El Legado Gótico en España: Estilos y Edificios Emblemáticos

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El Gótico en la Corona de Aragón

El gótico del siglo XIV se centra sobre todo en las construcciones del reino de Aragón, que se caracterizan por la adaptación de soluciones procedentes de Francia e Italia. En arquitectura se tiende a la planta de salón, prescindiendo de la diferencia de altura entre la nave central y las laterales, reduciéndose la función de los arbotantes, desapareciendo en muchos casos, y reforzando la función de los contrafuertes. Pero sobre todo, se crean espacios interiores de carácter unitario. Las cubiertas se hacen planas, y se abren pequeños ventanales, con predominio del muro sobre el vano. También se prescinde del gran aparato decorativo que había invadido las construcciones castellanas anteriores, existiendo un paralelismo con las realizaciones del Midi francés y con la arquitectura italiana del momento. Respondiendo al carácter burgués de la sociedad aragonesa, se proyectará gran cantidad de edificios civiles.

La Catedral de Barcelona se inició en 1298 y tiene tres naves, girola sin arbotantes externos y nueve capillas radiales. Destaca el esbeltísimo sistema de pilares que dejan un pequeño espacio para el triforio ciego y óculos en vez de ventanales.

La Basílica de Santa María del Mar, en Barcelona, es de planta de salón. Berenguer de Montagut, su arquitecto, consiguió un espacio interior amplio, unitario y desahogado, pero en el que prima el muro envolvente sobre el vano y la escasa incidencia de la luz coloreada, característica propia del gótico catalán.

La Catedral de Gerona se pone en marcha en 1312, aunque un siglo después el arquitecto Guillermo Bofill decidió unir las tres naves iniciales en una, ganando en simplicidad y en espacio interior.

La Catedral de Palma de Mallorca se inició en 1312, con el mismo esquema en planta que las catalanas: tres naves y capillas laterales entre los contrafuertes, que la confieren un aire robusto de fortaleza. Es característica su cabecera recta, que se constituye como prolongación de la nave central. Pese a que estos edificios coinciden en el tiempo con el gótico radiante francés, se observa una clara tendencia hacia la robustez, la racionalidad constructiva y la sobriedad, frente al preciosismo y la elegancia del gótico del momento.

En los territorios de la Corona de Aragón también se llevó a cabo una notable arquitectura gótica civil, como el magnífico Castillo de Bellver (Palma de Mallorca), la Lonja de Barcelona, el Palacio Mayor de los Reyes de Aragón o el Hospital de Gerona (La Almoina).

España: El final del Gótico y el reinado de los Reyes Católicos

No es hasta finales del siglo XIV y, sobre todo, el siglo XV que se retoma en Castilla la actividad constructora. La reinterpretación del gótico en Castilla se lleva a cabo, sin embargo, por mano de artistas extranjeros como los alemanes Colonia en Burgos o flamencos como los Egas en Toledo, que introducen formas tardogóticas europeas. A estas formas se les denominó estilo hispano-flamenco, aunque el término hoy se desecha en cuanto a la dimensión de su supuesta herencia hispana, que sería un arte mudéjar que, sin embargo, tan solo aparece aisladamente en alguna de las construcciones de esta época.

El monumento de mayor importancia del momento es la Catedral de Sevilla, iniciada en 1401 y singular tanto por su tamaño como por su planta, un rectángulo (heredado de la anterior mezquita) del que solo sobresale la Capilla Real de Carlos V, pues ni sus cinco naves, ni su crucero, ábside o las capillas laterales sobresalen de los muros perimetrales. En Sevilla no hay constancia explícita de la actuación de maestros extranjeros, aunque se asume normalmente. Como ya había ocurrido anteriormente, estos maestros fueron llamados por los grandes mecenas con objeto de construir nuevos edificios novedosos y, por tanto, prestigiosos.

Alrededor de 1440 llegó a Burgos, requerido por el obispo Alonso de Cartagena, Juan de Colonia (Hans von Köln), con objeto de proseguir con las obras de la catedral, detenidas desde hacía tiempo. El maestro diseñó y construyó las dos torres, de base octogonal y rematadas por sendas agujas caladas, en estilo flamígero. También realizó la Capilla de la Visitación, la de Santa Ana y empezó a construir el cimborrio, aunque 70 años después se derrumbaría. El prestigio de Juan de Colonia fue muy grande, y de hecho formó una saga de prestigiosos arquitectos. El rey le hizo construir la Cartuja de Miraflores y los Condestables de Castilla le encargaron la construcción de la Casa del Cordón.

Su hijo Simón de Colonia continuó las obras empezadas por su padre y estuvo también al servicio de los Velasco, Condestables de Castilla, para quienes creó la emblemática Capilla de los Condestables, de planta octogonal, bóveda estrellada y calada, en la que se consiguió el concepto espacial grandioso de la arquitectura gótico germánica y donde anticipa las propuestas góticas del siglo XVI, al mezclar elementos islámicos como la plementería calada de la bóveda de crucería. Al tiempo que en el foco burgalés el gótico se renueva con los Colonia, en Toledo se produce una reactivación arquitectónica al impulsarse las obras en la catedral, de mano de Hanequin de Bruselas y con él toda la familia Egas, que introdujeron en Toledo las formas flamencas. Hanequin es el constructor de la capilla funeraria de don Álvaro de Luna y realiza junto a Egas Cueman la coronación de la torre y la Puerta de los Leones, así como otras obras menores que remataron la construcción de la catedral.

En Valladolid, vinculadas al taller de Burgos, se construyeron las fachadas de tapiz de las iglesias de San Pablo y del Colegio de San Gregorio.

El Tardogótico de los Reyes Católicos

Desde finales del siglo XV y, sobre todo, las primeras décadas del siglo XVI, la llegada al trono de los Reyes Católicos y la unidad de las coronas supone una revolución política y económica, fundamentalmente para Castilla (conquista de Granada, unificación política, descubrimiento y colonización de América), que permite abordar y desarrollar sustanciales empresas constructivas no solo por parte de la nueva monarquía, que necesita un arte que sea capaz de expresar los nuevos valores de la institución monárquica y la unidad de las coronas, sino también por parte de una alta aristocracia que tiene que construir su propia entidad y su imagen de poder, definiendo su papel dentro de la nueva estructura monárquica.

Este es el estilo que recibió el nombre de isabelino, conocido también como gótico de los Reyes Católicos y actualmente tardogótico, que se caracteriza por la complicación infinita de las nervaduras de las bóvedas, la utilización de todo tipo de arcos (el carpanel, el conopial, el escarzano o el mistilíneo), y la abundante decoración de finos labrados. Con los Reyes Católicos, el gótico se simplifica en estructura y se consigue una clarificación en las construcciones que permitirá que, como expresión del poder real, se popularice y extienda a toda la Península; además, se renuevan en este estilo infinidad de iglesias menores que habían sido construidas, en su inicio, en estilo románico. La vitalidad del estilo tardogótico en Castilla determina que las últimas construcciones coincidan en el tiempo con las primeras renacentistas, superponiéndose y utilizándose de manera aleatoria. En la Castilla del siglo XVI se calificaba al tardogótico como la forma de construir 'a lo moderno', mientras que la arquitectura clasicista del Renacimiento italiano era denominada 'a la antigua' o 'a lo romano'.

Podemos decir que esta forma de arquitectura tiene su origen en la obra que el arquitecto Juan Guas realiza en Toledo, a partir de 1476, para los Reyes Católicos: el Convento e Iglesia de San Juan de los Reyes.

A partir de 1475, el duque del Infantado le encarga la renovación del Castillo de Manzanares el Real, en el que se pone en marcha la metamorfosis de los castillos medievales, como estructuras preparadas para la guerra y la defensa, en suntuosas mansiones señoriales en las que la arquitectura fortificada responde a una 'imagen de poder', más que a una necesidad defensiva. En él se funden las formas flamígeras y mudéjares, y en muchos de sus elementos, galería superior y decoración mural, está el precedente de lo que luego (1480-1483) ha de desarrollarse ampliamente en el palacio más ostentoso de cuantos se construyeron en España: el Palacio del Infantado en Guadalajara. Las novedades de este palacio son numerosas y concluyentes:

  • En primer lugar, con él se abandona de forma definitiva la idea de castillo como residencia señorial, erigiéndose un palacio plenamente ciudadano, inserto en la trama urbana de la ciudad, alejado de toda señal de identidad con la arquitectura fortificada (incluso carece de torres en las esquinas).
  • En segundo lugar, su planta cuadrada, con patio central cuadrado, de idénticas dimensiones a la planta de la plaza delantera que le precedía, nos habla de una preocupación por la simetría, la proporción y la axialidad propia del Renacimiento.
  • En tercer lugar, su fachada, con un paramento con cabezas de clavos, una riquísima galería sobre cornisa de mocárabes y una puerta inspirada en los modelos toledanos mudéjares con un gran escudo nobiliario, nos habla de la fusión de las formas del gótico-mudéjar toledano con las flamígeras. En su interior, las arquerías conopiales del patio presentan una riquísima ornamentación.

Por otra parte, los hospitales y centros de beneficencia fueron remodelados o se crearon nuevos, con un mayor empeño monumental. Igualmente, se construyen en este siglo XVI las últimas catedrales góticas; 1512 es la de Salamanca, y de 1525 la de Segovia.

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