Legado Artístico Medieval: Bizancio y Visigodos en la Arquitectura y Escultura Europea
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El Arte Bizantino: La Tercera Edad de Oro y su Legado Escultórico
Durante la Tercera Edad de Oro, entre los siglos XIII y XV, el arte bizantino se sigue extendiendo por Europa y Rusia, predominando las plantas de iglesias cubiertas mediante cúpulas abulbadas sobre tambores circulares o poligonales. A esta etapa corresponden en Grecia la Iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica, del siglo XIV, la Iglesia de Mistra, en el Peloponeso, y algunos monasterios del Monte Athos. Asimismo, se multiplican los templos bizantinos por los valles del Danubio, por Rumanía y Bulgaria, llegando hasta las tierras rusas de Moscú, donde sobresale la Iglesia de la Asunción del Kremlin, en la Plaza Roja, realizada en tiempos de Iván el Terrible (1555-1560), cuyas cinco cúpulas —la más alta y esbelta en el crucero y otras cuatro situadas en los ángulos que forman los brazos de la cruz— resaltan por su coloración, por los elevados tambores y por sus característicos perfiles bulbosos.
La Escultura Bizantina: Evolución y Características
La plástica escultórica bizantina supuso la culminación del arte paleocristiano, manteniendo sus técnicas y su estética de progresivo alejamiento de las cualidades clásicas: la mayor rigidez, la repetición de modelos estereotipados y la preferencia del bajorrelieve a las obras de bulto redondo.
Tras la sistemática destrucción del período iconoclasta, hay una vuelta al culto de las imágenes, pero para no caer en la idolatría y por influjo de las nuevas corrientes islámicas, desaparece la figura humana en las obras (marfil) que proporcionan pequeñas piezas, siendo estos los caracteres más destacados de la estatuaria bizantina exenta.
Las obras más destacadas son las labores ornamentales de los capiteles con motivos vegetales y animales afrontados, como son los de San Vital de Rávena o los sarcófagos de la misma ciudad en los que se representan los temas del Buen Pastor. Pero las obras capitales de la escultura bizantina son las pequeñas piezas, dípticos y cajas, talladas en marfil, destacándose el Díptico Barberini (Museo del Louvre, del siglo V) o la célebre Cátedra del Obispo Maximiano, en Rávena, tallada hacia el año 533 sobre placas de marfil con minucioso trabajo.
El Arte Visigodo en la Península Ibérica: Orígenes y Manifestaciones
Los visigodos se hacen presentes en España a principios del siglo V, si bien no consolidan por entero su condición de gobernantes del reino hispano-visigodo hasta un siglo después.
Las manifestaciones artísticas de este pueblo germano asentado en la Península Ibérica, en especial las de carácter arquitectónico, no se producen plenamente hasta entrado el siglo VII, pudiéndose hablar a partir de este momento y con propiedad de un arte visigodo.
Arquitectura Visigoda: Ejemplos y Rasgos Distintivos
Del siglo VI casi solo cabe mencionar la pequeña Iglesia de San Cugat del Vallés, en Barcelona. Aunque muy deteriorada, muestra una planta de nave única que termina en un ábside. Del siglo siguiente son las de San Pedro de la Nave, San Juan de Baños y Quintanilla de las Viñas, cuya traza se repetirá luego en otros templos posteriores pertenecientes al «estilo de repoblación» (mal llamados «mozárabes»), como son, por ejemplo, la Iglesia de San Cebrián de Mazote (Valladolid), el Monasterio de San Miguel de Escalada (León) y la Iglesia de Santiago de Peñalba (León), en el prerrománico asturiano y el románico zamorano. Por lo demás, en esta época se sigue básicamente la tradición paleocristiana en la arquitectura.
No son muchas las construcciones visigodas que subsisten, y de ellas prácticamente ninguna que pudiera contarse entre las grandes realizaciones en los núcleos metropolitanos como Toledo, Sevilla o Mérida. Las que han llegado hasta hoy son, en general, ermitas o templos rurales de segunda categoría. No obstante, pueden servir para entresacar algunos de los caracteres propios del arte edificatorio visigodo. Estos serían:
- Plantas: Preferentemente planta basilical o de cruz griega, y a veces una conjunción de ambas disposiciones. Espacios muy compartimentados.
- Ábside: Rectangular al exterior. A cada lado podía existir un recinto destinado a sacristía (prótesis y diakonikón). La capilla se separaba del resto del templo mediante un iconostasio.
- Arcos: Arco de herradura generalmente sin clave, de trasdós vertical en la zona peraltada, elevación de 1/3, y salmer y primeras dovelas de planos horizontales.
- Soportes y Capiteles: Uso de columnas y pilares como soportes. Capiteles corintios muy simples o troncocónicos invertidos, con gruesos cimacios que anclan en los muros.