El Humanismo y la Literatura del Renacimiento: Una Nueva Era de Letras
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Un concepto clave del poeta humanista, más allá del de mero imitador, se cultivaba en los círculos neoplatónicos: el poeta vate, iluminado por el mundo divino de las ideas.
La Imitación y la Verdad en la Poesía
La idea de imitación está ligada a la cuestión de la conexión entre poesía y verdad. Estas posturas se agudizaron en la segunda mitad del siglo XVI, conectadas con las ideas platónicas sobre los poetas como figuras perniciosas para la república, y con los recelos del cristianismo en el mismo sentido. Surgieron polémicas sobre la posibilidad de que la ficción albergara la verdad, resultando más útil que su exposición directa. A mediados del siglo XVI, el descubrimiento del tratado de poética de Aristóteles validó la idea de la composición literaria.
La imitación literaria se asoció con el docere y el decorum: la creación de ficción como vehículo de enseñanza y la adecuación entre temas y personajes para lograr la verosimilitud.
El dominio del latín clásico, preferiblemente del griego, e incluso del hebreo para los humanistas con vocación cristiana, era un requisito fundamental. Italia se erigió como el centro de difusión literaria, irradiando su influencia hacia el resto de Europa. Cada género literario tenía su modelo:
- Prosa: Cicerón
- Prosa Moral: Cicerón y Séneca
- Teatro Trágico: Séneca
- Poesía Pastoril: Virgilio
- Poesía Épica: Virgilio
- Mitología y Fábulas: Ovidio
- Comedia: Terencio
La Dignificación de la Lengua Vulgar
La dignificación de la lengua vulgar se debió a dos factores: la creciente valoración de la cultura humanística por parte de quienes no dominaban las lenguas clásicas, y la creciente importancia de la literatura en lengua vulgar, con obras de gran calidad como las de Petrarca o la Divina Comedia de Dante.
Esto hizo inevitable la comparación entre la lengua vulgar y la lengua antigua. Diversos movimientos, con y sin polémica, buscaron exaltar la lengua corriente como lengua culta. Italia lideró este impulso, pero España, y en particular la lengua castellana, se adelantó en su desarrollo.
En Italia, figuras como Pietro Bembo, con Prose della Volgar Lingua, discutieron sobre el modelo para la lengua culta. En medio de la fragmentación dialectal, se eligió como modelo el toscano del siglo XIV, basado en Dante, Boccaccio y Petrarca. Este proceso, común a otros países, culminó alrededor de 1600.
Formas de la Literatura de Ideas
La epístola, el diálogo y la miscelánea ejemplifican el estilo humanista: recrear los modelos clásicos y servir de vehículo para ideas accesibles a los lectores cultos. Este estilo se caracteriza por ser conversacional, tratando diversos temas desde diferentes puntos de vista, con seriedad pero sin una estructura rígida, buscando una perspectiva humana más que técnica.
La Epístola: Un Semidiálogo
La epístola, concebida como un semidiálogo, imitaba la forma antigua de conversación a distancia. Sus referentes eran Cicerón, con sus colecciones de cartas personales y preparadas como Ad Atticum, Séneca y otros autores, además de las cartas de Petrarca, con su tendencia al soliloquio y su enfoque en la reflexión interior.
Petrarca elevó la epístola a género literario, como ejercicio de estilo y modelo de enseñanza. En el Renacimiento, las epístolas se convirtieron en un vehículo fundamental de comunicación entre los humanistas de toda Europa.
El interés por la epístola impulsó la renovación de tratados medievales sobre la escritura de cartas. Sobre los modelos latinos se desarrollaron las epístolas en lenguas vulgares, creando colecciones importantes. Destacan Pietro Aretino en Italia y Antonio de Guevara en España, con sus Cartas Familiares (inspiradas en Familiarum Rerum Liber de Petrarca), que combinaban cartas auténticas con ficción, anticipando el ensayo moderno.