino. A medida que se iba escribiendo, se enrollaba la parte con la mano izquierda, y para leer la obra, se desenrollaba con la derecha.
Los rollos se protegían con una funda de cuero y se guardaban en cajas cilíndricas (capsa), pues era un material que se rompía fácilmente. La edición de libros era toda una industria: desde la fabricación de la charta y la realización a mano en talleres de esclavos especializados, hasta la venta posterior en librerías (tabernae librariae).
En este periodo solo se utilizaba la letra mayúscula. La minúscula no se empezó a utilizar hasta una época tardía, con la sustitución del papiro por el pergamino.
El Libro en la Antigüedad Tardía: El Códice
El libro, tal y como lo entendemos hoy, aparece en Occidente en el siglo I y se generaliza con la literatura cristiana. Recibían el nombre de códices y sus hojas estaban hechas con piel de cordero, cabrito o ternero, adelgazada y recortada en diferentes tamaños. A este material se le llama pergamino, porque se había inventado siglos atrás en la ciudad de Pérgamo.
Se trataba de un material caro y escaso, por lo que las copias de las obras eran muy pocas, excepto las de los autores más importantes, como Homero y Virgilio. Con frecuencia, las hojas se reaprovechaban para escribir otras tras raspar lo escrito. Estos códices reaprovechados se denominan palimpsestos. Así se supone que se perdieron muchas obras.
Los Monjes Copistas: Guardianes del Saber
El legado literario-cultural se salvó tras la ocupación del Imperio de Occidente por los distintos pueblos bárbaros gracias a los monjes de los monasterios medievales, que se dedicaron a copiar los manuscritos salvados de la destrucción. Sin estas obras, nuestra cultura no habría sido tal y como la conocemos, sino totalmente distinta.
Un copista experimentado era capaz de escribir dos o tres hojas por día. Escribir un manuscrito complejo ocupaba varios meses de trabajo. Esto solo en lo que se refiere a la escritura del libro, que posteriormente habían de ilustrar los iluminadores, o encargados de dibujar las miniaturas e iniciales miniadas en los espacios en blanco que dejaba el copista.
Los copistas eran escogidos entre los monjes más cultos, de manera que no solo cuidaban la caligrafía, sino que se preocupaban de enmendar los errores. Normalmente trabajaban cada uno en un libro durante meses, en condiciones muy duras: frío, poca luz, pupitres incómodos, etc.