La Industrialización en España: Avances y Limitaciones

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Carbón y Hierro

El aumento de la demanda de carbón fue propiciado por la máquina de vapor y el desarrollo de la siderurgia. Aunque los yacimientos hulleros (tipo de carbón mineral) españoles estaban distribuidos por diversas zonas, fue en Asturias donde la minería del carbón alcanzó mayor desarrollo debido a la abundancia de este combustible y a la facilidad para acceder al transporte marítimo.

La minería del hierro fue un sector que tuvo una importante expansión, sobre todo a partir de la difusión del convertidor Bessemer, que requería un mineral sin fósforo, una característica del hierro del País Vasco poco frecuente en el resto de Europa. El mineral vizcaíno contaba, además, con la ventaja de la proximidad de las minas al mar, lo que abarataba su transporte. La escasa demanda interior hizo que la mayor parte de la producción se destinara a la exportación.

El auge de las exportaciones convirtió a España en el principal abastecedor de mineral de hierro de Europa.

La Industria Siderúrgica

En la segunda mitad del S. XIX, la siderurgia fue el sector que acompañó al textil en el desarrollo de la industria moderna. Estuvo muy ligada al desarrollo de la minería de hierro y del carbón, ya que las elevadas temperaturas requeridas en altos hornos para la obtención de hierro laminado necesitaban combustible en grandes cantidades.

Los primeros intentos de crear una siderurgia moderna se desarrollaron a partir de 1826 en Málaga. Sin embargo, esta primera tentativa fracasó por el uso de carbones vegetales, que elevaban los costes de producción y hacían insoportable la competencia. En consecuencia, la siderurgia malagueña entró en una definitiva decadencia a mediados del S. XIX.

Los yacimientos de hulla de Asturias convirtieron esta región en el centro de siderúrgica de España entre 1864 y 1879. Sus minas de carbón favorecieron la localización de la siderúrgica, a pesar del escaso poder calorífico de la hulla asturiana. La producción de hierro creció con rapidez y mantuvo su superioridad hasta finales del S. XIX, cuando la llegada del carbón galés, de gran poder calorífico, hizo perder competitividad a las empresas asturianas.

¿Qué Diferencias Presentaba la Industrialización en España Respecto a Otras Economías de Europa?

A principios del S. XX, la economía española seguía siendo principalmente agraria, incapaz de competir en el mercado internacional, y la participación de la industria en la renta nacional no superaba una quinta parte del total.

Debe tenerse en cuenta cuestiones como la posición geográfica de España, que implicaba costes de transporte más elevados, tanto para la adquisición de materias primas como para las exportaciones. También hay que considerar la escasez de recursos naturales como el carbón de calidad o el hierro, y la falta de recursos hídricos en buena parte del territorio español.

Pero, sin duda, existen otras causas de mayor importancia. En primer lugar, el atraso agrario y la falta de modernización de la agricultura limitaron la capacidad para adquirir productos manufacturados de una gran parte de la población. La industria tenía una demanda reducida y pocos incentivos para aumentar la producción.

En segundo lugar, la gran cantidad de capitales absorbidos por la deuda pública a elevado interés tuvo repercusiones negativas, pues en otras circunstancias hubiesen podido ser invertidos en actividades productivas e industriales.

Por último, la industrialización estuvo focalizada en Cataluña y el País Vasco y no se consiguió expandir a otras zonas del territorio peninsular hasta el S. XX.

La Insuficiencia de los Transportes

A mediados del S. XIX, en España, el atraso de los transportes era notable en relación a otros países del continente. Contaba con menos de diez mil kilómetros de carreteras y caminos. Además, no existía una red hidrográfica que permitiese el transporte fluvial como en otros países europeos.

Por ello, a los muchos problemas económicos se unía la falta de una red de transportes que facilitase los intercambios y permitiera que el trigo de las zonas de la Meseta llegase a la zona mediterránea, por ejemplo.

Así pues, el ferrocarril se vio como la oportunidad para intentar vertebrar un mercado nacional que impulsara la economía, tanto por la gran velocidad que alcanzaba, como por la reducción del coste del transporte de mercancías y pasajeros.

La Construcción del Ferrocarril

El primer trazado ferroviario español fue inaugurado en 1848 para unir Barcelona y Mataró. A pesar de las iniciativas posteriores, la construcción de una red amplia tuvo que esperar a la Ley General de Ferrocarriles, de junio de 1855. Se abrió entonces una etapa de intensa construcción, durante la que se tendieron más de 5.000 km entre 1856 y 1865.

La crisis financiera de 1866 provocó el hundimiento de las acciones del ferrocarril en la Bolsa y la paralización de las construcciones, que se reemprendieron en el periodo de 1876-1885 con la construcción de unos 3.000 km más de vía, y que continuaron en el S. XX.

La rapidez en la construcción y el enorme volumen de capitales movilizado se explica por las subvenciones que ofreció el gobierno a las compañías ferroviarias por kilómetro de vía férrea construido.

Otras decisiones estatales, derivadas de la Ley General de ferrocarriles, condicionaron la historia económica de España en las décadas siguientes:

  • Se consolidó la estructura radial de la red ferroviaria española, con centro en Madrid. Los motivos tienen que ver con el deseo de consolidar un Estado centralizado, articulado a partir de la capital.
  • Se estableció un ancho entre carriles mayor que el de casi todas las líneas europeas. Esto no se hizo para evitar una hipotética invasión desde Francia, sino por motivos técnicos (instalar calderas de vapor más grandes, que aumentaran la potencia de las locomotoras para superar pendientes mayores).
  • Se autorizó a las compañías a importar libres de aranceles todos los materiales utilizados en la construcción ferroviaria y, por ello, hasta 1887, la importación se realizó sin ningún impuesto.

Ferrocarril y Mercado Interior

A pesar de las limitaciones de su construcción, de la deficiente explotación y de las concesiones a compañías extranjeras, el ferrocarril resultó indispensable para dotar a España de un sistema de transporte masivo, barato y rápido que pudiese favorecer el intercambio de personas y mercancías y aumentar el comercio interior.

Sin embargo, el principal problema para articular el mercado interior fue el escaso desarrollo industrial de muchas regiones españolas y el hecho de que en ellas predominase una economía agrícola con una productividad muy limitada y una escasa capacidad adquisitiva de una buena parte del campesinado español. Esta falta de demanda dificultó el crecimiento de la producción y redujo el volumen de los intercambios interiores.

El Comercio Exterior

:La energía del vapor se aplicó a las embarcaciones y la navegación se convirtió en un elemento dinamizador del comercio a larga distancia. Durante el S.XIX se produjo un incremento del comercio exterior. Las exportaciones crecieron por encima del PIB, a un ritmo similar al del conjunto de las Europas, mientras las importaciones lo hicieron a una tasa ligeramente menor. A principios del S. XIX, las exportaciones más relevantes eran el aceite y el vino, y las importaciones, los tejidos de algodón y de lineo. A finales del siglo, los minerales y los tejos de algodón se habían sumado a los productos agrarios en las exportaciones, y el algodón en rama y el carbón habían pasado a ser las dos principales importaciones. Sin embargo, el peso predominante de los productos agrarios pone de manifiesto los límites de la transformación económica y el escaso desarrollo del sector industrial. Tras la pérdida de las colonias americanas, a partir de 1850, España fue vinculándose cada vez más a las economías más avanzadas de Europa. LIBRECAMBIO FRENTE A PROTECCIONSIMO La creciente vinculación comercial cn el resto de Europa fue inseparable de la política comercial, centro del gran debate económico del S.XIX entre librecambistas y proteccionistas. Los librecambistas defendían que la libre entrada de productos extranjeros estimularía la competitividad y la especialización de la industria española, mientras los proteccionistas eran partidarios de poner obstáculos a la competencia exterior para fomentar el desarrollo de la producción interna. Los industriales textiles catalanes, los cerealistas castellanos, el sector carbonífero asturiano y los siderúrgicos vascos presionaron siempre a los gobiernos liberales para conseguir protección a sus productos. La política arancelaria de los sucesivos gobiernos evoluciono siguiendo las pautas de las naciones más influyentes de Europa. De una primera etapa de avance del librecambio hasta 1870, se pasó a otra dominada por el proteccionismo. Se ha defendido que esta política proteccionista obstaculizó la vinculación con el mercado internacional, abastecedor de las nuevas tecnologías, y frenó la especialización de la producción. De este modo, el proteccionismo sería una de las causas más destacadas de la debilidad del desarrollo industrial. Pero quizá resulte exagerado responsabilizar a la política arancelaria del atraso industrial español, que fue motivado por múltiples factores: inestabilidad institucional, subdesarrollo agrario, ausencia de reforma fiscal, apropiación de casi todo el excedente (que sobra) por parte de sectores sociales improductivos, etc. Y todo ello en un marco geográfico en el cual los recursos naturales eran poco favorables para impulsar un crecimiento económico como el de Gran Bretaña.

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