La Intervención en Marruecos y sus Repercusiones en España
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La intervención en Marruecos
Las potencias europeas reunidas en 1906 en la Conferencia Internacional de Algeciras acordaron dividir Marruecos en dos áreas de influencia: la española al norte (Rif) y la francesa al sur. España perseguía dos objetivos con la colonización de Marruecos; asegurar la posesión de Ceuta y Melilla, y recuperar el prestigio de la Corona y el Ejército tras el Desastre del 98. No obstante, a diferencia de la región francesa, el Rif destacaba por la rebeldía de sus habitantes (organizados en tribus llamados cabilas) y la escasez de recursos explotables (minas).
La primera insurrección, conocida como Guerra de Melilla, se produjo en 1909 tras el ataque rifeño a las explotaciones mineras españolas. La derrota del Barranco del Lobo dejó Melilla expuesta a los rifeños y obligó a la llamada de reservistas desencadenando la Semana Trágica de Barcelona.
En 1912 el sultán marroquí admitió la formación de un protectorado ante el caos que atravesaba el país. Esto desencadenó un aumento de la resistencia contra la presencia española, que provocó que el Ejército fuera incapaz de ocupar de forma efectiva todo el territorio.
En 1921 el general Silvestre planificó una ofensiva a la que los rifeños liderados por Abd el-Krim, respondieron con una emboscada que ocasionó más de 13.000 muertos y la pérdida de la mayor parte de la región. La derrota, conocida como Desastre de Annual, provocó la indignación de la opinión pública y la exigencia de las Cortes de responsabilidades al Ejército e incluso a la Corona (Expediente Picasso). La reacción de los militares fue inmediata, alentando el golpe de Estado del general Primo de Rivera, que restableció el control español del Rif tras el Desembarco de Alhucemas (1925).
Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España
España se declaró neutral durante la I Guerra Mundial (1914-1918) en sintonía con el aislacionismo adoptado desde 1898. Por otro lado, la neutralidad impulsó la economía española: el aumento de los países beligerantes favoreció las exportaciones, y con ello el desarrollo de la producción industrial y de la agricultura. Pero mientras los beneficios empresariales crecieron espectacularmente, los trabajadores perdieron poder adquisitivo debido a la inflación. El malestar social fue inevitable y acentuó la crisis que el país vivía en 1917.
La Crisis de 1917 y el Trienio Bolchevique
La decadencia de los partidos dinásticos se acentuó tras el asesinato de Canalejas, pues ni conservadores (Dato) ni liberales (Romanones) acometieron las reformas necesarias para frenar la descomposición del sistema. La situación fue especialmente grave en 1917, cuando se desencadenó un triple conflicto:
- Crisis militar: en 1916 oficiales de graduación media crearon las Juntas de Defensa, asociaciones castrenses que reclamaban mejoras salariales y rechazaban los ascensos por méritos de guerra, que beneficiaban a los militares destinados en Marruecos. Ante la presión militar, Alfonso XIII reemplazó al Presidente del Gobierno, el liberal García Prieto, por el conservador Eduardo Dato, que atendió las demandas de los junteros. La crisis evidenció la intromisión de la Corona en los Gobiernos, de la capacidad de coacción de los militares, y las disensiones internas entre africanistas y peninsulares.
- Crisis política: para denunciar el turnismo, Cambó (dirigente de la Lliga Regionalista) convocó en Barcelona la conocida como Asamblea de parlamentarios, que reunió a nacionalistas, socialistas y republicanos, quienes pidieron al Gobierno una nueva Constitución que estableciese un Estado democrático y descentralizado. Aunque la Asamblea fue disuelta por orden gubernativa, su convocatoria refleja la crisis del sistema.
- Crisis social: ante el deterioro de las condiciones de vida de la clase obrera por la Primera Guerra Mundial, UGT y CNT convocaron una huelga general revolucionaria que reivindicaba mejoras laborales y políticas (democratización). Solucionada la crisis militar, Dato contó con la ayuda del Ejército (que hizo que la huelga fracasara) y desató una dura represión (encarcelamiento de Largo Caballero y otros líderes sindicalistas).
Aunque la Restauración sobrevivió a la crisis de 1917, el deterioro del sistema era evidente y se complicó todavía más por la crisis económica que siguió a la IGM y por las expectativas revolucionarias creadas por la Revolución Soviética. Para hacer frente a esta conflictividad se constituyeron Gobiernos de concentración en los que participaron conservadores, liberales y nacionalistas (Cambó). Ante el temor a una insurrección revolucionaria se aprobaron leyes de contenido social (sistema público de pensiones y jornada laboral de ocho horas en laindustria). Sin embargo estas medidas no lograron impedir la confrontación.
Las mayores tensiones se produjeron durante el Trienio bolchevique (1918-1920) en el campo andaluz (luchas de los jornaleros) y en el sector industrial catalán, donde la conflictividad terminó en violencia. En Barcelona, patronal y Gobierno impulsaron el pistolerismo y la formación de sindicatosamarillos (que actuaban como fuerza de choque contra el sindicalismo revolucionario de la CNT). A ello los anarquistas respondieron también con violencia. En estos años se sucedieron los asesinatos de obreros, capataces y políticos.
Finalmente, el General Primo de Rivera aprovechó el descrédito de los partidos, el clima de inestabilidad social, el temor al auge del catalanismo y la indignación por los desastres militares en Marruecos, para justificar el golpe de Estado de septiembre de 1923 que liquidó definitivamente el sistema político de la Restauración.