El hombre light: superficialidad, relativismo y vacío moral en la sociedad actual
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El hombre light: Superficialidad, Relativismo y Vacío Moral
Se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo, por una parte, y a bastantes tópicos, por otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Nos encontramos con un buen profesional en su tema, pero que fuera de ese contexto va a la deriva, sin ideas claras, atrapado en un mundo lleno de información, que le distrae, pero que poco a poco le convierte en un hombre superficial, indiferente, permisivo, en el que anida un gran vacío moral.
El hombre light es frío, no cree en casi nada, cambia rápidamente de opinión y ha desertado de los valores trascendentes. Por eso se ha ido volviendo cada vez más vulnerable; por eso ha ido cayendo en una cierta indefensión. De este modo, resulta más fácil manipularlo. Es un hombre que antes o después se irá quedando huérfano de humanidad.
Características del hombre light
Las grandes transformaciones sufridas por la sociedad en los últimos años son, al principio, contempladas con sorpresa, luego con una progresiva indiferencia o como la necesidad de aceptar lo inevitable.
La nueva epidemia de crisis y rupturas conyugales, el drama de las drogas, la marginación de tantos jóvenes, el paro laboral y otros hechos de la vida cotidiana se admiten sin más, como algo que está ahí y contra lo que no se puede hacer nada.
De los entresijos de esta realidad sociocultural va surgiendo el nuevo hombre light, producto de su tiempo.
El hombre light aparece impulsado por el consumismo: todo puede escogerse a placer; comprar, gastar y poseer se vive como una nueva experiencia de libertad. El consumismo tiene una fuerte raíz en la publicidad masiva y en la oferta bombardeante que nos crea falsas necesidades. Objetos cada vez más refinados que invitan a la pendiente del deseo impulsivo de comprar. El hombre que ha entrado por esa vía se va volviendo cada vez más débil.
Permisividad, Subjetivismo e Individualismo
La permisividad nos permite actuar sin limitaciones, todo está bien. Se toman ciertas conductas de resignación como: “cada uno hace lo que quiere con su vida”, de este modo el hombre se aísla, encerrándose en sus propias ideas y sin escuchar la opinión de los demás.
El hombre light solo se preocupa por sí mismo, lo demás no significan nada para él si no le pueden aportar un beneficio.
Por el subjetivismo, oteamos la caída en un perspectivismo que diluye cualquier solidez y en el que nada es totalmente cierto.
El peligro del subjetivismo y el individualismo echan por tierra las mejores pretensiones y amenazan con nuevas formas de angustia, con nuevas prisiones, que en vez de liberar al hombre lo encarcelan en un callejón sin salida.
Permisividad y subjetivismo forman un binomio estrechamente entrelazado. El subjetivismo, que insiste una y otra vez en que la única norma de conducta es el punto de vista personal, se va instalando de espaldas a la verdad del hombre y de su naturaleza, buscando y persiguiendo el beneficio inmediato. Con ello se quiere afirmar que la verdad es lo útil, lo práctico, y, en consecuencia, nada es absoluto ni definitivo; todo depende de un entramado de relaciones complejas, nada es verdad ni mentira. Siguiendo esta línea argumental caemos en el relativismo de querer encontrar la verdad a través de nuestros deseos y pensamientos.
Relativismo y Escepticismo
Para el relativismo, la verdad es algo que está en constante cambio, según el juicio de cada uno: asume, por tanto, un carácter relativo; para el escepticismo, la verdad absoluta sí existe, pero la razón humana es incapaz de alcanzarla: se produce una desvalorización del entendimiento, que no puede acceder a las cimas del conocimiento de la verdad con los medios naturales que tiene a mano.
Ambos, junto al marxismo, provocan el estado actual de las ideas. Relativismo y escepticismo tienen un tono devorador,
porque de ellos emerge un hombre pesimista, desilusionado, indiferente a la verdad por comodidad, por no profundizar en cuestiones sustanciales. Así surge la idea del consenso como juez último: lo que diga la mayoría es la verdad. Esto es un error, ya que algo no es bueno o malo porque lo diga la mayoría, sino porque en sí mismo resulta positivo o negativo. Al hombre light no le interesa la diferencia entre lo verdadero y lo falso.
La convicción de que el hambre de absoluto es imposible (escepticismo) produce un tipo de vida en la que gradualmente se va perdiendo su sentido (existencia a la deriva) y se entra en una especie de melancolía que no apunta en ninguna dirección.
La Felicidad en la Vida del Hombre Light
La felicidad consiste en tener un proyecto, que se compone de metas como el amor, el trabajo y la cultura; supone la realización más completa de uno mismo, de acuerdo con las posibilidades de nuestra condición; esto es, hacer algo con la propia vida que merezca realmente la pena.
Se trata de un estado de ánimo satisfecho, contento, alegre, a través del cual manifiesto mi dicha por vivir de acuerdo con lo que había proyectado. Al analizar la vida en su conjunto, como totalidad, experimento la satisfacción de haber cumplido algunos de sus objetivos más importantes. De ahí que se pueda afirmar que la felicidad es un resultado: la realización más completa de uno mismo. Esto implica dos cosas:
- Que me he encontrado a mí mismo (tengo una personalidad adecuadamente estructurada, lo que quiere decir que estoy a gusto conmigo mismo).
- Que tengo un proyecto de vida coherente.
El Amor Humano
El amor humano es un sentimiento de aprobación y afirmación del otro, por el que nuestra vida tiene un nuevo sentido de búsqueda y deseo de estar junto a la otra persona. Desde la atracción inicial al enamoramiento hay un largo camino por recorrer.
Amar a otra persona es desearle lo mejor, mirar por ella, tratarla de forma excepcional, darle lo mejor de nosotros. En el enamoramiento, el sentimiento esencial es «Te necesito», «Eres para mí fundamento de vida», «Eres mi proyecto».
Lo que el hombre necesita en la vida es amor, amar y ser amado. La felicidad no es posible sin el amor. Amar a otra persona es querer su libertad, que se acerque lo más posible a ella, es decir, al bien. Ésa es su gran meta. Ayudar a la otra persona a tirar de ella hacia arriba, ayudarle a exteriorizar todo, a que esté contenta y dichosa con su existencia.
Sexualidad en el Mundo de Hoy
En muchas relaciones sexuales hay de todo, menos amor auténtico, por mucho que le apliquemos ese calificativo; en realidad, es pasión, pero desde luego no es amor. Hoy asistimos a una idolatría del sexo. Los medios de comunicación y, en especial, el cine y la televisión, nos lo han servido en bandeja. Hay sexo por todas partes, sin afectividad ni amor, sino como una ruta serpenteante, divertida y traviesa, en la que se mezclan valores como la conquista, la búsqueda del placer y el disfrute sin restricciones.
Los medios de comunicación prometen la liberación y el encuentro con uno mismo en paraísos de sensaciones maravillosas: sexo sin fin, diversión, juego caprichoso. Así, se pretende engañar y convencer al hombre de que sexo y amor significan lo mismo, de que practicar el sexo es interesante, sin plantearse nada más. Todo desde un punto de vista material y deshumanizado.
Caras del Acto Sexual
El acto sexual con amor de verdad consta de tres ingredientes esenciales: físico, psicológico, y espiritual. El otro es aceptado como persona y el hecho de quedar desnudos el uno frente al otro produce una entrega singular en el que ambos dan y reciben amor. Son dos intimidades que se funden y buscan ayuda, y comparten la vida con todo lo que ésta conlleva. Esa conjunción es reciprocidad.
Sexo sin Amor Auténtico
En la relación sexual sin amor auténtico el otro es un objeto de placer. No se busca el bien del otro, sino el goce con él. Bajo ningún concepto se puede denominar a esto amor verdadero, porque hemos utilizado e instrumentalizado para satisfacer nuestro placer a una persona “querida”. En este tipo de relación, la persona que utiliza al otro es egoísta, ególatra y sólo persigue su propia satisfacción; pero nunca hay un encuentro verdadero entre un yo y un tú, sino una unión sin vínculos.
La sexualidad sin amor auténtico conduce a un vacío gradual que desemboca en hastío, indiferencia y escepticismo, es decir, una actitud descomprometida en exceso. A veces, incluso, con espíritu crítico podemos descubrir en su trasfondo notas autodestructivas.