Historia de la Literatura Romana: Épica, Lírica e Historiografía
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La Épica Romana
Antes de la escritura, el uso del verso y la música ayudaron a memorizar y realzar los relatos de las hazañas de los reyes y los primitivos cuentos y mitos con que los antiguos se explicaban la naturaleza. Cuando los griegos adoptaron la escritura, fijaron por escrito los dos grandes poemas atribuidos a Homero: La Ilíada, relato del asedio de Troya por los griegos, y La Odisea, el regreso por mar de Ulises a su tierra.
Tras la conquista romana del sur de Italia, la Magna Grecia (s. III a. C.), llegaron a la ciudad esclavos muy cualificados, entre ellos Livio Andrónico, quien iniciaría la literatura romana con la adaptación de La Odisea en saturnios, el primitivo verso romano. Nevio fue el primero en tratar como épico un asunto histórico contemporáneo en La Guerra Púnica. Ennio (fin. s. III a. C.) es autor de Anales, epopeya con la historia de Roma desde sus orígenes, en la que introduce el hexámetro dactílico griego, el verso homérico.
Virgilio (s. I a. C.) es autor de La Eneida, la auténtica epopeya del pueblo romano. Relata la huida por mar del troyano Eneas hasta Italia, donde se establecerá entre los latinos.
Lucano (s. I d. C.) participó con su tío Séneca en una conspiración contra Nerón, por lo que ambos fueron obligados a suicidarse. De su variada obra, tan solo se conserva La Guerra Civil, poema de carácter épico-histórico, donde narra, con simpatías republicanas, la guerra entre César y Pompeyo.
La Lírica Romana
Originalmente, se denominó poesía lírica a aquella que se cantaba acompañada de un instrumento musical, generalmente la lira. Los romanos imitaron esta rica métrica griega creando un producto completamente literario, para ser leído, no cantado. Los dos mejores poetas líricos romanos fueron Catulo y Horacio. Posteriormente, los temas líricos tendieron a tratarse en metro elegíaco, más sencillo. La elegía, nacida en Grecia, se definía al principio por su forma métrica (uso del dístico elegíaco) y no por su contenido. Los alejandrinos la convirtieron en un poema, lleno de alusiones mitológicas, que cantaba las alegrías y las penas del amor, y en el s. I a. C., en Roma, adoptaron estas formas griegas para la poesía amorosa más apasionada. Los principales elegíacos romanos fueron Tibulo, Propercio y Ovidio. Este último refinó su métrica y amplió sus contenidos en obras como Las Metamorfosis o El Arte de Amar.
Los griegos llamaban epigramas a las inscripciones en verso que se grababan en tumbas y monumentos. En época alejandrina, se aplicó el nombre a una clase de poemas cortos. Los primeros epigramas literarios romanos, escritos a finales del siglo II a. C. en versos elegíacos, fueron de inspiración griega y contenido amoroso. Catulo compuso epigramas de amor y de burla de los personajes más relevantes de su época. Marcial (s. I d. C.), de origen hispano, se trasladó a Roma en el año 64 y tuvo que llevar una vida de parásito y adulador. Publicó casi toda su obra bajo la protección de Domiciano. En sus 12 libros de Epigramas describe los personajes urbanos más ridículos. Renovó el género dándole al poema el efecto chocante al final que lo caracterizaría desde entonces.
La Historiografía Romana
El establecimiento del calendario y la aparición de la escritura permitieron una cierta precisión en las crónicas orientales. Los griegos superaron el localismo y la simplicidad de aquellos (Heródoto intentó una historia universal y Tucídides ceñirse a los datos comprobados).
Los primeros historiadores latinos escribieron en griego. Catón (s. II a. C.) redactó ya en latín sus Orígenes, una historia de Italia desde la antigüedad más remota. En el s. I a. C., los romanos imitan las historias especializadas helenísticas con monografías como las de César y Salustio. Cayo Julio César (s. I a. C.) acordó en el año 60 una alianza informal con Pompeyo y Craso (Primer Triunvirato). En el 58, como procónsul, inició la conquista de la Galia Transalpina. Rebelado luego contra Pompeyo (49), venció y obtuvo la dictadura de por vida, pero fue asesinado por partidarios de la república (44). Describió sus campañas en La Guerra de las Galias y La Guerra Civil, con apariencia de informes oficiales. Su contemporáneo Salustio, político corrupto e historiador moralizante, escribió La Conjuración de Catilina y La Guerra de Yugurta.
Tito Livio, de época de Augusto, es el mayor historiador romano: su monumental historia Desde la Fundación de la Ciudad presenta una historia ejemplar de Roma desde su origen. El genial Tácito (finales s. I d. C.) hace un relato apasionante de los primeros emperadores en sus Anales (de la muerte de Augusto a la caída de Nerón) e Historias (de las guerras civiles tras Nerón a los Flavios). Suetonio se ocupará del mismo asunto en una obra más superficial y anecdótica, Vidas de los Doce Césares.