La Ilíada: Cólera de Aquiles y Voluntad de Zeus
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Esta obra comienza con la invocación famosa: “Canta, oh diosa, la cólera del pelida Aquiles”. El poeta griego creía que el don de la poesía no era propiamente suyo, sino que le era dispensado por los dioses; de ahí que pide, el poeta de “La Ilíada”, la inspiración. Era el dios quien cantaba dentro del alma del poeta. Estos versos iniciales indican que estamos ante la exposición de un gran asunto: la **cólera de Aquiles** provocada por los actos de Agamenón y las consecuencias desastrosas que para los aqueos va a tener esta cólera.
El poeta del Canto I mira las cosas solo del lado aqueo, no del lado troyano. Los desastres van a ser causados por **Zeus**, quien quiere complacer a Aquiles. El límite de estos desastres será la muerte de Héctor, que anuncia la caída de Troya. El poeta no nos dice quién es Aquiles, ni quién es Agamenón, sino que presupone que el público ya lo sabe. El poeta toma el material antiguo de las leyendas acerca de la guerra de Troya y crea su poema. El canto I podría dividirse en dos partes: una en la tierra y la otra en el cielo. Ambas están relacionadas. Lo que pasa en la tierra, y es motivo de angustia y pelea, pasa en el cielo, y es motivo de festejo y risas. En ambos planos hay una pelea y un mediador, cambia su final.
“… Cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al orco muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves- cumplíase la voluntad de Zeus.."
El primer tema de la Ilíada son las consecuencias de la **ira de Aquiles**. La expresión “presa de perros y pasto de aves” es una frase que se refiere a los cadáveres insepultos, que son carroña para los perros y las aves marinas. Los guerreros caían muertos en el campo de batalla, no daba el tiempo para cremarlos y eran comidos por depredadores, entonces no entraban al Hades, eran almas en pena y volvían al mundo de los vivos a molestarlos por no haberlo cremado.
El segundo tema de la Ilíada es la **autoridad de Zeus**. La autoridad de este está siempre expuesta a la discusión con los demás dioses, en la mayoría de los casos discutida por su esposa Hera y su hija Palas Atenea. Esta voluntad no corresponde a un dios omnipotente, su voluntad se cumple a lo largo, pero no en lo inmediato. Zeus busca cumplir el deseo de Aquiles de que los aqueos pierdan para que reconozcan su valor guerrero – un deseo egoísta pero común en los griegos. A largo plazo Zeus quiere que los aqueos ganen, pero después de que Aquiles sea reconocido por ellos.
La pelea entre Aquiles y Agamenón fue levantada por Apolo (hijo de Zeus y Leto). Habiendo sido saqueada la ciudad de Crisa, vecina de Troya, por los aqueos, estos se habían repartido el botín. Una muchacha llamada Criseida (hija de Crises) tocó en el reparto a Agamenón, en calidad de esclava. El anciano padre de Criseida (Crises) era sacerdote de Apolo y se presentó suplicante ante las naves aqueas, portando no solo las ínfulas o insignias sacerdotales para inspirar el debido respeto, sino también con un inmenso rescate.
La respuesta de Agamenón es violenta. No tiene en cuenta el dolor del padre, el dolor de la hija, el respeto debido al dios Febo Apolo, al cual el sacerdote representaba. El respeto al suplicante, que debería ser bien tratado aunque no se le concediera su suerte, era una de las leyes básicas no escritas (normas), pero respetadas por todos los griegos. Se creía que detrás de la figura de un suplicante podía estar la de un mismo dios, y en este caso, al venir con las ínfulas del dios Apolo, era seguro que el sacerdote tenía el apoyo de ese dios. Agamenón traspasa todos los límites fijados por la moral. También comete un exceso de corte religioso “…Zeus está de mi parte”. Él reconoce verbalmente que Crises es sacerdote (“pues quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del dios”) y aun así se complace en echarlo como a un animal. Y aun agravando su acción es capaz de decirle al anciano padre que se complace en llevar a su hija como esclava y aun acostarse con ella y verla morir lejos de Crisa. Sus palabras resultan despiadadas si tenemos en cuenta que es un padre, un anciano y un sacerdote. Crises suplica y Agamenón amenaza. El primero habla con moderación y el segundo habla con ira. El primero se muestra desvalido y apocado, incluso físicamente, y el segundo fuerte, imponente y con toda su presencia guerrera.