Historia de la Integración Económica Europea: Orígenes, Desarrollo y Consolidación
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La Integración Económica Europea
Contexto Inicial y Desafíos
El periodo de la Golden Age supuso un crecimiento continuado para Europa. Además, la imitación tecnológico-organizativa del modelo americano no presentó excesivos problemas. Sin embargo, la path dependence (dependencia de la trayectoria) hizo que los cambios institucionales fueran mucho más difíciles de realizar, ya que no era fácil pasar de golpe del nacionalismo al federalismo.
Primeros Pasos hacia la Integración
La OECE y las Opciones de Integración
La OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica) había conseguido fomentar la cooperación económica en Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial. No obstante, Europa necesitaba crear un mercado más amplio. Sus opciones de integración eran diversas:
- Convertirse en un área de libre comercio.
- Ser una unión aduanera.
- Constituir un mercado común.
- Formar una unión económica.
- Alcanzar una integración económica total.
La Unión Europea de Pagos (UEP)
Tras las devaluaciones de 1949, entre 1950 y 1958 se creó la Unión Europea de Pagos (UEP) con el objetivo de acabar con el bilateralismo en las transacciones comerciales. Este sistema facilitaba las compensaciones multilaterales entre los países miembros (que incluían a Gran Bretaña, Dinamarca, Suecia, Noruega, Suiza, Austria y Portugal) y la Unión. Aunque la UEP fue un éxito y promovió la libre convertibilidad y el comercio multilateral, algunos países buscaron otras formas de asociación.
Organizaciones Clave y el Mercado Común
Creación de la EFTA y la CECA
Paralelamente, Gran Bretaña, Dinamarca, Suecia, Noruega, Suiza, Austria y Portugal crearon la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA). La EFTA se centró en eliminar los aranceles para los productos industriales entre sus miembros, pero no estableció una tarifa exterior común y permitía a los países retirarse del acuerdo. Por otro lado, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos ya habían formado una unión aduanera (el Benelux). Estos países, junto con Francia, Alemania Occidental e Italia, dieron un paso más audaz al crear la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Estados Unidos apoyó la CECA como una forma de consolidar la paz entre Francia y Alemania Occidental y prevenir futuros conflictos.
El Tratado de Roma y el Mercado Común Europeo (CEE)
El espíritu de cooperación se extendió con la firma del Tratado de Roma en 1957, que estableció la Comunidad Económica Europea (CEE), también conocida como el Mercado Común. Este Mercado Común Europeo acordó la eliminación gradual de los aranceles internos y el establecimiento de un arancel exterior común en un plazo de 12 a 15 años. De esta manera, la CEE no solo buscaba la integración económica, sino que también proyectaba, en cierto modo, una futura unión política.
Ampliaciones de la CEE
Tras prolongadas negociaciones, en 1973, Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca fueron admitidas en el Mercado Común. Posteriormente, se unieron Grecia (1981), España y Portugal (1986). Más adelante, se incorporaron Austria, Suecia y Finlandia (1995). En 2004, se produjo una importante ampliación con la adhesión de diez nuevos estados.
Políticas y Desarrollo Interno de la CEE
Armonización Fiscal y Políticas Comunes
La CEE no solo estableció una tarifa exterior común, sino que también trabajó para armonizar las políticas fiscales y los sistemas de seguridad social entre los estados miembros. Un hito importante en la homologación impositiva fue la creación del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) en 1972, adoptado progresivamente por los miembros.
Algunas políticas de la CEE, como la Política Agraria Común (PAC) y el Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola (FEOGA), resultaron controvertidas. Para abordar las disparidades regionales, especialmente ante la crisis internacional de los años 70, en 1974 se creó el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Convergencia Regional y Dinámicas Migratorias
Los datos sobre las rentas regionales per cápita (ajustadas por poder adquisitivo) indican que el proceso de convergencia económica entre las regiones europeas ha sido continuo. De hecho, ya en la década de 1950, se observó una disminución de la emigración europea a ultramar, acompañada de una intensificación de los flujos migratorios dentro del continente. Para 1973, se estimaba que había alrededor de 11.5 millones de trabajadores extranjeros, tanto legales como ilegales, en Europa Occidental.
Desafíos y Beneficios de la Migración
La migración laboral, si bien necesaria, siempre ha generado debates sobre sus costes y beneficios económicos. A los países de origen les preocupaba la denominada «fuga de cerebros», es decir, la emigración de mano de obra cualificada formada a expensas del erario público. No obstante, los países emisores de mano de obra también experimentaron ciertos beneficios: algunos heredaron actividades productivas abandonadas por los países de inmigración (a través de inversión directa o préstamos internacionales) y se beneficiaron de las remesas enviadas por los emigrantes. Por su parte, en los países receptores, surgieron desafíos sociales, como la insatisfacción de las segundas generaciones de inmigrantes, quienes a menudo no aceptaban las condiciones laborales y sociales de sus progenitores, situados en el extremo inferior de la escala salarial y de estatus.
Hacia la Unión Monetaria: El Nacimiento del Euro
Con el tiempo, la CEE se planteó la ambiciosa meta de introducir una moneda única para profundizar la integración. Un primer intento fue la «serpiente monetaria» en 1972, un mecanismo para estabilizar los tipos de cambio que tuvo un éxito limitado. Posteriormente, en 1979, se introdujo el Sistema Monetario Europeo (SME), que representó un avance más significativo. Sin embargo, las perturbaciones especulativas en los mercados de divisas impulsaron a los países miembros a optar, en 1989, por un objetivo aún más ambicioso: la plena integración monetaria. Este objetivo se materializó con la firma del Tratado de Maastricht en 1992, que estableció la Unión Económica y Monetaria (UEM). Finalmente, entre 1999 y 2002, se introdujo la moneda única europea, el Euro, cuya emisión y política monetaria son gestionadas por el Banco Central Europeo (BCE), creado en 1998.