Instituciones Sociales: Un Enfoque Multidisciplinario

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Concepción de Institución

Perspectivas Teóricas

Desde la concepción positivista, la institución es un hecho social. Durkheim: Las instituciones son, antes que nada, el orden instituido, así como sistemas defensivos frente a la angustia. Monerot: La comprensión de las instituciones pasa por lo individual.

Berger y Luckmann: La transmisión del significado dentro de las instituciones se basa en el conocimiento social y se transforman en soluciones permanentes para problemas permanentes dentro de una comunidad. La institución propone un orden, legitima y proporciona valores. El funcionamiento de la institución requiere que sus significados se inscriban de manera indeleble en la conciencia del individuo.

Marcelo Percia diría que una institución es un barullo devastador, un estallido que arrasa con clasificaciones, estadísticas y esquemas, un hervidero de desconfianzas y complicidades... Como diría Kaminsky, todo puede hablar dentro de las instituciones en la medida que sepamos escucharlo. Porque no se trata solo de lo que una institución es, sino también aquello que ella cree ser.

Kaminsky señala la existencia de grupos objeto y grupos sujeto dentro de las instituciones. Mientras que los primeros están sometidos a las consignas instituidas (jerarquización institucional/verticalidad), su acción es la esperada, independientemente de si satisface o no las expectativas institucionales. Los segundos pueden desprenderse de la jerarquización, por lo tanto son más flexibles respecto al interés personal. Estos grupos no pueden sostener una posición instituyente de forma permanente, pero tienen vocación de "tomar la palabra", algo que los grupos objeto no pueden hacer, en tanto solo se limitan a repetir "al pie de la letra".

Castoriadis diría que la institución es una red simbólica en la que se combinan dos variables: un componente funcional y otro imaginario.

Las instituciones poseen un juego de fuerzas en tensión constante: lo instituido, lo establecido, resignado, en contra de todo cambio; y lo instituyente, la fuerza que se opone a lo instituido, portadora de innovación, cambio y renovación.

Tanto lo instituido como lo instituyente poseen una naturaleza dinámica, ya que uno ansía el lugar del otro.

Enfoques Institucionales

Lidia Fernández: La institución educativa es un objeto cultural que expresa cierta cuota de poder social. Fernández postula los siguientes supuestos que subyacen en los enfoques institucionales:

  • Existe en toda organización social cierto conocimiento oculto cuya revelación es evitada o impedida por medios represivos.
  • Este conocimiento oculto refiere a las causas de las diferencias sociales y de la enajenación, y por permanecer vedado, genera diferencias aún mayores.
  • Algunos sectores se benefician de este conocimiento oculto y elevan barreras para mantener la situación.
  • Los perjudicados por este conocimiento también son portadores de diferencias y defienden su concepción del mundo.
  • Para liberar el conocimiento, es necesario un movimiento social que procure la transformación de la enajenación y la injusticia.

Pero la institución, en última instancia, puede ser un espacio deliberativo, donde se propicie un estado de palabra. Los grupos pueden ser estados de la institución, una perspectiva. Lo grupal puede ser una turbulencia, un cuerpo desarticulado, una búsqueda de una mejor comunicación.

Cuando hablamos de institución, hacemos referencia a un objeto cultural que expresa la posibilidad de lo grupal o colectivo para regular el comportamiento individual.

Desde esta perspectiva, destacamos el poder social de las instituciones que deviene de las normas que se fortalecen en la organización social y se concretan en normas y valores en establecimientos. El hombre se desarrolla en relaciones pautadas por instituciones de diversos niveles de generalidad, que por el proceso de socialización se incorporan a su subjetividad y actúan como regulador social interno. Desde la infancia, el sujeto humano internaliza la primera autoridad, la paterna, en forma de normas cuya transgresión produce pánico y genera energía para internalizar otras normas sociales.

Relación Individuo-Normas Sociales

  1. La no adecuación a la norma lo excluye o expulsa del grupo.
  2. A través de ellas puede identificarse con otros y con el grupo.
  3. Son utilizadas como códigos de ordenamiento vincular.

Papel de las Instituciones

Ponen, configuran, establecen los marcos de referencia; su violación deriva en castigos externos o internos de la autoridad. Pero ese no es el único riesgo que corremos al desviarnos de los marcos normativos.

De lo expuesto, podemos definir una institución internalizada que ejerce una función reguladora; si fracasa, la protección de la norma es ejercida por el conjunto social, a modo de vigilancia y castigo. Este enfoque psicoanalítico nos lleva a enumerar los elementos que configuran la estructura de la institución y sus múltiples vínculos:

  1. Un conjunto de personas y su particular forma de organización que asegura su subsistencia.
  2. La serie de normas que sostienen esa organización.
  3. Los procesos de socialización y de control social que hacen de sostén.
  4. La tensión inevitable entre los deseos individuales y la necesidad de amoldarlos a la forma social admitida.

¿Qué ocurre cuando el conjunto social no es homogéneo? ¿Qué ocurre cuando grupos o sectores reclaman más poder, espacio, acceso a conocimientos, derechos?

Aquí aparece la tensión inevitable que, de no superarse por mandato de la normativa, atentaría contra la estructura misma de la institución.

Hasta aquí, iniciamos el abordaje del concepto de institución desde la propuesta de Lidia Fernández en su libro "Instituciones educativas".

"...en el núcleo singular de las instituciones educativas, me refiero al conjunto de rasgos que las diferencian de otras instituciones sociales, se halla de un modo incuestionable, al mismo tiempo que la razón de la esclavitud, la razón de la libertad."

[1] Fernández, Lidia: "Instituciones educativas" - Ed. Paidós. Cap. 1

La afirmación merece reflexión y debate. El individuo debe amoldarse a la cultura de un grupo y, a través del conocimiento, elaborar su propia conciencia de la individualidad. El poder de la institución educativa suele utilizarse para mantener las condiciones de vida social y, a la vez, encierra un enorme potencial para generar cambios en lo estatuido.

Las Instituciones Escolares

Surgimiento de la Escuela

¿Cuándo surgen las escuelas en el sentido actual del término? A partir de la revolución industrial de fines del siglo XVIII. El problema es encontrarle a este acontecimiento fundamentación teórica, surgida recientemente.

Michel Foucault: La aparición de la institución fábrica determinó la aparición de una serie de instituciones complementarias: la escuela, la cárcel, el manicomio, etc. Todas responden a la misma configuración institucional.

La cárcel cumple la función de modelo negativo, frente al modelo positivo de la fábrica. Persuade a la población campesina a trabajar en la fábrica. Esta persuasión es necesaria porque los campesinos pierden ciertas libertades: movilidad espacial y temporal, trabajar siguiendo los ritmos de la naturaleza y no los del reloj. La persuasión consiste en optar por la fábrica en lugar de la cárcel. Las prisiones existían antes de la revolución industrial, pero eran el lugar de espera de la condena, no la condena misma. La cárcel como modelo negativo apuntala y sostiene a la fábrica. Por eso en ella se prohíbe el trabajo. De este modo se logra que la condena a no trabajar fortalezca la convicción acerca de las bondades del trabajo fabril. Es la imagen invertida de la sociedad, su poder es más simbólico y ejemplar que penal y correctivo: absuelve a las otras instituciones de ser prisiones, por lo tanto, enmascara.

Para quienes no se dejan persuadir, surge el manicomio, un lugar del que no hay retorno. En Occidente, antes de la industrialización, el loco era un enfermo más. Solo con la revolución industrial aparece la locura, y el manicomio como institución que diferencia lo normal de lo anormal. Foucault caracteriza a la sociedad industrial como una sociedad ortopédica y disciplinar.

La escuela surge como institución preparatoria para el trabajo fabril. Su objetivo fundamental es disciplinar la mano de obra. Para lograr este objetivo, la escuela desarrolla tecnologías de manejo del espacio, del tiempo y del cuerpo del niño (aulas, ubicaciones fijas para cada alumno, formaciones, timbres, recreos, etc.).

El Panóptico

A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX se entra en la sociedad disciplinaria, en la Edad del Control Social. Jeremías Bentham programó el Panóptico, un modelo arquitectónico en forma de anillo con una torre central donde un vigilante puede observar a través de una mirilla todo lo que sucede en cada celda. El recurso de la mirilla es para que el vigilante pueda ver sin ser visto. Se trata de una vigilancia permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellos un poder. Más aún, se trata de que el de la celda crea que es visto aunque en la torre no haya ningún ojo, y en última instancia que internalice al ojo, transforme las cadenas externas en mentales, y quede garantizado así el funcionamiento automático, despersonalizado e inidentificable del poder.

El Panóptico es la utopía negativa de la sociedad en la que vivimos, una utopía que efectivamente se realizó. Todos nos encontramos en uno o varios de ellos. Además otro ojo vigila al vigilante, de modo que se construye una pirámide de miradas que significa la jerarquía institucional. Es una maquinaria que garantiza la asimetría y la diferencia.

El Poder Epistemológico y el Examen

Estas instituciones varían según los países y pueden ser estatales o extraestatales. Las funciones de esta red son varias. En primer lugar, permite el control sobre la casi totalidad del tiempo de los individuos, a fin de ajustar el tiempo al aparato de producción. En segundo lugar, controla el cuerpo, a fin de transformarlo en fuerza de trabajo. Pero, hay además una tercera función que consiste en la creación de un nuevo tipo de poder. Este poder es polimorfo pues es político, económico, judicial y también es un poder epistemológico, o sea es un saber de y sobre los individuos sometidos a observación y control. Se forma un saber extraído de los individuos a partir de su comportamiento. Este saber a su turno, permitirá nuevas formas de control. Entre los saberes que han surgido, Foucault menciona a la Psicología, a la Psiquiatría, a la Sociología, a la Pedagogía., o sea a las Ciencias Humanas. El Panóptico ha devenido laboratorio.

Las Ciencias Naturales se constituyeron antes de la revolución industrial sobre la base de la observación y la constatación de lo que efectivamente ocurre. A esta técnica, el autor la denomina la indagación. En cambio, el nuevo tipo de saber que surge del laboratorio panóptico, no se ocupa sólo de las conductas efectivamente realizadas, sino de las conductas potenciales de los individuos. Las ciencias humanas se apoyan en el examen.

El examen es una tecnología, un dispositivo de disciplina, es una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Allí, el poder que tradicionalmente era lo que se veía, pasa a ser invisible y el que ve, mientras que el sometido se transforma en objeto iluminado. La individualidad se transforma en documento captado e inmovilizado, descriptible y analizable. El examen hace de cada individuo un caso, un documento para una eventual utilización. Es el imperio de la norma y las desviaciones. Con el examen la escuela pasa a ser el lugar de elaboración de una pedagogía que funciona como ciencia.

El Saber del Poder y el Poder del Saber

El poder no es una forma, ni una propiedad; no está localizado en un lugar. Es un ejercicio, un juego de fuerzas. Como tal, tampoco puede anular al contrincante, pues se acabaría el juego. Las relaciones de poder suponen contrincantes libres. Una relación de sometimiento total no es una relación de poder, ya que el poder es una fuerza que tiene como objetivo otras fuerzas. Por ello todo poder supone y genera un contrapoder.

En su ejercicio al poder no le basta con prohibir. Debe esencialmente convencer, y para ello producir argumentos, discursos, formas, o sea un saber. Por eso si bien poder y saber son de distinta naturaleza, son complementarios, como dos caras de una misma moneda.. Todo poder configura un saber, y todo saber implica poder.

El poder circula por todo el cuerpo social, a través de capilares. Esta capilaridad o microfísica del poder nos ayuda a comprender cómo éste funciona en las instituciones escolares.

Surgimiento del Análisis Institucional

El análisis institucional aparece en una época histórica en la que resalta el influjo de las organizaciones en la vida individual y colectiva. En épocas de cambio acelerado, es más fácil detectar el armazón rígido de las organizaciones establecidas, instituidas en sus normas y valores. El movimiento del análisis institucional comenzará explicitando la dosis alienante propia de las organizaciones básicas de nuestra vida social: la escuela, el hospital, la familia, etc.; las organizaciones que tratan la alienación mental (manicomios), las organizaciones psiquiátricas van a ser, más concretamente, las primeras en merecer la atención del análisis institucional.

En el desarrollo del análisis institucional, podemos distinguir dos momentos: el que enjuicia la organización desde dentro, intentando salvaguardarla; el que enjuicia la organización desde fuera e intenta abatirla y destruirla confiando en la bondad del mismo cambio e, incluso, de la revolución social.

La Psicoterapia Institucional

El hospital psiquiátrico, reducto de marginados mentales, se concibió como asilo, como aislamiento de lo anormal frente a lo normal. El alienado mental es alguien que no se ajusta a los criterios de racionalidad establecidos y protegidos en nuestra sociedad. Aislar, negar la existencia, olvidar, etc., han sido formas históricas para desentenderse de aquellos cuya presencia cuestiona la inercia normativa de nuestros hábitos sociales. En el interior mismo del asilo se reproducen los esquemas sociales que miniaturizan los modelos relacionales de la sociedad. El hospital psiquiátrico rezuma jerarquía, estratificación social, desigualdad natural. En realidad, todas las organizaciones, en su empeño por prolongar su existencia, tienden a naturalizar, a biologizar las normas y valores sobre los que se hallan asentadas. Se considera la naturaleza como punto de referencia estable y permanente, menoscabándose así cuanto de pura construcción social tiene la normativa de las organizaciones culturales.

Incluso los responsables de las organizaciones están dispuestos a cambiar la organización a fin de asegurarse el mantenimiento de la institución. En un primer momento del análisis institucional, centrado en la institución psiquiátrica, el objeto no es tanto sobrepasar los implícitos de la institución, cuanto poner de relieve las internas contradicciones de su misma organización.

La primera psicoterapia institucional surge de la aplicación de los T-Groups en la socialización de los enfermos. Se les intenta rehabilitar, es decir, ajustar a las exigencias normativas del contexto social exterior. Se pretende anular en ellos las peculiaridades de su existir, la razón por la que la sociedad los considera alienados, marginados, desacordes con la norma social. El hospital psiquiátrico, una vez abandonada su explícita concepción carcelaria, se convierte en centro de terapia para el enfermo mental. Quien allí entra se ve sometido a un tratamiento que aplica a menor escala los esquemas constitutivos de la sociedad exterior. El hospital no pone en crisis la institución exterior; sencillamente, se la considera lugar privilegiado para adquirir los hábitos de conducta propios de la sociedad adulta imperante.

La Pedagogía Institucional

Junto al hospital, la escuela rezuma las contradicciones de nuestro contexto social. La institución escolar mediatiza hoy en día prácticamente la totalidad de las conductas de los hombres occidentales. En ella se consolidan los valores que enmarcan el deber individual, pese a que, cada vez más, el influjo del medio escolar se halle desbordado por el impacto de lo extraescolar. Pero aún así, la escuela constituye un lugar privilegiado de socialización y de influencia. Como órgano de socialización, la escuela fácilmente se alza como salvaguarda de los valores del grupo social en el poder, erigiéndose en correa de transmisión de la ideología dominante.

El movimiento de la pedagogía institucional se inspira en los principios filosóficos de Rousseau, en la orientación democrática de Dewey que otorga al grupo-clase la responsabilidad de la situación escolar, y en los principios psicosociológicos de la vida de los grupos.

Uno de los pilares puestos en tela de juicio se refiere al lugar del poder en la relación maestro-discípulo. La pedagogía institucional se inspira en la corriente libertaria que va a desembocar en la corriente autogestionaria. Durante años los pedagogos se centraron en el estudio de los aspectos didácticos (del cómo enseñar garantizando la transmisión del saber), en los aspectos psicológicos (del cómo conocer al sujeto a quien se enseña) e incluso en los aspectos psicosociológicos (del cómo conocer al sujeto en su situación concreta para mejor adaptarle el contenido a transmitir). Pero los roles básicos de la interacción pedagógica habían permanecido herméticamente clausurados. Los contenidos del rol de maestro y del rol de alumno no habían sido objeto de estudio. Ahora, cuando se analicen los implícitos de dichos roles, resaltará el peculiar reparto del poder entre las diferentes instancias de la institución escolar.

Preocupados por ajustarse a los moldes instituidos, los agentes de la institución (maestros, alumnos, administrativos, directivos) no supieron considerarse en cuanto sujetos. Sujetos con sus peculiaridades personales, cogidos en la trama social sin posibilidad de contestación. Poco a poco los sujetos de la institución toman conciencia de la fuerza instituyente que les define; y se muestran exigentes -por necesidad- en su participación institutiva. La fase de concienciación conlleva la repulsa de la escuela-cuartel: zona de socialización forzada al servicio de la ideología dominante.

En la línea de la pedagogía institucional cabe señalar tanto a quienes movilizan las fuerzas de potenciación individual, revelando sus posibilidades al insertarse en el grupo-clase (VAZQUEZ-OURY, 1967), como a quienes pretenden introducir la autogestión en la escuela (LOBROT, 1966; LAPASSADE, 1969; LOURAU, 1971) apoyados en la orientación no-directiva.

Para unos lo que importa no es el maestro, sino el grupo-clase. El profesor ha de actuar, no como "maestro", sino como el animador que con su palabra coordina la potencialidad del grupo-clase. La escuela es el grupo-clase. Dentro de esta orientación el maestro renuncia a su rol de formador para ajustar los niños al orden social de la ideología dominante; el maestro debe simplemente formar hombres.

Para otros (Lobrot, Lapassade) se trata de poner en evidencia la dominación burocrática existente en los centros escolares. La burocracia se reviste de competencia pedagógica, neutraliza, esteriliza la inquietud creadora y espontánea de alumnos y profesores. Los maestros, además, en su afán de dominación pedagógica, se identifican fácilmente con el poder burocrático, anquilosando así la capacidad revulsiva de su cometido. La escuela se convierte en la institución del saber. Y el saber como institución dispone de mecanismos de permanencia, que hallan su mayor defensa en la fría inercia y en la impersonalidad del funcionamiento burocrático.

¿Cuál será, pues, la función del maestro? Ser el monitor del grupo-clase organizando las posibilidades del grupo y haciéndole partícipe de cuanto sabe. Los alumnos han de poder levantarse contra la infecundidad del sistema burocrático. El maestro no es ya el transmisor de la cultura dominante, sino el instigador y creador de otros modelos sociales, como puede ser el modelo que otorga el poder al grupo para que se autogestione, etcétera.

La pedagogía institucional ha sabido revulsionar los sistemas pedagógicos tradicionales sembrando la inquietud renovadora en muchos maestros y llamando la atención sobre el poder institucionalizador de lo instituido frente a las fuerzas instituyentes de los sujetos reales de la institución escolar.

La Concepción Revolucionaria de las Instituciones

El movimiento de terapia institucional y de pedagogía institucional ha prolongado su planteamiento en una concepción destructiva, revolucionaria de las instituciones existentes. La antipsiquiatría (LAING, 1959; COOPER, 1970; BASAGLIA, 1974) como la anti-escuela (I.LLICH, 1970; CELMA, 1970) cuestionan no tanto las contradicciones de las instituciones terapéuticas y escolares, cuanto la existencia misma de dichas instituciones. Franca y llanamente, pretenden abolir esas instituciones por considerarlas totalmente irrecuperables: Intentar reformar lo irreformable representa una pérdida de tiempo. Lo más expedito y eficaz es renunciar a servir a tan putrefacto coloso para sembrar la semilla de un árbol nuevo hecha de autogestión e igualitarismo. Para enjuiciar el valor de institucionalización inherente a tales propósitos habrá que sopesar, sin duda, el afán constructivo de estos autores y contrastarlo con su capacidad de destrucción.

El movimiento institucionalista surge contestatario al descubrir niveles de análisis que enmascaraban la realidad de la escuela y de la organización terapéutica. Creemos que lejos de imposibilitar la reforma posible, en aras de la revolución utópica, el análisis institucional permite un nivel de lectura más comprensivo de la realidad social.

El Concepto de Institución dentro del Análisis Institucional

Desde el nacimiento del análisis institucional (1962) ha existido un empeño por elaborar sus contenidos teóricos. Uno de estos conceptos clave es el de institución. La noción de institución ha jalonado con contenidos diversos el desarrollo del movimiento institucionalista, cuando prácticamente había sido desechado por los teóricos del derecho. Ya en 1942, cuando nacen las prácticas de la psicoterapia institucional y, sobre todo, desde 1952, en que se oficializa el término de psicoterapia institucional, se hace uso del término institución.

En el lenguaje corriente institución se identifica con el establecimiento de salud. Habrá que curar, movilizar la institución para asegurar la curación de los enfermos. Habrá que institucionalizar mediante la participación y la autogestión (Tosquelles).

Luego, por institución, no se refieren ya al establecimiento, sino a los dispositivos (LAPASSADE, 1975) propios del establecimiento. Pero haciendo esto, el análisis permanece a nivel organizacional. Se estudian los sistemas organizacionales como conjuntos prácticos dirigidos a obtener determinados fines. Para el análisis institucional, el término institución se refiere al proceso de la organización, a los implícitos de la misma que no aparecen de modo inmediato, pero que le otorgan sentido. Últimamente para LAPASSADE (1975, p. 45) «la institución es el inconsciente político de la sociedad)). Al conocimiento de ese inconsciente se llega mediante la intervención; ésta procura vencer las defensas de los grupos y organizaciones con el fin de llegar a descubrir sus instituciones. De hecho toda institución crece en el seno de una organización, sea ésta económica, social, religiosa, educativa, etc. Así, organizaciones son, por ejemplo, la familia, la escuela, el hospital y la empresa.

La institución constituye lo informal, lo implícito de la organización, pues lo propiamente organizacional está hecho de modelos, funciones, medios, objetivos, es decir, aquello que constituye su existencia concreta, formal e inmediata. Refirámonos, pongamos por caso, a la institución matrimonial que puede proponerse formalmente la procreación y el equilibrio sexual de la pareja... pero, en realidad, institucionalmente, puede ser el órgano transmisor de los esquemas propios de la ideología en el poder respecto a las relaciones de dominación del hombre para con la mujer.

La institución refleja, mantiene y transmite elementos esenciales del sistema económico y sociopolítico establecido hic et nunc; elementos esenciales del sistema de referencia con respecto al cual las organizaciones adoptan unos u otros cuadros de normas y valores. De hecho en toda organización (manifiesta) hay una institución (oculta).

«Una institución es una organización en cuanto refleja, mantiene y desarrolla algo esencial al sistema económico, social y político en el cual participa objetivamente» (COTINAUD, 1976, p. 110). La institución es el producto de la sociedad instituyente en un momento dado de su historia y constituye algo así como la filosofía del momento, del hic et nunc. Así, la locura es la institución de la enfermedad mental y de la separación entre "locos" y "cuerdos"; la "adultez", la institución de la separación "niño"-"adulto". El adultismo será la ideología que legitime muchas represiones en el niño etc. «La institución sólo puede definirse por la dialéctica social permanente entre las fuerzas instituyentes y las fuerzas instituidas» (LAPASSADE, 1975, p. 20).

El análisis institucional, en su vertiente aplicada llamada socioanálisis, intervendrá en las organizaciones para esclarecer sus instituciones y detectar sus posibles contradicciones internas; tratará con ello de facilitar un sentido coherente a dichas organizaciones o, de no conseguirlo, urgir su propio aniquilamiento.

La institución queda definida por un conjunto de normas que la regulan. ¿Cómo surgen esas normas? Esta pregunta plantea todo el problema del establecimiento de una cultura hecha de tiranteces entre tradiciones, ideologías aceptadas y marginaciones individuales.

La institución, en contra de la corriente objetivista de Durkheim y de la orientación estructural-funcionalista de Parsons, no se limita a una realidad que existe, intocable, y heredable. La institución se halla en la dinámica de lo instituido y lo instituyente; es decir, en la tirantez de lo normalizado y lo creativo en el individuo. «La institución es la producción permanente de la dialéctica que enfrenta al instituyente y al instituido» (HESS, 1975, p. 79).

Sencillamente, lo instituido no explica la totalidad de la institución. Pues la posibilidad del devenir, de la adaptación del cambio dentro de la institución, proviene de su relación con el instituyente.

El hombre se halla aprisionado y facilitado por lo instituido. Lo instituido le limita sus opciones. Lo instituido es el deber por cumplir, el modelo a seguir, la norma a que ajustar su conducta. Pero, a su vez, lo instituido es cauce de facilidad, sendero hecho para un caminar orientado a metas bien precisas. Ahora bien, gracias a lo instituyente, el hombre puede rebelarse contra el aprisionamiento de la norma; y, llevado de su espontaneidad creadora, puede rehuir aquélla para así posibilitar el devenir de la institución. A la actitud pasiva frente a lo instituido, sustituye una actitud activa respecto a lo instituyente. La institución, pues, no se define solo como un conjunto de reglas exteriores al individuo y alienantes para él mismo, sino que incluye la dinámica del instituyente, anclado en la peculiaridad de cada ser humano.

La institucionalización se explicará como la resultante de la dinámica entre lo instituyente y lo instituido.

Tras el proceso de institucionalización, la institución tenderá a biologizar, a naturalizar sus normas a fin de facilitar su supervivencia. Lo que inicialmente eran simples reglas de juego, con toda la carga relativa que ello comporta, tiende a absolutizarse olvidando su carácter mediador respecto a objetivos concretos. Esta naturalización de lo instituido conlleva la fácil desadaptación a la realidad cotidiana, normalmente cambiante. Tal desadaptación finaliza en la esclerosis de la norma y en la pérdida total de su funcionalidad. Se cumple el deber por el deber, sin cuestionarse sobre lo fundado o infundado de dicho deber. Se biologiza la historia en la vida de las sociedades. La institucionalización corre el riesgo de desarrollar mentes dogmáticas, conservadoras, reaccionarias, incapaces de cuestionar lo instituido para mejor adecuar los medios a los objetivos establecidos.

La acción del instituyente se circunscribe a situaciones de crisis, de cambios, de revoluciones. Pero la capacidad de recuperación de lo instituido es tan grande que incluso se institucionalizan las efemérides de los acontecimientos revolucionarios. Al ritualizarse aquellos hechos, pierden su fuerza vivencial para ser meros recuerdos ahistóricos y desadaptados. No es que el pasado sea, forzosamente, un conjunto de elementos de institución; pero solo será instituyente si, desritualizado, incide en el presente y proyecta su fuerza en las exigencias que para el futuro implica revivir los hechos históricos. De lo contrario, ya hemos dicho, que la ritualización de los acontecimientos históricos está preñada de añoranza, conservadurismo, recuperación, institucionalización, de instituido.

El Poder como Institución

En el actual contexto de la psicosociología europea, las aportaciones teóricas de MOSCOVICI (1972, 1979) han señalado la incapacidad para explicar el cambio social desde el modelo de influencia estudiado por la psicosociología americana; un modelo que privilegia exclusivamente los efectos reguladores de las mayorías en pro de la asimilación normativa. Tal modelo explicaría la reproducción y la conservación, pero no la innovación.

Para Moscovici el cambio social se explica a partir de la influencia de los grupos minoritarios, marginados.

Frente a esta alternativa IBAÑEZ (1979) considera que el cambio social puede realizarse desde la acción misma del poder:

El poder no se limita a regular lo que ya está construido, el poder produce novedad, produce algo distinto a lo ya constituido, el poder produce conocimiento y ya sea por asimilación continua, ya sea por saltos realizados cada vez que se alcanza un cierto nivel de acumulación de elementos instituyentes, lo social se transforma bajo la acción misma del poder que asegura su conservación... El cambio social se explica desde el propio sistema social en lo que tiene de más estable e instituido. Lo instituido, el "poder establecido" es también instituyente y quizás el principal de los instituyentes. (p. 26-27).

Cuando hablamos de poder no queremos referirnos a la propiedad del ser, condición de su propia realización (SAVATER, F., 1978; TRIAS, E. 1977) sino a las relaciones de dominio que se establecen entre los sujetos. Dominio que se solapa bajo el caparazón de las ideologías hasta lograr que el sujeto se someta libremente y acepte libremente su propia sujeción (ALTHUSSER, L. 1967).

Podemos aludir a dos grandes formas de poder:

  • El poder descendente, que se explicita en la relación de mando-obediencia, es un poder represivo, impositivo para el sujeto y se constituye en pura fuerza instituida. Contra este tipo de poder y en aras de autónoma realización, se levantan las minorías como expresión de la fuerza instituyente, creativa, espontánea, que no se doblega al imperialismo de la inercia social. El poder descendente es un poder avasallador, que genera en sí mismo las condiciones de su propia subsistencia. Es el poder temible por su constante refinamiento y su evolución hacia mecanismos de control cada vez más sutiles.
  • Existe otra forma de poder, más universal, consustancial a la relación del tejido social que se infiltra hasta controlar el placer cotidiano (FOUCAULT, M., 1978 b). Nos referimos al poder ascendente como flujo inmanente de lo social. Es el poder que produce saber. Y en cuanto tal puede instituir el cambio social. El poder ascendente incide en las relaciones sociales que necesariamente constituyen el entramado vital del conjunto social.

El poder es institución inmersa en la dialéctica de toda institución entre lo instituido y lo instituyente. El poder es el flujo inmanente de lo social, el inconsciente político de lo social. El poder, como institución, es transcendente a la realidad concreta. El poder no se agota, se recrea, renace por el impulso creador de sus fuerzas instituyentes que son condición de arraigo, de mantenimiento. El poder solo descendente refleja una sociedad enferma, alienada. El poder ascendente refleja una sociedad sana, reivindicativa, dinámica, en permanente desequilibrio debido a la riqueza variada de las interrelaciones que mantienen entre sí los sujetos que la integran.

El poder es equilibrio entre: el mantenimiento de lo instituido que satisface la necesidad de seguridad del hombre, y el impulso de lo instituyente que satisface la necesidad de evolución, de crisis, de cambio, de novedad del hombre.

El poder es adaptación, es inteligencia relacional en tanto en cuanto sobrevive en una sociedad sana hecha de permanente dialéctica entre fuerzas instituyentes.

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