La historia de Jerusalén y los reyes de Israel
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Jerusalén, capital del reino
Jerusalén se convirtió en la capital del reino, y en la ciudad donde florecieron los reyes David y Salomón.
El liderazgo de Josué
Moisés, antes de morir, nombró a Josué como nuevo jefe del pueblo y guía hasta la tierra prometida. Josué repartió las tierras entre las doce tribus de Israel que llevaban el nombre de los hijos de Jacob y les recordó la necesidad de ser fiel a Dios. Tras la conquista de Canaán, los israelitas sufrieron ataques de los pueblos vecinos, por lo que volvieron a dirigirse a Dios. Según fue pasando el tiempo, las tribus israelitas se dieron cuenta de que necesitaban un sistema mejor para defenderse.
El reinado de Saúl
Saúl fue el primer rey de Israel. Abraham y Moisés confiaban demasiado en sus propias fuerzas y dejaron de seguir la voluntad de Dios.
La promesa a David
Un día, el profeta Natán anunció a David que su descendencia ocuparía el trono para siempre. Para los cristianos, Jesús es el liberador definitivo que Dios prometió al rey David.
Reyes poderosos
Pidió a Dios su sabiduría para gobernar, y Dios se la concedió, así adquirió fama de sabio reconocida por todos. Pero el rey Salomón, que al principio había confiado en Dios, fue poco a poco preocupándose más por el dinero, las grandezas y el poder que por su pueblo. Se dieron situaciones de injusticia y de opresión, que son contrarias a lo que Dios quiere para su pueblo. Con estas injusticias por parte de los reyes y del pueblo, surgieron profetas que recordaban el mensaje de Dios.
El rol del profeta
El profeta cumple dos funciones: denuncia la injusticia y anuncia que Dios nunca abandona al pobre y desvalido, y anuncia la llegada del Mesías enviado por Dios. El Mesías traerá la liberación y la salvación, tal como se le anunció a David. Jesús fue el Mesías esperado que anunciaron los profetas.