Mi infancia según Roald Dahl: Memorias de un joven Boy
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Capítulo I: Papá y Mamá
El padre de Boy, Harald Dahl, era noruego, procedente de una pequeña ciudad llamada Sarpsborg. Se fracturó el brazo izquierdo a los catorce años; el médico, que llegó muy tarde y bebido, cometió un error y tuvieron que amputarle el brazo izquierdo. Harald y su hermano Oscar estaban muy unidos. Decidieron irse a un país grande, pero su padre se negó. Se escaparon de casa y llegaron a Francia. Viajaron hasta París y allí se separaron. Oscar se fue a La Rochelle y, cuando llegó a sus cuarenta años, era el hombre más rico de la ciudad. Harald se asoció con un noruego llamado Aadnesen y fundaron una empresa de armadores navieros en Cardiff, al sur de Gales. Harald se casó con una francesa llamada Marie, y también adquirió un local más grande. Al cabo de pocos años, compró una casa en el pueblo de Llandaff, donde Marie dio a luz a una niña y un niño, pero murió al dar a luz al niño. Harald se tomó unas vacaciones y regresó a Noruega, donde conoció a Sofie Magdalene y se casó con ella. Una vez regresaron, durante seis años tuvieron cuatro hijos: tres niñas y un niño, Boy. Eran seis hijos en la familia, por eso se compraron una casa más grande.
Capítulo II: Parvulario 1922-1923 (6-7 Años)
En 1920, la hija mayor de la madre de Boy, Astri, murió de apendicitis. Tenía seis años al morir. Astri era la predilecta de Harald, por lo que él quedó devastado. Estaba tan triste que, cuando enfermó, le dio igual vivir o morir, y falleció a los cincuenta y siete años. La madre de Boy había perdido una hija y un esposo en pocas semanas. Tenía cinco hijos que atender, tres de ellos propios, y aún esperaba otra criatura. Quería cumplir el deseo de su difunto esposo de que sus hijos asistieran a escuelas inglesas. Para ello, necesitaba trasladarse de Gales a Inglaterra. De momento, se mudaron a una casa más pequeña. Cuando nació la niña, vendió la casa grande y se mudaron a una aún más pequeña en Llandaff. Dos años después, con seis años, Boy asistió a su primera escuela. Los viajes de ida y vuelta entre la casa y la escuela de Boy en triciclo son sus únicos recuerdos de esa edad, pero eran muy divertidos y emocionantes.
Capítulo III: La bicicleta
Cuando Boy cumplió los siete años, su madre decidió que dejara el parvulario y asistiera a una escuela de chicos. Cerca de su casa había una escuela preparatoria para niños varones, conocida como la Escuela de la Catedral de Llandaff, que se alzaba bajo la sombra de la catedral. Uno de sus recuerdos es de su primer curso, cuando volvía a casa a pie. De repente, vio venir a un chico de doce años pedaleando en su bicicleta carretera abajo. Al pasar al lado de Roald Dahl, empezó a pedalear hacia atrás y soltó las manos del manillar. En ese momento, Boy quiso seguir sus pasos. En su segundo recuerdo, Boy tenía nueve años. En el camino de ida y vuelta, Boy y sus amigos pasaban por delante de la confitería. Con los seis peniques que les daban de asignación semanal, acudían a comprar dulces. El padre de un amigo de Boy era médico y contaba historias a su hijo para que no comiera dulces. El chico, Thwaites, explicaba las historias a sus amigos. La propietaria, la señora Pratchett, era muy tacaña y sucia.
Capítulo IV: El gran complot del ratón
La dueña de la confitería, la señora Pratchett, era muy tacaña, por lo que Boy y sus cuatro amigos le prepararon una gamberrada con un ratón muerto que encontraron. La idea fue de Boy: meter el ratón en uno de los tarros de caramelos. Ese mismo día pusieron en marcha su plan. Mientras cuatro entretenían a la señora Pratchett, Boy metió el ratón en el tarro. Cuando salieron, se echaron a correr. Boy se sentía un héroe.
Capítulo V: El señor Coombes
A la mañana siguiente, aún duraba la exaltación por la victoriosa hazaña del ratón muerto. La confitería estaba cerrada. Boy se fijó en un tarro roto en el suelo, con el ratón muerto a un lado. Marcharon a la escuela temiendo lo peor. Uno de sus amigos le hizo pensar que había matado a la señora Pratchett. Sonó la campana y echaron a correr. El señor Coombes, el director, los hizo salir al patio en fila. La señora Pratchett entró en el patio del recreo. Boy se sintió aliviado, ya que pensaba que la había matado. Ella se paseó buscando a los culpables, señaló a Boy y a sus cuatro amigos, y el director tomó nota.
Capítulo VI: La venganza de la señora Pratchett
Boy y sus cuatro amigos fueron azotados por el director en su despacho. La madre de Boy se enteró y, tras discutir con el director, decidió cambiar a Boy de escuela. Lo llevaría a una escuela inglesa, como quería su padre.
Capítulo VII: A Noruega
Boy pasaba las vacaciones de verano en Noruega, desde los 4 hasta los 17 años. El viaje era muy largo y tenían que utilizar varios transportes. En total, contando a Boy, eran diez los que viajaban. En Oslo, celebraban la gran reunión anual con su familia: bestemama y bestepapa. Pasaban la mayor parte del tiempo sentados: bestepapa en una silla fumando una extraordinaria pipa y bestemama en su mecedora, meciéndose. En el banquete anual, hacían «skaal» con las copas de licor levantadas.
Capítulo VIII: La isla mágica
Después de pasar una noche en casa de bestepapa y bestemama en Oslo, iban a embarcar en un vaporcito. Era el final del viaje. En la isla de Tjöme, se instalaron en un hotel sencillo. Los diez que eran se subían a la barca de remos. Iban hacia una lejana isla que solo ellos conocían. En años posteriores, la madre de Boy adquirió una lancha. Había cientos de islas para elegir y explorar. Por las tardes, pescaban.
Capítulo IX: Una visita al médico
De las vacaciones estivales en Noruega, Boy solo tiene un recuerdo desagradable: cuando le quitaron las vegetaciones. Su madre lo llevó al médico, aunque él no entendía muy bien por qué. Se las quitaron sin anestesia y cayeron en una palangana. Después, se marcharon a casa.
Capítulo X: El primer día
Con nueve años, Boy fue internado en una escuela cercana a su casa llamada St. Peter's. El primer día de curso, todo lo que Boy llevaba puesto era nuevo. Tenía un baúl nuevo y un cajón particular con su nombre. Solo Boy tenía la llave del cajón, que servía para guardar sus cosas valiosas. El director recibía a los padres y a los nuevos alumnos. Boy estaba asustado. Cuando su madre se marchó, echó a llorar.
Capítulo XI: Cartas a la familia
En St. Peter's, tenían una hora a la semana destinada a escribir cartas a la familia. Escribir cartas constituía una clase de ortografía y puntuación, porque el director patrullaba por las aulas mirando por encima de los hombros, señalando las faltas y asegurándose de que no decían nada malo de la escuela. Cuando encontraba una falta, la mandaba copiar, pero no la dejaba corregir en la carta. Así, los padres confiados pensaban que las cartas no eran censuradas por nadie.
Capítulo XII: La celadora
En los dormitorios de St. Peter's la celadora ejercía el mando supremo, cuando menos se lo esperaban, asomaba la cabeza en el dormitorio y mandaba a los que hacían escándalo al despacho del director. Una vez los hizo salir todos al pasillo para descubrir quien había tirado azúcar en el pasillo, como nadie dijo nada, les confiscaron los paquetes que les mandaban sus madres. Boy encontraba a faltar a su familia y su hogar. La celadora puso laminas de jabón en la boca de un chico que roncaba, empezó a salir espuma, y Boy pensaba que se ahogaría, les dejó claro que no se debía dormir boca arriba.
Capítulo XIII: Nostalgia
En todo su primer curso en St. Peter's, Boy encontraba a faltar a su casa y a su familia. Durante las dos primeras semanas quería simular un ataque fulminante de apendicitis aguda. Engañó a la celadora y al médico de su escuela, pero el doctor Dumbar era más competente y se dio cuenta, le hizo prometer que no lo haría más y le dejó quedarse en su casa tres días más.
Capítulo XIV: Un paseo en automóvil
En las vacaciones de Navidad, Boy y su familia salieron a dar el primer paseo e el primer automóvil que tenían, lo conducía la hermanastra de Boy, al llegar a una curva la conductora no supo que hacer y se fueron a estrellarse y empotrarse en el seto, Boy resulto herido, casi le saltó la nariz, volvieron al coche y fueron al médico, él le cosió la nariz, la madre de Boy le regalo un soberano de oro.
Capítulo XV: El capitán Hardcastle
El maestro al que Boy tenía más miedo en St. Peter's aparte del director era al capitán Hardcastle. La tomo con Boy. Cuando Boy hacía 2º curso le azotaron seis veces por pedir una pluma a su compañero delante de Hardcastle.
Capítulo XVI: El pequeño Ellis y el furúnculo
Durante el tercer curso en St. Peter's de Boy, él tuvo la gripe y en la cama de al lado estaba un niño de siete años llamado Ellis, tenía un furúnculo, una mañana vino un medico, le arrojó una toalla a Ellis y le cortó el furúnculo.
Capítulo XVII: Tabaco de cabra
Cuando Boy tenía nueve años su hermanastra se prometió para casarse. El prometido ese verano los acompañó a Noruega. Culpaban al novio de haber perturbado sus vidas familiares. Para vengarse Boy puso unas cagarrutas de cabra en su pipa, toda la familia lo observo pero no le dijeron nada. Cuando fumó lanzó un grito y pensó que le habían envenenado, y la hermana de siete años le explicó y todos echaron a correr.
Capítulo XVIII: Atuendo para la escuela superior
A los trece años Boy tuvo que ir a Repton(la escuela superior que él escogió). Boy pensaba que las prendas que tenían que llevar eran ridículas, pero nadie por la calle se fijaba en él cuando iban a coger el tren hacia Repton (Su madre solo le acompañaba a la estación).
Capítulo XIX: Los auxiliares
En Repton llamaban a los auxiliares boazers, tenían poder sobre los más pequeños. Cuando atizaban a alguien, en este caso Boy, todos observaban de cerca lo que le había hecho un boazer llamado Williamson, se quedaron sorprendidos de la manera como le había atizado.
Capítulo XX: El director
El director de Repton llegó a ser Arzobispo de Canterbury y coronó a la actual soberana en la Abadía de Westminster. Azotó diez veces a un amigo de Boy mientras le echaba un sermón y intentaba encender su pipa.
Capítulo XXI: Chocolates
A veces a cada alumno de Repton se le servían doce chocolatinas diferentes con números debajo y un papel para que pusieran una puntuación y observaciones. Con eso se inspiró para escribir uno de sus libros.
Capítulo XXII: Corkers
En Repton había un profesor de matemáticas llamado Crokers, nunca explicaba en sus clases nada que tuviera algo que ver con la materia que debería enseñar, solo hacían crucigramas, llevaba animales en clase y hacían cosas que divertían a sus alumnos.
Capítulo XXIII: Los asistentes
En Repton Boy pasó dos años como asistente, durante el segundo le instalaron en el cuarto de estudio del Jefe de Régimen Doméstico, Carleton, él tenía en su cuarto de estudio tres asistentes aterrorizados. Durante su primer año el boazer le ordenó sentarse en el retrete para calentarlo, lo hizo tan bien que le llamó durante todo el invierno.
Capítulo XXIV: Deportes y fotografía
A Boy se le daban bien los deportes, llegó a ser capitán de los cincos y capitán de squash, también se le daba bien la fotografía, organizó con su profesor de arte llamado Arthur Norris, una exposición en su ultimo curso con sus fotografías.
Capítulo XXV: Adiós a la escuela
Boy decidió que después de ir a Repton trabajaría, solicitó empleo en empresas como Shell Company (Departamento de Oriente) y otras por el estilo, se presentó en la entrevista de Londres y aun que habían pocas plazas, lo eligieron a él, después de un año los enviaron a Inglaterra a aprender técnicas de venda, allí vendía petróleo. Un día lo intentaron enviar a Egipto pero el prefirió África Oriental, le dijeron que seria solo por tres años, pero duró más.