Isabel II: Moderantismo, Progresismo y la Revolución Gloriosa
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El Reinado de Isabel II: Del Bienio Progresista a la Revolución de 1868
El Bienio Progresista (1854-1856)
El Bienio Progresista comenzó con la revolución de 1854, también conocida como la Vicalvarada. Se inició con el pronunciamiento de los generales moderados O'Donnell y Dulce, cuyo propósito era derribar al gobierno. El levantamiento comenzó en Vicálvaro (Madrid). Los rebeldes publicaron el "Manifiesto de Manzanares", que surtió efecto: los progresistas se sumaron al levantamiento y la sublevación comenzó a extenderse por las grandes ciudades.
Isabel II encargó la formación de gobierno al general progresista Espartero, con O'Donnell como Ministro de Guerra, iniciándose un período de gobiernos progresistas que retomaron algunos aspectos del programa más radical del liberalismo.
Las primeras reformas fueron la restauración del régimen político de la Constitución de 1837. Durante el Bienio Progresista se llevaron a cabo las siguientes actuaciones:
- Restauración de las leyes e instituciones de la década de 1830: Ley de Imprenta, Ley Electoral, etc.
- El gobierno de Espartero restauró la Constitución de 1837 y convocó Cortes con una sola cámara elegida por la ley de 1837.
- La Constitución de 1856, que no llegó a publicarse, recogía los principales postulados del pensamiento progresista. Era similar a la de 1837, mantenía el bicameralismo y la potestad legislativa compartida entre las Cortes y el rey. Afirmaba la soberanía nacional y ampliaba la lista de derechos individuales. Entre las leyes complementarias que se aprobaron, destacaron la ley electoral, que rebajaba la cuota censitaria, y la municipal, que ampliaba el cuerpo electoral y eliminaba cualquier intervención del gobierno en la designación de alcaldes.
- Se reanudó la obra desamortizadora con la Ley de Desamortización General, conocida como Desamortización de Madoz (1855). Las consecuencias fueron beneficiosas, porque se pusieron en cultivo tierras que antes no se explotaban. Los beneficios de la venta se destinaron a amortizar la deuda.
- Se llevó a cabo la reordenación económica para consolidar un mercado de ámbito nacional e impulsar el crecimiento con la aprobación de normas como la Ley de Ferrocarriles (1855), que tuvo como objetivo promover la construcción ferroviaria.
Durante 1856 la conflictividad social se incrementó: a la huelga obrera de Barcelona hay que sumar los violentos motines en las áreas rurales de Castilla. La represión del ejército y la guardia civil fue muy dura. Estos conflictos provocaron una crisis en el Gobierno, que perdió el apoyo de las Cortes y muchos diputados progresistas se pasaron a la Unión Liberal. Finalmente, la reina aceptó la dimisión de Espartero y encargó formar gobierno a O'Donnell, poniendo fin al Bienio Progresista.
La Segunda Década Liberal Conservadora (1856-1868)
Se produjo, durante algo más de una década, la alternancia en el Gobierno de dos fuerzas políticas: los moderados, dirigidos por Narváez, y la Unión Liberal, un nuevo partido creado y liderado por O'Donnell. Los progresistas quedaron marginados del Gobierno y se inició una actuación subversiva de progresistas y demócratas.
En este período destaca la paralización de la desamortización de 1855. El gobierno de O'Donnell que puso fin al Bienio Progresista fue sustituido en 1856 por un gobierno presidido por Narváez, que suspendió la desamortización, anuló todas las disposiciones de libertad de imprenta y cuantas se opusieran al Concordato de 1851, y restableció el impuesto de consumos. Hay que destacar que durante esta etapa se aprobó la Ley de Instrucción Pública (Ley Moyano). El talante conservador y represivo de Narváez acabó minando su apoyo en las Cortes y la Reina acabó sustituyendo a los moderados por los unionistas de O'Donnell.
La descomposición de la Unión Liberal y el desgaste que producía el ejercicio del poder provocó la dimisión de O'Donnell en 1863, lo que supuso el retorno de los moderados de Narváez al gobierno. Con la vuelta de un gobierno conservador y represivo se abrió el proceso que acabó con la monarquía borbónica.
Los primeros síntomas de la crisis se produjeron en 1864. Por otro lado, frente a la política conservadora de los moderados, crecían en España las aspiraciones a mayor libertad y derechos civiles. Por otra parte, prosiguieron las insurrecciones de los grupos que se consideraban marginados del poder, como los progresistas, que comenzaron a colaborar con los demócratas. Hubo nuevos pronunciamientos progresistas como el de Prim en Villarejo de Salvanés o el de los sargentos del cuartel de San Gil, a los que siguió una durísima represión.
En esta situación, la corte de Isabel II se desprestigiaba día a día. Un grupo de políticos demócratas, progresistas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende, que incluía un acuerdo para destronar a Isabel II y convocar Cortes Constituyentes por sufragio universal. En 1867, tras la muerte de O'Donnell, la Unión Liberal se sumó al pacto que protagonizó la Revolución de 1868 y que puso fin a la monarquía borbónica. Isabel II marchaba al exilio.
Castilla-La Mancha durante el Reinado de Isabel II
A la muerte de Fernando VII en 1833 comienza en España la Primera Guerra Carlista, que en Castilla-La Mancha tendría especial incidencia en Talavera de la Reina, los Montes de Toledo, Guadalajara, Cuenca y Albacete. Las tropas carlistas más importantes que amenazaron a Guadalajara, Cuenca y Albacete fueron las de Cabrera, Gómez y Basilio. En los últimos años de la Primera Guerra Carlista, el general Espartero se convirtió en un verdadero héroe militar y político. Se erigió en cabeza del partido progresista, fue regente del reino y ocupó el poder durante el Bienio Progresista.
Las regencias de María Cristina y Espartero abrieron el camino hacia las reformas liberales. En 1833 se estableció la división del país en provincias. También se creó, para la administración de justicia, la Audiencia Territorial con sede en Albacete. Para la administración y desarrollo de los pueblos, en cada provincia se crearon Diputaciones Provinciales.
Los cambios económicos en estos años fueron muy importantes, aunque no se consiguió la industrialización como en otras partes de España. La desamortización eclesiástica de Mendizábal afectó mucho a todas las provincias, especialmente en Toledo, donde la Iglesia tenía un gran poder y numerosas propiedades. Durante el Bienio Progresista, la desamortización de Pascual Madoz afectó a los bienes municipales.