El Impresionismo: Orígenes, Técnicas y Figuras Clave

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El Impresionismo: Un Nuevo Camino en la Pintura

El grupo de jóvenes pintores franceses que inician esta nueva vía recibirán, al principio burlescamente, el nombre de impresionistas. Sus obras tienen dificultades para ser aceptadas en los Salones o Exposiciones Nacionales, y lo hacen en otros alternativos: el Salón de los Rechazados (1863), o la Exposición Cooperativa de 1874. No existen unas características homogéneas válidas para todos estos pintores. En realidad, el impresionismo es un momento de equilibrio inestable entre la pintura tradicional y los posteriores movimientos que rompen definitivamente con la forma de pintar que se inició en el Renacimiento.

Características Principales del Impresionismo

La preocupación mayor de casi todos era captar el momento, el efecto efímero de la luz cambiante sobre las cosas. Por ello copiaban del natural, fuera del estudio (algunos románticos y realistas tomaban apuntes del natural, pero el cuadro lo realizaban en el taller): la comercialización de tubos de pintura industriales facilitó ahora las cosas. La consecuencia fue que los pintores impresionistas debían trabajar deprisa, y tendían a utilizar la pintura tal como sale del tubo, sin mezclas ni veladuras: en ocasiones con tanto empaste que crea relieve, en otras tan diluida que se trasluce la trama del lienzo. En cualquier caso, las pinceladas son siempre vigorosas y sueltas. El resultado es una obra en la que resalta su carácter matérico: es una tela manchada.

Se rechaza el claroscuro tradicional por artificial: la luz y la sombra son espacios coloreados, y el ojo humano es capaz de recrear en la retina la apariencia de la naturaleza, al mezclar los distintos colores puros percibidos. Para ello se acudirá a la Teoría de Chevreul, sobre los colores complementarios: cada color primario (amarillo, rojo, azul) tiene como complementario a la unión de los otros dos. Así, una luz amarilla tendrá como sombra a su complementario, el violeta; una luz roja, al verde; una luz azul, al naranja.

La composición dejó de ser un problema (lo era desde el renacimiento). Ahora priva la espontaneidad, como en un encuadre fotográfico. Se rechazaron los temas grandilocuentes, pero frecuentemente también los temas sociales. Se representó a la sociedad parisiense contemporánea: bailes, carreras de caballos, ballet; y por supuesto, paisajes.

Figuras Clave del Impresionismo

Edouard Manet (1832-1883)

Aunque no es propiamente impresionista, representa la superación de la tradición pictórica iniciada en el Renacimiento. Su formación parte de maestros como Tiziano, Tintoretto, Velázquez y Goya, con los que se familiariza en el Louvre, en España e Italia, pero pronto rechaza el academicismo. Su polémica entrada en el mundo pictórico la realiza con su obra El almuerzo sobre la hierba (1863), cuadro que escandaliza al público y a la crítica, al igual que con sus obras Olympia (1863) y El bar del Folies Berger (1868-69). Los impresionistas consideran a Manet como su guía, pues ven en su pintura algunas de las características que ellos intentan llevar a sus últimas consecuencias: la importancia de la luz, de la sensación, la variación arbitraria de la perspectiva y los motivos cotidianos que el realismo elevó a la categoría de arte.

Claude Monet (1840-1926)

Su obra Impresión: sol naciente (1873) dará lugar a la denominación del grupo. Uno de los primeros objetivos de Monet es fijar la inmediatez de la sensación visual. Pinta los efectos de la luz sobre el agua; sus vibraciones y reflejos excluyen la perspectiva y la iluminación fija, dos de las constantes de las reglas tradicionales de la representación pictórica. Para Monet, el color es el protagonista indiscutible. La línea se disuelve en favor de la mancha, de las pinceladas cortas y enérgicas que yuxtaponen los colores según las leyes de la simultaneidad. Los objetos y los reflejos son tratados con la misma contundencia, tal como los vemos: el color del reflejo nos parece tan sólido como el objeto mismo. Su preocupación por las variaciones luminosas según la hora del día le lleva a ejecutar varios cuadros sobre el mismo motivo: La catedral de Rouen, 1892-94, donde, al igual que ocurre en Las ninfeas y en Estudios de agua, las formas parecen disolverse totalmente en un torbellino de colores y efectos cromáticos que parecen anunciar el espíritu abstracto.

Edgar Degas (1834-1917)

Al contrario que los impresionistas, Degas considera que la forma tiene valor en sí misma y no como motivo cambiante según las condiciones que nuestra retina percibe. Su preocupación por este hecho y por la representación del espacio le llevan a preferir los motivos captados en el interior de locales, habitaciones, teatros, etc. A pesar de su alejamiento de los presupuestos impresionistas sobre el color, la luz y la disolución de la forma llega más lejos que ninguno de éstos en la captación de lo instantáneo, gracias a las posibilidades que le ofrece la nueva visión fotográfica. Sus perspectivas suelen ofrecer puntos de vista novedosos, como si fueran instantáneas o imágenes percibidas a través del ojo de una cerradura (Mujer peinándose, 1890).

Auguste Renoir (1841-1919)

Es plenamente impresionista al disolver las formas a través de las vibraciones luminosas, como en Le Moulin de la Galette, pero progresivamente tiende a una pintura más amable y hedonista. A diferencia de los anteriores prefiere como motivo al ser humano, sobre todo la mujer, considerada máxima expresión de la belleza. A lo largo de su vida, Renoir saltará de un estilo a otro; así, en torno a la década de los ochenta considera que el lenguaje impresionista sobre el tratamiento de la luz ha llegado al agotamiento. Vuelve al dibujo, al volumen y a la composición, dando, en cierto sentido, la espalda al impresionismo. Hacia el final de su vida, Renoir llega al equilibrio sintético entre los efectos luminosos del impresionismo en los desnudos femeninos y el volumen basado en un dibujo seguro, como podemos observar en Las bañistas, de 1918.

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