Inseguridad en Argentina: Desafíos Sociales y la Autodefensa Ciudadana
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La Inseguridad como Realidad Cotidiana
La evidencia de que más personas mueren a diario abatidas en el curso de un asalto a mano armada, o como víctimas fortuitas de un cruce de fuego entre policías y ladrones, o entre delincuentes y asaltados que han aprendido a defenderse por sí mismos, forma parte hoy del duro panorama cotidiano que ofrecen Buenos Aires y el país entero. Hasta se diría que ocurre como si la escenificación del mal —un mal no metafísico, sino delictivo, craso y demoledor— hubiese escapado de los marcos ficcionales que antaño le conferían, al menos, dignidad literaria, para volverse mera estadística desdichada o motivo de estrategias disuasivas muy poco originales o incapaces, todavía, de imponer una solución duradera a un daño creciente.
De hecho, es difícil que hoy no conozcamos a alguien que haya sido asaltado una o más veces en el término de, al menos, dos años, o que haya sido víctima de algún intento de robo, o bien testigo impotente de un hecho de violencia en plena calle.
El Surgimiento de la Autodefensa Ciudadana
Esta especie de Llanero Solitario, rara vez vocacional (el ejemplo no sería precisamente el ingeniero Santos), encarna en un farmacéutico de Barrio Norte o en un quiosquero de Saavedra, personas normalmente inofensivas y pacíficas, convertidas de la noche a la mañana en defensores armados de su integridad personal, de la de sus familias y bienes materiales.
Impacto Social de la Violencia Urbana
Esta otra novedad de la violencia en las calles (¿es justo habituarnos al maltrato criminal y responder con nuestras propias manos?) modifica nuestros puntos de vista respecto de la vida en las grandes ciudades y plantea nuevas preguntas sobre el destino gregario de la gente, sobre todo cuando ninguna clase social está a salvo del frenesí y la agresividad delictiva que se ha desencadenado como un azote, tanto sobre el marginado habitante de la Villa 31 de Retiro como sobre el próspero empresario de Barrio Parque.
Las Raíces de la Delincuencia: Desempleo y Desigualdad
La violencia de los asaltos, los excesos de crueldad y el hecho de que entre los integrantes de las bandas se encuentren jóvenes cada vez más jóvenes y drogados, pintan un cuadro de exclusión cuyos orígenes se encuentran seguramente en los tres millones de personas desocupadas y subocupadas que todos los sondeos, con diferencias poco significativas, coinciden en registrar. Si se piensa que esas personas carecen en Argentina de todo sustento asistencial, no es demasiado complicado llegar a conclusiones que pongan el mayor énfasis en problemas sociales de difícil solución.
A menos que, como suele ocurrir con escandalosa frecuencia, el motivo del crimen sea el hambre, y, entonces, ¿a quién atribuir la vergüenza y la culpa? El hambre, es cierto, admite algunas subdivisiones: hay hambre tanto de droga como de pan, lo cual, en el fondo, quizá termine por formar parte del mismo problema.
El Vacío Social y la «Telerrealidad»
Nadie mira tanta televisión como una persona desocupada; nadie se hunde tanto en fantasías nihilistas donde no queda espacio para la verdadera esperanza, aunque sí, paradójicamente, para el tormento de los deseos insatisfechos. Este espacio, o vacío, de la vida civil, ocupado tan solo por la «telerrealidad», plantea un problema decisivo a las democracias modernas: si la finalidad de un régimen abierto consiste en asegurar el respeto de cada uno en el ejercicio de una libertad que borre todas las diferencias de oportunidades, ¿cómo hacer para que la realidad económica no desmantele la realidad política, provocando humillaciones, amarguras y resentimientos entre quienes quedan al margen del proceso de desarrollo?
La Peligrosa Vía de la Justicia por Mano Propia
Por lo demás, la figura del héroe anónimo, aquel que hace justicia por sí mismo, no es un buen signo: pasar de la dimensión doméstica a la dimensión trágica significa asimilar una alteración brusca en las ideas que uno tiene sobre el valor de la vida, y quien mata a otro, aunque lo asista la razón y la justicia contemple favorablemente su actitud, ha de sentir que pisó un terreno al que nunca debió ser empujado.
Un Símbolo de la Aberración
Nada más representativo de esta aberración que la casa con rejas, visible desde la autopista Arturo Illia.