La Imagen del Mundo Barroco: Tópicos y Visiones
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La imagen del mundo barroco difiere significativamente de la renacentista. Esta imagen se manifiesta a través de una serie de tópicos que expresan la percepción del individuo sobre el mundo.
El Mundo como Locura
El mundo es locura. Este tópico nos remite a Don Quijote, el loco más importante, un personaje barroco aunque su obra se sitúe entre los siglos XVI y XVII. Asimismo, en Los locos de Valencia de Lope de Vega, se presenta la dualidad entre locos verdaderos y fingidos.
El Mundo como Laberinto
El mundo barroco se representa como un laberinto peligroso, en contraste con la visión ordenada del Renacimiento. El tópico del "Laberinto" es recurrente en el Barroco. En La vida es sueño de Calderón de la Barca, la obra se abre con esta palabra. El laberinto se concibe como un juego verbal, lógico y conceptual, una metáfora de la autopercepción del Barroco y su entorno.
El Mundo como Plaza
Otro tópico destacado es el barroco como plaza, un lugar de encuentro donde se mezclan individuos diversos, formando una masa. Un ejemplo de esto se encuentra en Los antojos de mejor vista de Fernández de Ribera.
El Mundo como Mesón
El mundo barroco también se representa como un mesón, una idea similar a la de la plaza. El mesón barroco reúne a personas de diversa índole.
El Mundo como Teatro
Finalmente, Calderón de la Barca presenta el mundo como teatro en su obra El gran teatro del mundo, una metáfora donde el escenario (la vida) tiene una puerta a la izquierda que simboliza el nacimiento y otra a la derecha que representa la muerte.
Oposiciones y el Engaño de los Sentidos
Estos tópicos provienen del mundo clásico y medieval, generando incomodidad y confusión en la época. Un juego tópico importante del Barroco se basa en tres oposiciones de contrarios, que revelan el engaño de los sentidos: la oposición ser-parecer, basada en la falta de fiabilidad de las apariencias; la oposición cerca-lejos, que plantea que lo que parece atractivo desde lejos, de cerca es desengaño; y la oposición dentro-fuera, que indica que la apariencia externa difiere de la realidad interna.
En el teatro, las obras se construyen sobre estas oposiciones (como en Santiago el Verde, donde Don García aparenta ser algo que no es).
El engaño de los sentidos también se refleja en la idea de Fray Luis de León sobre que las mujeres no debían maquillarse, ya que modificaba lo dictado por Dios.
Contraste con el Renacimiento
En el Renacimiento, el mundo se percibe como compuesto y ordenado, donde cada elemento armoniza con los demás. En contraste, el mundo barroco es mixto, donde los elementos carecen de armonía, chocan y se mezclan de forma desordenada. Esto se manifiesta en la música, el arte y, especialmente, en el teatro.
En el teatro, la música se utiliza inicialmente para calmar al espectador, seguida por un personaje que introduce el prólogo y silencia al público. El teatro se presenta como una labor mixta, una mezcla de elementos que lo conforman, ya que el entremés, la música, etc., no están intrínsecamente relacionados con la obra en sí.
Pesimismo Barroco
Ante todo, el ser humano se encuentra pesimista, percibiendo el mundo como un laberinto y un caos, en contraste con el optimismo renacentista. Una frase clásica que se generaliza en la época es homo, hominis, lupus (el hombre es un lobo para el hombre).
El ejemplo más claro de esta concepción se encuentra en el monólogo de Segismundo, quien, encadenado en la torre, argumenta que el mayor delito cometido por el hombre es el nacimiento. Se compara con otros seres vivos y se considera en desventaja, planteando el concepto de libertad al afirmar que él, siendo humano, tiene menos libertad que cualquier otro ser vivo o elemento de la naturaleza.