Hume y Aquino: Explorando la Razón, la Fe y la Experiencia en la Filosofía

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Introducción al Pensamiento de Hume y Aquino

Este documento explora las ideas fundamentales de dos figuras cumbres en la historia de la filosofía occidental: David Hume y Tomás de Aquino. A pesar de vivir en épocas y contextos muy diferentes, sus reflexiones sobre el conocimiento, la moral, la existencia de Dios y la naturaleza humana han dejado una huella indeleble en el pensamiento filosófico.

David Hume: Empirismo, Escepticismo y la Naturaleza Humana

David Hume (1711-1776), contemporáneo de pensadores como Voltaire y Rousseau, se formó en Escocia, viajó extensamente por Europa y finalmente se estableció en Edimburgo. Aunque su familia deseaba que siguiera la carrera de abogado, Hume sentía una profunda vocación por la filosofía y la enseñanza, resistiéndose a cualquier otra disciplina. Su pensamiento se erigió como uno de los más influyentes dentro de la corriente del empirismo, una doctrina filosófica que postula que todo nuestro conocimiento deriva de la experiencia, convirtiéndola en la única fuente válida de saber. Fue, de hecho, una inspiración crucial para el filósofo Immanuel Kant.

La Obra Cumbre y la Percepción del Mundo

Su obra más significativa, el Tratado sobre la naturaleza humana, fue publicada cuando apenas tenía 28 años. Hume anhelaba percibir el mundo con la frescura y la inmediatez de un niño, antes de que los conceptos y prejuicios se asienten. Se propuso ordenar y clarificar los conceptos confusos que la humanidad había acumulado a lo largo de la historia.

Impresiones e Ideas: Los Fundamentos del Conocimiento

Hume estableció una distinción fundamental entre dos tipos de percepciones:

  • Impresiones: Son las percepciones directas y vívidas de la realidad externa, que experimentamos con fuerza y vivacidad (por ejemplo, ver un color, sentir calor).
  • Ideas: Son los recuerdos o copias menos vívidas de esas impresiones.

A su vez, las ideas se dividen en:

  • Ideas simples: Derivan directamente de impresiones simples (ej. la idea de "rojo" de la impresión de ver algo rojo).
  • Ideas compuestas: Son combinaciones de ideas simples (ej. la idea de un "ángel" se forma combinando la idea de "hombre" con la idea de "alas").

Según Hume, las ideas entran en la conciencia a través de impresiones simples, y la mente las une para crear ideas compuestas. Si estas ideas compuestas no tienen una base en impresiones reales (como un ángel, que no se corresponde con una impresión directa), deben ser rechazadas como falsas o meras ficciones de la imaginación.

El Concepto del Yo y el Agnosticismo

Hume abordó el concepto del Yo, definiéndolo no como una entidad fija y sustancial, sino como una "larga cadena de impresiones simples" que están en constante cambio y movimiento. Esta visión desafía la noción tradicional de una identidad personal inmutable.

En cuanto a la religión, Hume era agnóstico, pues solo aceptaba como verdadero aquello sobre lo que tenía sensaciones seguras y directas. Sin embargo, esto no implicaba un rechazo absoluto de la existencia de Dios, sino una suspensión del juicio debido a la falta de evidencia empírica. De manera similar, no creía en los milagros, pero tampoco negaba su posible existencia, simplemente afirmaba que no podía confirmarlos al no haberlos experimentado nunca.

La Crítica a la Causalidad y la Razón

Uno de los puntos más revolucionarios de su filosofía fue su crítica al principio de causa y efecto. Hume argumentó que, a menudo, no percibimos la causa de un efecto; simplemente observamos que un suceso sigue a otro, pero no se percibe una conexión necesaria o inherente que haga que el segundo suceso ocurra a causa del primero. La creencia en la causalidad es, para él, una costumbre o hábito mental, no una verdad racionalmente demostrable.

Hume se rebeló contra el pensamiento racionalista, que sostenía que el conocimiento del bien y el mal es intrínseco a la razón humana. Para Hume, no es la razón la que nos impulsa a decidir qué debemos hacer, sino los sentimientos y las pasiones. Las leyes de la naturaleza, según él, no son racionales ni irracionales; simplemente son.

Tomás de Aquino: La Síntesis de Razón y Fe en la Escolástica

Tomás de Aquino (1225-1274), nacido en Aquino (entre Roma y Nápoles), fue el filósofo y teólogo más influyente y significativo de la Baja Edad Media. Fue profesor de Filosofía en la prestigiosa Universidad de París, en una época donde la distinción entre filosofía y teología no era tan marcada como hoy.

La Cristianización de Aristóteles

Tomás de Aquino es célebre por su monumental esfuerzo en cristianizar la filosofía de Aristóteles, de manera análoga a cómo San Agustín había integrado el platonismo con el cristianismo. Su objetivo era armonizar la razón filosófica aristotélica con los principios de la fe cristiana.

Dos Vías hacia la Verdad: Razón y Fe

Sostuvo que existían dos vías para acceder al conocimiento de la verdad, especialmente en lo referente a Dios:

  1. La vía de la razón y las observaciones sensibles: A través de la razón natural y la experiencia del mundo, se pueden alcanzar ciertas verdades teológicas naturales.
  2. La vía de la fe y la revelación: A través de los dogmas de fe y la revelación cristiana (principalmente la Biblia), se accede a verdades que superan la capacidad de la razón.

Aquino consideraba que la vía de la fe era más segura, ya que la razón, por sí misma, podía llevar a la desorientación o al error. Sin embargo, creía firmemente que la razón podía probar la existencia de Dios como Causa Primera, basándose en la filosofía aristotélica. Aunque la razón podía demostrar la existencia de Dios, no proporcionaba una descripción detallada de su naturaleza, para lo cual era necesario apoyarse en la Biblia. Así, distinguió entre una teología revelada (basada en la Biblia) y una teología natural (basada en la razón).

Ética y la Naturaleza Humana

En cuanto a la vida moral, Tomás de Aquino también propuso dos caminos complementarios:

  • La ley divina: Las directrices sobre cómo vivir, reveladas por Dios a través de la Biblia.
  • La conciencia: La capacidad innata, don divino, que nos permite discernir entre el bien y el mal.

Es importante señalar que Tomás de Aquino adoptó la visión aristotélica sobre la mujer, que la consideraba inferior físicamente. Según esta perspectiva, los hijos heredaban las cualidades del padre, siendo la mujer el principio pasivo y receptivo, y el hombre el principio activo y dador de forma. No obstante, Aquino afirmaba que el alma de la mujer era igual a la del hombre, lo que implicaba una igualdad fundamental en el ámbito espiritual o celestial.

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