La Inspiración Bíblica y los Criterios de Canonicidad en la Doctrina Cristiana
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Desarrollo del Concepto de Inspiración Divina
En un primer momento, se utilizó la analogía del 'instrumento', por medio de la cual se comparaba al profeta con un instrumento musical tocado o pulsado por Dios, por la Palabra o por el Espíritu. Otra analogía utilizada es la del 'dictado', que acentúa el carácter de autor del Espíritu Santo.
Dios, Autor de las Escrituras
A partir del siglo IV, se encuentra la afirmación de que Dios es autor de las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. La inspiración, por lo tanto, es un elemento complementario de la revelación, mediante la cual el profeta es elevado a un nivel superior por obra del Espíritu Santo, lo que le permite percibir y comprender la verdad (el conocimiento de Dios).
Definición del Concilio Vaticano I
El Concilio Vaticano I, al definir que «La Iglesia considera dichos libros sagrados y canónicos... porque, inspirados por el Espíritu Santo, tienen a Dios por autor y como tales fueron entregados a la Iglesia», por primera vez definió la inspiración y la relacionó estrechamente con la idea de Dios como autor.
El Espíritu Santo Actúa en el Autor Humano
El Papa León XIII describe la inspiración diciendo que el Espíritu Santo «con su virtud sobrenatural excitó y movió a los hagiógrafos a escribir y asistió a los que escribían, de forma que concibieran rectamente todas y solo aquellas cosas que Él mandaba, las escribieran fielmente y las expresaran de modo adecuado a la verdad infalible. De lo contrario, no sería Él el autor de toda la Escritura».
Importancia de los Géneros Literarios
Pío XII dio gran importancia a los géneros literarios, a través de los cuales se puede encontrar el sentido genuino que el autor sagrado ha querido expresar, realzando la figura del hagiógrafo.
FALTA
La Inspiración Bíblica según el Concilio Vaticano II
Según el Concilio Vaticano II, la doctrina acerca de la inspiración no está orientada hacia la inerrancia; su doctrina central es la doctrina sobre la revelación, la cual tiene su plenitud en Cristo. Sin embargo, reconoce el aporte humano del escritor sagrado:
- La elección divina para ser transmisor cualificado de la revelación;
- La plenitud de sus facultades humanas, que no son menoscabadas por la actuación divina;
- Y el verdadero carácter de escritor.
Al ser inspirado por Dios, el hombre no queda anulado; permanece libre y en su escrito deja percibir los rasgos propios de su personalidad.
El efecto primero y más propio de la inspiración es transmitir y conservar la verdad de la salvación. Por ello, la Escritura, por ser palabra inspirada, contiene la doctrina y la fuerza de la salvación. Ella no solo enseña, sino que además obra sobre nosotros, ya que contiene la revelación, la Palabra de Dios.
Criterios de Canonicidad de los Libros Sagrados
Los 4 criterios de la canonicidad son:
Origen Apostólico
Solo se consideran canónicos aquellos libros que pertenecen al período de la revelación fundante, que culminó con la venida de Cristo y la actividad de sus Apóstoles, los cuales dieron testimonio del acontecimiento central de la fe —la muerte y resurrección del Señor— y organizaron la Iglesia bajo la guía del Espíritu Santo. Por lo tanto, son aquellos libros que «confirman la realidad de Cristo y van explicando su doctrina auténtica, proclaman la fuerza salvadora de la obra divina de Cristo, cuentan los comienzos y la difusión maravillosa en la Iglesia o predicen su consumación gloriosa».
Uso Litúrgico
La Iglesia primitiva muy pronto comenzó a incorporar en la liturgia los escritos que consideraba de origen apostólico, porque veía en ellos documentos escritos que participaban de la autoridad del testimonio y de la enseñanza oral de los Apóstoles. Apostolicidad y tradición litúrgica deben ir estrechamente ligadas para ayudar a comprender este proceso de reconocimiento por parte de la Iglesia.
La Pureza del Evangelio
Es la conformidad con el mensaje esencial. De esta manera, el criterio de la verdad fue importante, ya que en la era apostólica hubo no solo libros canónicos, reconocidos por la Tradición, sino también una serie de escritos que, aunque se referían a la vida de Jesús, sin embargo, no estaban en conformidad total con el Evangelio.