La Inmersión del Lector en 'Continuidad de los parques' de Cortázar: Ficción y Realidad Convergentes
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La Convergencia de Mundos en 'Continuidad de los parques'
Existen, para Cortázar, mundos paralelos que no podemos verificar; sin embargo, como también existen fisuras en esos mundos, a veces logramos ver algún aspecto de ellos. Esta Continuidad de los parques es el punto de fuga, el umbral por el que se transita de una ficción a otra. La conexión entre estas ficciones se establece a través de los parques: uno, el del lector de la novela; y el otro, un bosque donde se ubica la cabaña en la que se reúnen los amantes. Ambas ficciones convergen, pues nos encontramos ante la literatura fantástica. Este concepto implica la aparición de un ambiente cotidiano donde surgen elementos inusuales, hasta que en esta atmósfera irrumpe un componente fantástico, inexplicable y sobrenatural, que amenaza a los personajes.
Para Cortázar, la literatura es un juego en el que el lector debe ser partícipe; de lo contrario, carece de sentido, no solo el juego y la literatura, sino la existencia misma del hombre.
El Lector Pasivo: Un Viaje Inconsciente
En la primera parte, se nos presenta al lector de la novela. Este es un lector pasivo, que no se compromete con la lectura, que se deja llevar por ella y que lee para evadirse. Había comenzado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes y la reabrió al regresar en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama y por el desarrollo de los personajes.
Seducción y Pérdida de Control
Este lector no realiza un esfuerzo consciente al leer, pues retiene únicamente lo necesario para comprender superficialmente la trama: los nombres y las imágenes. Esto no implica que comprenda realmente lo que lee. Ve y no ve. Mientras los protagonistas de la novela planean su crimen, él observa sin comprender realmente lo que sucede.
Entre la ilusión novelesca y el lector se produce un juego de seducción: la ficción lo cautiva de inmediato, él se deja seducir, y esto implica la pérdida del control sobre la situación. Esta relación lector/novela comienza a asemejarse a una relación sexual, hombre/mujer. A través de la expresión «gozaba del placer casi perverso», podemos identificar esta conexión. Este juego erótico genera un placer, y la perversión reside en dejarse arrastrar por la ficción de la novela, mientras, paradójicamente, se toca el terciopelo verde para recordar la realidad circundante.
La Transición Narrativa y los Amantes
Observamos la transición a la segunda parte de la narración, marcada por un cambio en el ritmo de la historia y en el punto de vista del narrador. Ahora, el narrador se adentra en la mente del lector de la novela y, desde esa perspectiva, relata lo que este está leyendo. A su vez, la narración adquiere un carácter cinematográfico, dado que predominan las imágenes. Se presentan a los protagonistas de la novela: la mujer y el amante, y la acción se torna vertiginosa. La mujer se muestra «recelosa», es decir, se siente temerosa y desconfiada. Se siente observada, y en efecto lo está. Sin embargo, quien la observa no sabe qué está viendo en realidad. Si el lector fuera un hombre, ambos estarían perdidos, porque no sería un mero testigo, sino un cómplice o un estorbo para sus planes.
La Relación Vampiresca y Ritualística
Entre ellos no solo existe una relación de amantes, sino también una relación vampiresca. Ella besa a su amante y, con ese gesto, limpia la sangre de la herida.
La relación entre ellos posee otra característica: la de un ritual. Su encuentro es una «ceremonia», algo sagrado, pero que se repite siempre de la misma manera.