El Legado del 98: Consecuencias Políticas, Sociales y el Regeneracionismo en España
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Las Consecuencias del Desastre: La Crisis del 98
Una Crisis Política y Moral
La pérdida de la mayor parte del imperio americano en los años 20 no había dejado huella psicológica, pues se perdió durante una guerra civil de los españoles metropolitanos contra los españoles coloniales.
Están, en primer lugar, las pérdidas humanas. Se calcula que las guerras de 1895-98 costaron unas 120.000 muertes, de las cuales la mitad fueron de soldados españoles. La mayoría de las bajas se debieron a enfermedades infecciosas.
La pérdida de los restos del imperio español, desde la perspectiva económica, no supuso un desastre; al contrario, la financiación de la guerra permitió al ministro Fernández Villaverde acometer algunas reformas en los tributos y en la emisión de deuda.
La crisis política fue inevitable. El desastre fue de ambos partidos, pero afectó al Liberal y a Sagasta, a quien le tocó la misión de afrontar la derrota. Sin embargo, la crisis política que se había vaticinado no aconteció, asegurando la continuidad del turno dinástico.
Lo más grave fue el desprestigio militar derivado de la dureza de la derrota, a pesar de la capacidad demostrada por algunos generales y del valor de las tropas. Aunque en último extremo la responsabilidad era más política que militar, el ejército salía dañado en su imagen. En el seno del ejército fue tomando cuerpo un sentimiento corporativo y el convencimiento de que los militares debían tener una mayor presencia y protagonismo en la vida política del país.
Pero la Crisis del 98 fue una crisis moral e ideológica que causó un impacto psicológico entre la población. La derrota sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración porque significó la destrucción del mito del imperio español.
Regeneracionismo y Fin de la Regencia
Tras la derrota, a los dirigentes políticos y a los intelectuales les sorprendió la pasividad con que la opinión pública reaccionó a la pérdida del Imperio colonial, solo alterada por el dolor y las protestas ante las pérdidas humanas.
Entre quienes analizaron las causas de esta situación destacó una serie de intelectuales, los llamados regeneracionistas, el más conocido de los cuales fue Joaquín Costa. Para ellos, el origen del problema estaba en el aislamiento del cuerpo electoral del país, la corrupción de los partidos del turno y el atraso económico-social que España tenía respecto a los países europeos más avanzados.
Para cambiar la situación, propusieron una política encaminada al bien común y no en beneficio de los intereses de la oligarquía.
En marzo de 1899, formó gobierno el conservador Francisco Silvela, quien se rodeó de políticos partidarios de aplicar reformas, en la línea del regeneracionismo. Pero las divisiones internas y el intento de aplicar un recorte de gastos y una reforma fiscal acabaron pronto con el proyecto, que amenazaron con una huelga de impuestos.
En mayo de 1902, Alfonso XIII era proclamado rey al cumplir la mayoría de edad.