La importancia de la autonomía y la organización familiar en el desarrollo infantil
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La aceptación implica compromiso
En la medida de lo posible, en función de los objetivos y de la edad, se podrá plantear la conveniencia de que se elaboren las normas entre todos. Esto podrá ser positivo, en primer lugar, por el protagonismo de cada miembro del grupo, en la búsqueda de la mejor manera de funcionar, a la vez que habrá una implicación personal en el análisis de la situación, lo que favorecerá la comprensión de la necesidad de las normas, de su cumplimiento y de las repercusiones que pueden tener para todos.
A partir de las relaciones positivas en la familia los menores madurarán en el grupo familiar que se convertirá en la antesala de la realidad social de la escuela y de la propia sociedad. Este proceso implica una cierta dificultad porque se debe salir de sí mismo para pasar a ser uno más del grupo, perdiendo parte de los privilegios a los que se está acostumbrado en la familia. El comportamiento de los demás dará una pauta y un punto de referencia que ayudará a comprender lo que se espera de cada persona.
Superar el egocentrismo
Todo este proceso favorece la superación del egocentrismo propio de las primeras edades: el menor deberá aceptar otros puntos de vista, comprender otros comportamientos. Se trata de garantizar que el niño entienda que los núcleos sociales no son, solamente, una reunión de personas relacionadas por lazos de proximidad o afectivos, sino que tienen una organización y estructura de funcionamiento porque son sociedades, aunque no sean ni numerosas ni demasiado complejas.
Es, pues, fundamental que haya una coordinación y acuerdo entre los diferentes núcleos sociales en los que se mueve el niño a fin de que no reciba presiones de signos contradictorios. Evidentemente, habrá diferencias en cantidad y calidad, pero debería haber unos criterios educativos comunes para no desorientarles con contradicciones. Será, además, a partir de la constancia de los adultos que se podrá lograr que haya un autocontrol, signo inequívoco de la madurez emocional y cognitiva.
5.2.1. La organización familiar
Todo grupo social, por reducido que sea, precisa de una organización para favorecer el funcionamiento diario, tanto con relación a las tareas domésticas como a la resolución de situaciones que se generan por el hecho de compartir un espacio.
En este sentido, desde las primeras edades es fundamental que se hagan explícitas las normas y pautas que regirán dicha organización para resolver las necesidades y recursos y poder asumir, de forma coordinada, las decisiones y responsabilidades.
Parece que, progresivamente, va incorporándose a esta situación doméstica los padres o personas del sexo masculino que están en el hogar. Ahora bien, creemos que esta situación, altamente determinada por factores ambientales, culturales y educativos, debe ser incorporada como criterio educativo familiar, para favorecer la mejora de la organización, desde pequeños, hecho que repercutirá positivamente en la relación y dinámica familiar a la vez que en el modelo de la sociedad en la que vivirán los menores, pudiendo ser más equitativa y menos discriminatoria.
Autonomía en la organización familiar
Uno de los aprendizajes que más incidirá en la organización familiar será el grado de autonomía de los menores e incluso de los adultos. No se trata de que todos hagan lo mismo, son que, en función de la edad, habilidades, horarios e intereses puedan repartirse de forma coherente como se resuelven las necesidades individuales y del grupo. Con un grado de autonomía individual adecuado a la edad y con la actitud positiva, cada persona del grupo podrá resolver aquellas necesidades que se le planteen a la vez que participar, también, en la resolución de las necesidades del grupo.
5.2.2. La dinámica familiar
Para analizar la dinámica familiar tendremos presente la relación entre los adultos, entre los iguales y entre los adultos y los menores. Para que haya una buena dinámica cabe considerar el aprendizaje de habilidades sociales, que será la base de la socialización.
La dinámica que los pequeños puedan ver en la familia será un modelo que impregnará las relaciones que pueda establecer entre los iguales y con los adultos que le rodean. No se trata de transmitir palabras, sino de tener muy presente cómo el modelo favorecerá el aprendizaje del diálogo, el respeto, la comunicación y el afecto.
Deberá fomentarse las actitudes de respeto y de cooperación entre los diferentes miembros de la familia, ya que no se podrán evitar que haya momentos o situaciones de tensión o desacuerdo. Asimismo, se deberán potenciar los vínculos con las diferentes generaciones (abuelos, personas mayores...) a la vez que con grupos relativamente amplios de iguales.
5.3. La autonomía
Ser autónomo va más allá del aprendizaje de unas acciones, de la realización de una tarea, se implicará: la cognición (saber qué se tiene que hacer), una cierta planificación (tiempo, momento, recursos), no haber control externo (ni castigos ni premios), sin necesitar la presencia o presión externa (recuerdo, requerimientos...), y unas actitudes hacia el compromiso y la responsabilidad. Por ello, hay diferentes ámbitos en los que es preciso tener autonomía:
Ámbitos de la autonomía:
- Personal, para resolver las propias necesidades y autocuidado.
- Social como forma de integración, colaboración y ciudadanía.
- Estudio/laboral en la escuela, estudios o trabajo.
- Moral como forma de autocontrol y de comprensión de los valores con relación a las conductas visibles.
Los niños deben desarrollar hábitos personales de autonomía. Este es uno de los aspectos que más se debe orientar a las familias, ya que se tiende a creer que hay que resolver las necesidades de los pequeños: porque no encuentran tiempo para ello, por las dificultades que puede suponer una tarea, o simplemente por las reacciones que puedan generar en ellos.