Iconos del Barroco Europeo: Arquitectura y Escultura del Siglo XVII
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El arte barroco del siglo XVII se caracteriza por su dramatismo, dinamismo y la búsqueda de la emoción, reflejando a menudo el poder de la monarquía y la Iglesia. A continuación, exploramos tres de sus obras más emblemáticas, que ilustran la diversidad y la magnificencia de este periodo en Europa.
Palacio de Versalles: Símbolo del Poder Absoluto de Luis XIV
El Palacio de Versalles, obra cumbre de Louis Le Vau, Jules Hardouin-Mansart y André Le Nôtre, representa la magnificencia del Barroco Europeo del siglo XVII. Luis XIV tomó la decisión de trasladar su corte a Versalles, transformando un antiguo pabellón de caza de su padre en un centro de poder y esplendor.
La fachada del palacio, de corte marcadamente clásico, se organiza en tres pisos, con vanos dispuestos de manera rítmica y armónica. Tres cuerpos salientes, adornados con columnas y esculturas, rompen la aparente repetición y confieren gran plasticidad al conjunto. El piso principal del cuerpo central alberga el Salón de la Paz y el Salón de la Guerra en sus extremos, flanqueando la célebre Galería de los Espejos. Su inmensa bóveda está ricamente decorada con pinturas de Charles Le Brun. Esta galería era el escenario de las grandes recepciones y eventos de la corte.
Los jardines de Versalles, diseñados por André Le Nôtre, se extienden a lo largo de varios kilómetros y constituyen una parte fundamental e inseparable del palacio. El jardín barroco francés se distingue por su estratégica ordenación geométrica, distribuyendo con maestría avenidas, plazas y canales. En conclusión, el Palacio de Versalles, junto con sus impresionantes jardines, es uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura barroca, no solo por su escala y belleza, sino también por su profundo carácter propagandístico de la grandeza y el poder absoluto de Luis XIV.
San Carlos de las Cuatro Fuentes: La Revolución Espacial de Borromini
La iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes (San Carlo alle Quattro Fontane), diseñada por Francesco Borromini, es una obra fundamental del Barroco Europeo del siglo XVII. Borromini, un arquitecto a menudo atormentado y relegado profesionalmente, se distinguió por su revolucionaria concepción del espacio.
Esta pequeña iglesia, bajo la advocación de San Carlos Borromeo, fue construida en el siglo XVII. Las cuatro fuentes a las que alude su nombre se encuentran en los chaflanes de la plaza donde se ubica. Su planta irregular es un claro reflejo de la concepción borrominiana del espacio y del denominado "efecto sorpresa", buscando un espacio interior que parece ilimitado. Aunque incorpora soportes clásicos, estos son de grandes proporciones, contribuyendo a la monumentalidad del conjunto.
La característica pared ondulante, sello distintivo de toda su obra, culmina en una cúpula de novedosa forma oval, resultado de un espacio que se contrae por unos lados y se expande por otros, creando un dinamismo sin precedentes. La fachada es el elemento integrador que dialoga con el urbanismo de Roma; en ella se utilizan entablamentos y frontones curvos, buscando crear complejos juegos de luces y sombras que otorgan un gran dinamismo a la obra.
Baldaquino de San Pedro del Vaticano: La Fusión de Arte y Simbolismo de Bernini
El Baldaquino de San Pedro del Vaticano, obra maestra de Gian Lorenzo Bernini, fue construido entre 1624 y 1632, en pleno Barroco Europeo. Fue un encargo del Papa Urbano VIII, miembro de la familia Barberini, lo que explica la presencia de abejas, símbolo de su escudo familiar, en los fustes de las columnas y en los lambrequines.
Esta grandiosa construcción presenta columnas salomónicas de capiteles corintios. Este tipo de columna, por su carácter dinámico y su sentido ascensional, sería ampliamente utilizado en el Barroco. El baldaquino está realizado en bronce dorado, material que, según la tradición, fue arrancado de los cuarterones del antiguo Panteón romano.
Como una síntesis entre arquitectura y escultura, su estructura transparente no interrumpe la perspectiva ni la percepción del inmenso espacio del crucero y la cúpula de la basílica. Su tamaño permite una transición visual gradual, pasando de la escala colosal del edificio a una escala más humana. Cubre el altar mayor y se alinea en un eje vertical con la tumba de San Pedro y con el centro de la cúpula. Mediante una escenografía barroca magistral y un mensaje simbólico claro, el baldaquino exalta la figura del Papa y la autoridad de la Iglesia.