Inicios y Desarrollo de la Revolución Industrial en España: Un Enfoque Regional
Enviado por Chuletator online y clasificado en Historia
Escrito el en español con un tamaño de 7,04 KB
La Primera Revolución Industrial en España: Un Desarrollo Tardío y Desequilibrado
Introducción
El desarrollo industrial en España durante el siglo XIX se circunscribió a zonas costeras relativamente reducidas, como Cataluña o el País Vasco, debido a su fácil accesibilidad por mar y su proximidad a las potencias más avanzadas económicamente: Francia y Gran Bretaña. En comparación con estos países, se puede afirmar que la Revolución Industrial en España fue tardía, incompleta y desequilibrada, tanto geográfica como sectorialmente.
Las causas de esta situación fueron diversas:
- Escasez de materias primas y de carbón.
- Graves problemas políticos.
- Política proteccionista.
- Orografía del país, que encarecía la red de comunicaciones.
- Atraso tecnológico.
- Debilidad del mercado interior.
- Falta de capitales (la mayoría de los españoles de la época eran campesinos pobres, y muchos ricos habían invertido su dinero en tierras desamortizadas en lugar de en la industria).
Estos factores nos hicieron depender técnica, financiera y energéticamente del exterior.
Desarrollo
El auge textil catalán
Al igual que en Gran Bretaña, la industria textil fue el motor de la Revolución Industrial en España, especialmente en Cataluña, con una tradición manufacturera desde la Edad Media. En 1830 comenzó a desarrollarse una industria textil moderna financiada por cultivadores de vid e indianos repatriados. La primera fábrica fue fundada por Bonaplata, que pretendía ser autosuficiente, fabricando sus propias máquinas. El gobierno llevó a cabo una política proteccionista, reembolsando parte de la inversión a Bonaplata y prohibiendo la entrada en España de productos textiles extranjeros.
Este despegue se vio frenado por la Primera Guerra Carlista y el movimiento ludita (se incendió la fábrica de Bonaplata). No obstante, entre 1840 y 1861 se reactivó este proceso y se modernizó la producción. Las fábricas que aprovechaban la energía de la corriente de los ríos se trasladaron a la costa para pasarse a la energía del carbón. Paralelamente, los talleres tradicionales dieron paso a grandes naves industriales con multitud de obreros y grandes máquinas. Se trata de una doble transformación.
Los precios se abarataron y se consiguió abastecer el mercado interno y el de las restantes colonias. La industria catalana superaba a la belga y a la italiana. La Guerra de Secesión en EEUU (1861-1865) disparó el precio del algodón, por lo que la lana ocupó su lugar, con sus centros de producción en Sabadell y Tarrasa.
La minería
En un principio, la minería estaba a cargo de la Corona, luego del Estado. Fue a partir de 1868 cuando pasó a manos de compañías extranjeras mediante largas concesiones que modernizaron los procedimientos y agotaron los recursos. Estos fueron principalmente el plomo, el cobre y el mercurio. Durante casi todo el último tercio del siglo XIX, la extracción de plomo en España fue la más importante de todo el mundo. Algo semejante ocurrió con el cobre en el norte de Huelva, ya que compañías francesas e inglesas extrajeron dos terceras partes del cobre a nivel mundial hasta la I Guerra Mundial. La demanda de cobre había crecido por el tirón de la electricidad y de las aplicaciones del ácido sulfúrico. El mercurio de Almadén cayó en manos de la familia Rothschild. Casi todos los beneficios se perdieron para el país debido a las concesiones a estas empresas extranjeras.
La siderurgia
El desarrollo siderúrgico en España fue muy lento y retrasado. Solo a partir de 1880 se consolidó en Vizcaya una industria moderna de este tipo. El atraso se debió principalmente a la escasez del carbón de coque, pues el mineral de hierro sí que era abundante, pero hasta finales de siglo la demanda de este metal era reducida.
El primer intento de instalar una industria siderúrgica en España surgió en Málaga. En 1832 funcionaban los Altos Hornos de La Concepción en Marbella y La Constancia en Málaga. Más tarde, en Asturias, se fundaron el Alto Horno de Mieres y la Sociedad Metalúrgica Duro y Cía en La Felguera. La industria asturiana desplazó a partir de 1865 a la andaluza. En las últimas décadas del siglo XIX, la siderurgia vasca tomó el relevo, convirtiéndose en el símbolo de la siderurgia española, gracias a la abundancia de mineral de hierro, la disponibilidad del coque inglés y el capital acumulado por empresarios vascos. En 1860 la empresa Ybarra y Compañía instaló Altos Hornos en Baracaldo.
Otras industrias
Se desarrollaron también otras industrias, como la mecánica (sobre todo en el País Vasco), la química (ligada a la fabricación de colorantes, explosivos y abonos), la eléctrica (aparece el alumbrado público) y la alimentaria.
El transporte y sus modificaciones
El transporte fue uno de los obstáculos para la modernización económica del país. A pesar del notable programa de construcción de carreteras emprendido a partir de 1840, los progresos fueron insuficientes. El transporte fluvial era casi despreciable, mientras que el marítimo experimentó un considerable desarrollo gracias a la mejora de los puertos y la introducción del vapor a finales de siglo.
Construcción de la red ferroviaria
La primera ley de 1844 lo dejaba en la iniciativa privada. Tan solo se construyeron unas pocas líneas, como la de Barcelona-Mataró o la de Madrid-Aranjuez. Además, se cometió un grave error técnico que pesaría hasta nuestros días: el ancho de la vía era superior al establecido en Europa. El impulso vino con la Ley General de Ferrocarriles de 1855, de los progresistas. La consecuencia fue la dependencia total del capital extranjero y de sus locomotoras y raíles, en detrimento de la siderurgia española. El Estado otorgaba ciertas ventajas fiscales a las empresas constructoras. Además, la Ley Bancaria de 1856 permitió la rápida formación de un sistema bancario para, entre otras cosas, financiar el ferrocarril, el cual se construyó con retraso y precipitación. Se ha criticado su trazado radial y la mala calidad de las infraestructuras. Por otra parte, tuvo gran peso en el empleo y la demanda de carbón.
Conclusión
Para hacer un balance final, cabe desterrar la idea de fracaso, pues la Revolución Industrial se llevó a cabo, aunque de forma incompleta, ya que no caló en muchos sectores, y desequilibrada, porque estos sectores no se desarrollaron a la par y porque no cuajó salvo en zonas determinadas. En cuanto a su carácter tardío, lo fue respecto a la Europa occidental (y EEUU), pero no al resto del continente.