La Indumentaria a Través de la Historia: Concepto, Funciones y la Fuerza como Motor Evolutivo
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1. Concepto de Traje o Indumentaria: Vestido y Desnudo
Denominamos traje o indumentaria a cualquier transformación deliberada del aspecto natural del cuerpo: peluquería, maquillaje, mutilación, deformación, cicatrización, tatuaje, etc., y, por supuesto, a la cobertura —unas veces ocultación, otras revestimiento e incluso investidura— con pieles y materiales tejidos.
Pero el traje es la suma de esas manipulaciones (vestido) y de las zonas corporales que no reciben aditamentos (desnudo). El vestido y el desnudo funcionan como dos opuestos complementarios que generan el traje de cualquier civilización. En las antiguas civilizaciones mediterráneas (Egipto, Grecia), así como en numerosos pueblos primitivos, el desnudo predomina sobre el vestido. La historia del traje puede contarse como una relación entre estos dos componentes.
2. Funciones de la Indumentaria
No se conoce civilización pretérita o actual en todo el mundo que prescinda de vestidos. Cuando menos habrá un lóbulo agujereado, un segmento de piel maquillado, un órgano enmascarado o destacado. En consecuencia, el vestido no acompaña al ser humano desde su origen para protegerse del clima, visto que lo encontramos en regiones calurosas, templadas y frías, y que en ninguna de ellas los animales se abrigan. Otra cosa es que gracias al vestido, en tanto que instrumento protector, los humanos hayamos podido colonizar parajes de climas extremados e insoportables para nuestro débil pelaje.
Entonces, ¿qué papel desempeña toda la indumentaria no protectora (tatuajes, peinados, minifaldas, zapatos de plataforma), que constituye más del 90% de los artículos vestimentarios en toda sociedad?
3. La Fuerza: Ideal y Motor del Traje en Sociedades Patriarcales
De todas las funciones, solo una parece promover la evolución del vestido: la fuerza. La virtud física, apoyada por su trasunto moral (bravura), constituye un ideal determinante de la historia de la indumentaria. Y lo es porque le pertenece particularmente al varón, que desde antiguo se ha arrogado el mando. Nótese que el varón nunca ha censurado la exhibición de su torso y exalta las virtudes físicas de resistencia y fuerza, al tiempo que trata de convencer a la mujer de que su belleza se ve realzada con la debilidad. Lástima que la debilidad no sea una virtud.
El traje surge como un medio para subrayar la fuerza y el valor, esto es, la capacidad de control: cicatrices y mutilaciones voluntarias inician la historia de la indumentaria como símbolos de fortaleza. Lógicamente, el ser humano juzgado más admirable ha de ser el guerrero, aquel que hace gala de su virtud. Como en la construcción de la identidad las personas tendemos a reproducir la imagen de aquellos a los que admiramos, en nuestro deseo de obtener la misma consideración social, el vestido ha seguido, siglo tras siglo, el ideal del varón guerrero. Así, como regla general para la historia del traje, todas las innovaciones aparecen primero en el traje militar, después son incorporadas al traje civil masculino y finalmente al traje civil femenino.