El Lector en la Teoría de la Recepción: Interpretación y Significado del Texto Literario
Enviado por Chuletator online y clasificado en Español
Escrito el en español con un tamaño de 5,63 KB
Teoría de la Recepción: El Lector como Agente Activo
La Teoría de la Recepción, con su enfoque receptor-conativo, concentra el interés del crítico literario en la figura del lector. Desde el siglo XX en adelante, el proceso literario ya no se concibe únicamente desde la perspectiva del emisor, sino que se reconoce al lector como un agente activo. Este lector no solo codifica y descifra el mensaje, sino que también produce sentido y significado, de la misma forma que el emisor lo ha producido.
En este marco, el lector complementa la acción del emisor en la construcción del sentido. Es fundamental reconocer que, en cualquier mensaje, existen diversas formas de interpretación, especialmente acentuadas en el ámbito de la poesía.
La relación se puede esquematizar como: Libro (significante) → Lector (produce significado).
Antecedentes de la Teoría de la Recepción
Fenomenología
Corriente filosófica que confiere un rol central al lector a la hora de determinar el sentido de un texto. Pretende mostrarnos la naturaleza escondida de la conciencia humana, influyendo directamente en cómo percibimos e interpretamos la realidad textual.
Hermenéutica
Desarrollada por Hans-Georg Gadamer, esta disciplina establece que una obra literaria no aparece en el mundo con un sentido acabado y parcelado. Por el contrario, es el lector quien le otorga el sentido final, y este lector está intrínsecamente determinado por la situación histórica y cultural que vive.
Wolfgang Iser y la Estética de la Recepción
Wolfgang Iser establece que la tarea del crítico literario es examinar los efectos que el texto produce sobre el lector. En la misma naturaleza del texto reside la capacidad de permitir un amplio espectro de posibles lecturas. Iser desarrolla una influyente teoría sobre el lector, distinguiendo principalmente dos tipos:
Lector Implícito
Es aquel que el texto crea para sí mismo y equivale a un “sistema de estructuras que invitan a una respuesta” que nos predispone a leer de ciertos modos. Por ejemplo, el lector-detective en las obras de Roberto Bolaño.
Lector Real
Es quien recibe imágenes mentales durante el proceso de la lectura, imágenes que se hallarán matizadas por su “cantidad existente de experiencia”. Un ejemplo claro es la recreación de Jesús en la figura de Aslan en Las Crónicas de Narnia, donde la experiencia previa del lector influye en su interpretación.
Iser postula que, durante la lectura, creamos en nuestras mentes ciertas expectativas basadas en nuestro recuerdo de los personajes y los acontecimientos. La cantidad de experiencia del lector es clave en su proceso de interpretación, ya que a medida que avanzamos en el texto, nuestras expectativas se modifican y se reajustan.
Todos los textos literarios poseen un valor de indeterminación, dado por su carácter ficcional. Los textos son ficcionales, es decir, su realidad como texto no se basa en producir realidades existentes, sino en representar intuiciones de realidad. Estas indeterminaciones, a las que Iser denomina “lagunas”, son llenadas activamente por el lector.
Como bien expresó Ernest Hemingway, lo que hace un autor al escribir su texto es mostrar un iceberg. Entrega solo la punta de este a plena vista, y el resto del iceberg debe ser descubierto “bajo el agua” por el lector. Esta metáfora subraya que la experiencia de lectura del lector se encuentra en el centro del proceso literario, siendo fundamental para la construcción completa del sentido.
Hans Robert Jauss y el Horizonte de Expectativas
Hans Robert Jauss, otro pilar de la Teoría de la Recepción, emplea la expresión “horizonte de expectativas” para describir los criterios utilizados por los lectores para juzgar textos literarios en cualquier período histórico. Para Jauss, tanto la lectura como la escritura funcionan en el interior de algo parecido a un horizonte cultural y estético.
Horizonte de Expectativas
Es el conjunto de criterios y valores estéticos de un determinado grupo social en un momento específico. Un ejemplo ilustrativo es la poesía de Alexander Pope, que en el Neoclasicismo inglés era valorada por su naturalidad, claridad y corrección estilística, criterios que formaban parte del horizonte de expectativas de su época.
El horizonte de expectativas se modifica con el paso del tiempo. En este sentido, la visión neoclásica de Pope es diametralmente distinta a la que surgiría en la etapa romántica, donde otros valores estéticos prevalecerían.
“Una obra literaria no es un objeto que se mantenga por sí solo y que ofrezca siempre la misma cara a los lectores de todas las épocas. No es un monumento que revele con un monólogo de todas las épocas.” (Jauss)
En suma, el horizonte de expectativas se modifica constantemente. Entonces, ¿cómo se establece el valor de una obra? Se establece con base en una propuesta de la Hermenéutica.
Para Gadamer, las interpretaciones literarias deben surgir del diálogo entre el pasado y el presente. Como señala Selden: “Nuestra perspectiva presente siempre implica una relación con el pasado, que solo puede ser percibido desde esa limitada posición”. Un ejemplo paradigmático es Don Quijote de la Mancha, cuyo sentido de la caballería y la búsqueda del ideal imposible se reinterpreta y adquiere nuevas resonancias a través de los horizontes de expectativas de cada época.