Historia del Imperio Romano: Auge, Dinastías y Legado

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El Imperio Romano: Auge y Consolidación

El Imperio Romano (en latín: Imperium Romanum) fue una etapa de la civilización romana en la Antigüedad Clásica, posterior a la República Romana y caracterizada por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del Imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al mar Mediterráneo. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km².

Polibio fue uno de los primeros hombres en documentar la expansión de Roma aún como República. Durante los casi tres siglos anteriores al gobierno del primer emperador, César Augusto, Roma había adquirido mediante numerosos conflictos bélicos grandes extensiones de territorio que fueron divididos en provincias gobernadas directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente por sorteo entre los senadores que habían sido pretores o cónsules el año anterior.

Durante la etapa republicana de Roma, su principal competidora fue la ciudad púnica de Cartago, cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental rivalizaba con la de Roma y que tras las tres Guerras Púnicas se convirtió en la primera gran víctima de la República. Las Guerras Púnicas llevaron a Roma a salir de sus fronteras naturales en la península Itálica y a adquirir poco a poco nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.

Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez. Así fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal era el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no solo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado Romano.

El Imperio Romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio César, en los momentos finales de la República Romana. Tal osadía no agradó a los miembros más conservadores del Senado Romano, que conspiraron contra él y lo asesinaron durante los Idus de marzo dentro del propio Senado, lo que suponía el restablecimiento de la República, cuyo retorno, sin embargo, sería efímero. El precedente no pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio, quien se convirtió años más tarde en el primer emperador de Roma, tras derrotar en el campo de batalla, primero a los asesinos de César, y más tarde a su antiguo aliado, Marco Antonio, unido a la reina Cleopatra VII de Egipto en una ambiciosa alianza para conquistar Roma.

A su regreso triunfal de Egipto, convertido desde ese momento en provincia romana, la implantación del sistema político imperial sobre los dominios de Roma deviene imparable, aún manteniendo las formas republicanas. Augusto dividió el vasto Imperio para facilitar su gestión. El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande en el año 395, quedó definitivamente dividido.

El Senado envió las insignias imperiales a Constantinopla, la capital de Oriente, formalizándose así la capitulación del Imperio de Occidente. El Imperio Oriental proseguiría varios siglos más bajo el nombre de Imperio Bizantino, hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder otomano.

El legado de Roma fue inmenso; tanto es así que varios fueron los intentos de restauración del Imperio, al menos en su denominación. Destaca el intento de Justiniano I, por medio de sus generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno, así como el del propio Sacro Imperio Romano Germánico, pero ninguno llegó jamás a reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos clásicos.

Con el colapso del Imperio Romano de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua, dando inicio la Edad Media.

Las Primeras Dinastías

(Véase: Lista de emperadores romanos)

El Principado de Augusto

Los primeros emperadores, desde Augusto hasta la muerte de Nerón en el año 68 d. C., pertenecieron a la dinastía Julio-Claudia. En el año 69 d. C. se inició un breve periodo de inestabilidad conocido como el Año de los Cuatro Emperadores, que finalizó con el ascenso de Vespasiano, fundador de la dinastía Flavia. En el año 96 d. C. comenzó la dinastía Antonina, que gobernó el Imperio hasta el asesinato de Cómodo en el año 192 d. C. Tras un breve periodo de crisis, en el año 193 d. C. se inició la dinastía Severa, que duró hasta la muerte de Alejandro Severo en el año 235 d. C.

A su regreso a Roma, el poder de Octavio fue enorme, tanto como lo fue la influencia sobre sus legiones. El título de emperador, que significa «vencedor en la batalla», lo convertía en comandante de todos los ejércitos. Aseguró su poder manteniendo un frágil equilibrio entre la apariencia republicana y la realidad de una monarquía dinástica con aspecto constitucional (Principado), en cuanto compartía sus funciones con el Senado, pero de hecho el poder del príncipe era completo. Por ello, formalmente nunca aceptó el poder absoluto, aunque de hecho lo ejerció, asegurando su poder con varios puestos importantes de la República y manteniendo el orden sobre varias legiones. Después de su muerte, Octavio fue consagrado como hijo del divus (divino) Julio César, lo que lo convertiría, a su muerte, en dios.

En el plano militar, Augusto estableció las fronteras del Imperio Romano en lo que él consideraba debían ser sus límites máximos de extensión al norte; el limes Elba-Danubio. En el año 25 a. C., Augusto dirigió personalmente las guerras contra cántabros y astures en el norte de Hispania. Esta sangrienta lucha final sería conocida como las Guerras Cántabras. Tan difícil fue la tarea que Augusto se trasladó personalmente con toda su corte a la península Ibérica, estableciendo Tarraco como capital provisional imperial. Hispania pasó a dominio romano por completo, y su territorio quedó organizado en tres provincias: Lusitania, Tarraconensis y Baetica, además de la provincia Transduriana, que organizaba los territorios recién conquistados del Noroeste, de cuya existencia tenemos noticia por un epígrafe recientemente descubierto en el Bierzo: el Edicto del Bierzo.

Así fue como en el año 9 d. C., tres legiones romanas dirigidas por Publio Quintilio Varo fueron emboscadas y aniquiladas en Germania por tribus germanas dirigidas por Arminio en la batalla del bosque de Teutoburgo. La reacción romana permitió evacuar, no sin problemas, el resto de cuerpos militares acantonados en Germania. Así, el sistema de limes septentrional se mantendría estable hasta el colapso del Imperio en la menos firme frontera Rin-Danubio. Augusto recomendó a su sucesor, Tiberio, que no tratara de extender más allá sus dominios.

Tiberio (14-37 d. C.)

Tiberio, hijo adoptivo de Augusto, le sucedió en el trono en el año 14 d. C. No adoptó el título de emperador y demostró su desafección al poder desde inicios de su reinado. Una de sus primeras decisiones fue reformar las instituciones, para lo cual aumentó el poder del Senado, dándole la facultad de nombrar magistrados, de manera que los Comicios, instituciones cuya principal tarea era esa, fueron debilitadas. Al aumentar el poder del Senado y anular el del pueblo, Tiberio buscó un equilibrio, aumentando de 3 a 9 cohortes los efectivos pretorianos y asignándole un campamento permanente en Roma, la Castra Praetoria. El Senado comenzó la publicación de numerosas leyes y recuperó su antiguo poder, al tiempo que volvía a ser la entidad fiscalizadora sobre los gobernadores de las provincias romanas. En el año 19 d. C., tras la sospechosa muerte de Germánico en Siria, estalló una revuelta en Germania. Germánico, un joven y brillante general, y el hijo de Tiberio, Julio César Druso, fueron enviados para sofocarla. En el año 23 d. C., tras la muerte de su hijo Druso, Tiberio se sumió en un estado depresivo, y lentamente fue delegando poderes en su prefecto del pretorio, Lucio Elio Sejano, quien ejercía el cargo desde el año 15 d. C., hasta que, finalmente, en el año 26 d. C., Tiberio se retiró a la isla de Capri y dejó el poder absoluto a Sejano, a quien quería mucho. Los 9000 hombres que Sejano tenía a su mando le daban el poder de Roma. En el año 31 d. C., Sejano fue ejecutado por orden de Tiberio, acusado de conspirar contra él. Fue reemplazado como prefecto del pretorio por Nieve Sutor Macre. Tras terminar sus ejecuciones, Tiberio se retiró del poder y se aisló completamente, dejando que el Imperio funcionara por sí solo. Finalmente, muere en la miseria el 16 de marzo del año 37 d. C., supuestamente asesinado por Macre o por Calígula, a quien dejaría el poder en su testamento por ser hijo de Germánico, junto a su nieto, Tiberio Gemelo.

El testamento de Tiberio le dejaba el poder junto al nieto de este, Tiberio Gemelo. Entre los años 38 y 39 d. C. se desencadenó una grave crisis económica debido a la quiebra del emperador, quien había vaciado las arcas imperiales en numerosos juegos, banquetes, recompensas monetarias y en la construcción de obras públicas. Comenzó a multar e incluso a asesinar a muchos senadores y caballeros romanos para arrebatarles su patrimonio y así resolver su maltrecha situación. Tergiversó muchos testamentos para recibir los bienes que se establecían. Se desató una enorme hambruna que asoló el Imperio, debido, según muchos historiadores, al mismo Calígula y sus mandatos. Desde el año 40 d. C., Calígula comenzó a aparecer en público caracterizado como dios o semidiós. Así, construyó tres templos en su propio honor y comenzó a reemplazar a los dioses romanos por su propia imagen. Los días posteriores a la muerte de Calígula, Claudio fue proclamado emperador por la Guardia Pretoriana, frustrando los planes de Casio Querea de asesinar a toda la familia imperial y restaurar la República. En vez de eso, Claudio demostró ser uno de los emperadores más grandes de la historia romana, siendo un hábil juez, excelente legislador, un genio militar y una persona autoritaria, pero también piadosa, humilde y amable. Finalmente, la victoria romana fue celebrada en el año 44 d. C. Formó un Senado más eficiente y representativo. Sin embargo, el escándalo que la llevaría a la muerte fue cuando se casó con Cayo Silio públicamente en Roma, en el año 48 d. C. Para evitar la humillación, la envió a ejecutar. En el año 65 d. C. fue descubierta una conjura del senador Cayo Calpurnio Pisón para derribarlo, por su exceso de poder y por su tiranía. Nerón se vuelve famoso por su afición a la actuación, la poesía y el canto, indignando a la aristocracia romana con sus actuaciones públicas tanto en Roma como en otras partes del Imperio. En el año 60 d. C., la reina bárbara Boudica se había sublevado contra el Imperio, siendo sofocada la revuelta. Nerón huyó y se suicidó el 9 de junio del año 68 d. C.

Así, fue asesinado en una emboscada el 15 de enero en el Foro, y sus enemigos en la capital declararon a Otón como emperador.

Otón

Otón fue reconocido como emperador por el Senado el mismo día de la muerte de Galba. El nuevo emperador fue recibido con alivio. Pero existía el problema de Vitelio, que llevaba días marchando hacia Italia desde Germania.

Vitelio poseía el mando de las mejores legiones del Imperio, compuestas por veteranos de las guerras germánicas, como la I Germánica y la XXI Rapax. Estos eran sus mejores argumentos para conseguir el poder. Había sido emperador durante poco más de 3 meses.

Vitelio

Vitelio, tras la noticia del suicidio de Otón, fue reconocido como emperador por el Senado. Con la aceptación garantizada, Vitelio salió de Roma. La ciudad acogió con inquietud el acceso al cargo de pontífice máximo por parte de Vitelio en la misma fecha del aniversario de la batalla de Alia (394 a. C.), un día funesto para la supersticiosa sociedad romana.

Con las finanzas imperiales en un estado pésimo, Vitelio hizo asesinar a todos los ciudadanos que se dijeran como él o su heredero. Se desató entonces una persecución de cualquier posible rival, invitándoles a palacio con promesas de poder para luego asesinarlos. Las experimentadas legiones que habían combatido duramente a los rebeldes judíos marcharon sobre Roma al mando de Muciano. Vespasiano viajó a Alejandría, donde fue aclamado como Emperador el 1 de julio, obteniendo el control de los vitales suministros de grano de Egipto. Antes de que las legiones orientales pudieran llegar a Roma, las legiones danubianas de las provincias de Tracia y Mesia aclamaron a Vespasiano como emperador en agosto y encabezaron la invasión de Italia al mando de Marco Antonio Primero. En octubre, las fuerzas de Primero obtuvieron una aplastante victoria sobre el ejército de Vitelio en la segunda batalla de Bedriacum.

Allí fue asesinado por uno de los hombres de Vespasiano.

El Senado acogió el día siguiente a Vespasiano como emperador. Esto ocurrió el 21 de diciembre del año 69 d. C., el mismo año que había comenzado con Galba en el trono.

Mantuvieron protegidas las fronteras mediante campamentos militares y otorgaron derechos de ciudadanía romana a los habitantes de las provincias del Imperio. Siendo designado cónsul en el año 51 d. C., ganó renombre como comandante militar, destacando en la invasión romana de Britania (43 d. C.). Comandó las fuerzas romanas que hicieron frente a la revuelta de los judíos del año 66 d. C. Cuando se disponía a sitiar Jerusalén, la capital rebelde, el emperador Nerón se suicidó, sumiendo al Imperio en un año de guerras civiles conocido como el Año de los Cuatro Emperadores. El 20 de diciembre, Vitelio fue derrotado y al día siguiente Vespasiano fue proclamado emperador por el Senado.

Destaca de su reinado el programa de reformas financieras que promovió, tan necesario tras la caída de la Dinastía Julio-Claudia, su exitosa campaña en Judea y sus ambiciosos proyectos de construcción como el Anfiteatro Flavio, conocido popularmente como el Coliseo Romano.

Tito (79-81 d. C.)

Tito, antes de ser proclamado emperador, alcanzó renombre como comandante militar al servir a las órdenes de su padre en Judea, durante el conflicto conocido como la Primera Guerra Judeo-Romana (67-70 d. C.). Esta campaña sufrió una breve pausa después de la muerte del emperador Nerón (9 de junio de 68 d. C.), cuando su padre fue proclamado emperador por sus tropas (21 de diciembre de 69 d. C.). En este punto, Vespasiano inició su participación en el conflicto civil que asoló el Imperio durante el año de su nombramiento como emperador, conocido como el Año de los Cuatro Emperadores. Su victoria fue recompensada con un triunfo y conmemorada con la construcción del Arco de Tito.

Bajo el reinado de su padre, Tito recogió recelos entre los ciudadanos de Roma debido a su servicio como prefecto del cuerpo de guardaespaldas del emperador, conocido como la Guardia Pretoriana, y también causa de su intolerable relación con la reina Berenice de Cilicia. A pesar de estas faltas a la moral romana, Tito gobernó con gran popularidad después de la muerte de Vespasiano el 23 de junio de 79 d. C. y es considerado como un buen emperador por Suetonio y otros historiadores contemporáneos.

y el incendio de Roma el 80 d. C. La gran popularidad de Tito hizo que el Senado lo proclamara como dios. Tito fue sucedido por su hermano menor, Domiciano.

Esta situación se mantuvo durante el reinado de su padre Vespasiano, coronado emperador el 21 de diciembre de 69 d. C., tras un largo año de guerras civiles conocido como el Año de los Cuatro Emperadores. Estos hombres exageraron la crueldad del monarca al efectuar adversas comparaciones con los Cinco Buenos Emperadores que le sucedieron.

Los Cinco Buenos Emperadores (96-180 d. C.)

Los Cinco Buenos Emperadores llevaron a Roma a su culmen territorial, económico y de poder: Nerva; Trajano, de origen hispano y gran conquistador; Adriano, querido emperador que realizó grandes reformas y visitó numerosas partes del imperio; Antonino Pío; y Marco Aurelio, pensador a la par que defensor de las fronteras.

Para cuando asumió, Nerva era considerado uno de los políticos más experimentados de Roma, teniendo, a la sazón, 65 años de edad. Nerva había sido testigo de diversas etapas históricas del Imperio, incluyendo la crisis anárquica del Año de los Cuatro Emperadores, por lo que su elección pudo verse motivada por la confianza de sus pares del Senado en que su gobierno, que se preveía corto, sería moderado y restauraría el poder del Senado, mermado seriamente durante la administración de Domiciano, quien vio en la institución un enemigo más para sus intereses. Para ganarse el vital apoyo del pueblo romano, alivianó la carga tributaria de los más pobres y repartió 75 denarios a cada ciudadano, además del donativum para la Guardia Pretoriana.

A la muerte de Cómodo, el Imperio se sumió en una época de confrontación civil, tras la que asumió el trono Septimio Severo, quien instauró la Dinastía Severa.

Tras la llegada de la noticia de la muerte de Pertinax, las legiones del Danubio, el Rin y Germania proclamaron emperador a Septimio Severo. Para deshacerse de la influencia de los pretorianos, los invitó a un banquete en que fueron desarmados; los reemplazó por soldados leales a él.

Sin embargo, poco después, en 195 d. C., Severo se enfrentó a Albino, quien marchó con 40.000 hombres contra Severo, en la Batalla de Lugdunum, en 196 d. C., tras la cual vence Severo y se suicida Albino.

Entre 197 y 199 d. C., llevó una exitosa campaña contra el Imperio Parto, tras la cual estableció la provincia de Mesopotamia.

A su muerte, el 9 de febrero de 211 d. C., nombró a sus hijos Caracalla y Geta como sucesores.

Sin embargo, el crudo conflicto entre los hermanos terminó con el suicidio de Geta en 212 d. C., tras presiones de Caracalla.

Tras esto, Caracalla se retira de Roma y emprende una serie de campañas militares. En Alejandría, Grecia, sus soldados saquearon y asesinaron a miles de habitantes, tras una humillación al emperador, lo que acrecentó al odio del pueblo, ya bastante fomentado con la muerte de Geta y las masivas ejecuciones que le siguieron.

En obras públicas, mandaría a construir unas espectaculares termas en Roma que llevan su nombre, y, además, decretó la Constitutio Antoniniana, en el 212 d. C., que nombraba ciudadanos romanos a todos los habitantes libres de las provincias.

Con esto, fue asesinado en Partia, tomando Macrino el poder, en 217 d. C.

Macrino (217-218 d. C.)

Continuó la campaña en Partia, tras autoproclamarse emperador, y, tras la Batalla de Nisibis, que resultó en empate, pagó a los partos 200 millones de sestercios para conseguir la paz, que sacó, en parte, del sueldo de los legionarios.

En junio de 218 d. C., se enfrentó a las tropas que apoyaban a Heliogábalo, siendo derrotado.

Sin embargo, pasaría poco tiempo antes de que las legiones romanas se arrepintieran de haberlo apoyado; su desenfrenada conducta sexual, unida a su devoción por un dios nuevo, generaron amplio rechazo en la sociedad.

Estas conductas, unidas a acusaciones como que se prostituía en el Palacio Imperial, bastaron para que su propia abuela, Julia Mesa, conspirara contra él, apoyada por el pueblo y el Senado romano.

Alejandro Severo (222-235 d. C.)

El nuevo emperador, tranquilo y pacífico, terminaría dejando el poder en su madre y abuela, que se dedicaron a reparar los errores cometidos durante la administración de Heliogábalo. Su gobierno marca el último gobierno civil de Roma; con su muerte, se inician 50 años de total anarquía militar en el Imperio y termina la Dinastía Severa.

Emperadores Ilirios (268-284 d. C.)

Artículo principal: Emperadores Ilirios

El Bajo Imperio (284-395 d. C.)

Artículo principal: Bajo Imperio Romano

La División del Imperio (395-476 / 1453 d. C.)

El Imperio Romano de Occidente es la parte occidental del Imperio Romano, después de su división en Occidente y Oriente iniciada con la tetrarquía del Emperador Diocleciano (284-305 d. C.) y efectuada de forma definitiva por el Emperador Teodosio I (379-395 d. C.), quien lo repartió entre sus dos hijos: Arcadio recibió el Imperio de Oriente y Honorio recibió el de Occidente.

El Fin del Imperio Romano (395-476 d. C.)

Artículos principales: Imperio Romano de Occidente y Decadencia del Imperio Romano

Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del Imperio, donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre en el Sacro Imperio Romano Germánico.

El emperador de Roma ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476 d. C., un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de 15 años que fue el último emperador romano de Occidente y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador romano de Oriente.

Supervivencia del Imperio Romano de Oriente (395-1453 d. C.)

Artículo principal: Imperio Bizantino

El Imperio Restaurado: el Sacro Imperio Romano (800-1806 d. C.)

Artículos principales: Imperio Carolingio y Sacro Imperio Romano

Ejército Romano

Artículos principales: Ejército Romano, Legión Romana e Historia de la Estructura del Ejército Romano

En provincias, el mando correspondía al gobernador provincial (pero este a su vez estaba supeditado al Emperador, que podía apartarlo cuando quisiera), pudiendo también asumirlo temporalmente el Emperador. El número de legiones osciló en toda la época imperial, con un número cercano a la treintena.

Para ejercer algunos cargos municipales había un cierto tiempo de servicio en el ejército.

Los terrenos próximos se utilizaban como pastos para el ganado, y en general se arrendaban por ello los agricultores de la zona. Contaba también con las guerrillas regulares auxiliares y de caballería (alae) ciento veinte hombres de caballería.

Otros suboficiales eran el tesserarius (equivalente a un sargento), el signifer o vexillarius (portaestandartes), el aquilifer (el portador del águila legionaria), el campiductor (instructor) y el pecunarius (furriel).

Armada Romana

Artículo principal: Armada Romana

La Armada Romana (en latín classis, literalmente flota) comprendió las fuerzas navales del Antiguo Estado Romano. A pesar de jugar un papel decisivo en la expansión romana por el Mediterráneo, la armada nunca tuvo el prestigio de las legiones romanas. A lo largo de su historia, los romanos fueron un pueblo esencialmente terrestre, y dejaron los temas náuticos en manos de pueblos más familiarizados con ellos, como los griegos y los egipcios, para construir barcos y mandarlos. Parcialmente debido a esto, la armada nunca fue totalmente abrazada por el Estado Romano, y se consideraba «no romana». A diferencia de las fuerzas navales modernas, la armada romana, incluso en su apogeo, no existió de forma autónoma, sino que operó como un adjunto del Ejército Romano.

En el transcurso de la Primera Guerra Púnica, la armada fue expandida masivamente y jugó un papel vital en la victoria romana y en la ascensión de la República Romana a la hegemonía en el Mediterráneo. Durante la primera mitad del siglo I a. C., la gran Batalla de Accio puso fin a las guerras civiles con la victoria final de Augusto y el establecimiento del Imperio Romano.

Sin embargo, en las fronteras del Imperio, en las nuevas conquistas o, cada vez más, en la defensa contra las invasiones bárbaras, las flotas romanas estuvieron plenamente implicadas. El declive del Imperio en el Mediterráneo occidental. Uno de ellos, el pueblo vándalo, creó una flota propia y atacó las costas del Mediterráneo, incluso llegó a saquear Roma, mientras las disminuidas flotas romanas fueron incapaces de ofrecer resistencia. El Imperio Romano de Occidente colapsó en el siglo V d. C. y la posterior armada romana del duradero Imperio Romano de Oriente es llamada por los historiadores Armada Bizantina.

Urbanismo Romano

Es importante destacar que Roma fue, a diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano.

Las ciudades romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que permitían el rápido desplazamiento de los ejércitos y las caravanas de mercaderes, así como los correos. Asimismo, un cuidado sistema de alcantarillado garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad romana.

Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico, ejemplo del orden romano, nunca se aplicó en la propia Roma, ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía una estructura un tanto desordenada. Roma nunca fue capaz de digerir bien su grandeza, acentuándose más aún el caos y la desorganización. La reconstrucción de los diferentes barrios se realizó conforme a un plan maestro diseñado a base de calles rectas y anchas y grandes parques, lo que permitió aumentar muchísimo las condiciones higiénicas de la ciudad.

Por lo demás, toda ciudad romana trataba de gozar de las mismas comodidades que la capital y los emperadores gustosos favorecían la propagación del modo de vida romano, sabedores de que era la mejor carta de romanización de las futuras generaciones acomodadas que jamás desearían volver al tiempo en que sus antepasados se rebelaban contra Roma. También muchas ciudades intelectuales gozaban de prestigiosas bibliotecas y centros de estudio, así fue en Atenas, por ejemplo, ciudad que siempre presumió de su presuntuosa condición de ser la cuna de la filosofía y el pensamiento racional.

Algo que quedaría patente a finales del bajo imperio.

Con la llegada de la crisis del siglo III d. C. y, particularmente, ya en el tardío imperio cristiano, la seguridad de la que disfrutaron durante tiempo las ciudades romanas había desaparecido. Fue un paso hacia atrás que se materializaría con la desaparición del Imperio de Occidente, la ruralización, el fin de las actividades comerciales y el surgimiento de los castillos medievales.

Economía Romana

La economía romana varió a lo largo de la historia del Imperio. Se estima que el PIB per cápita del Imperio Romano en su apogeo (siglo II d. C.) era de unos 570 sestercios, con variaciones regionales. Italia y la región oriental del Imperio tenían una mayor renta per cápita.

La economía del Imperio Romano era la propia de un imperio esclavista; los esclavos trabajaban, obviamente sin remuneración alguna, lo cual producía una enorme riqueza. Las diferentes ciudades y provincias estaban conectadas por una red de comunicaciones, vías y puertos, que fomentaban el comercio notablemente.

Los romanos mejoraron las técnicas agrícolas introduciendo el arado romano, molinos más eficaces, como el de grano, el prensado de aceite, técnicas de regadío y el uso de abono. Existían mercados de esclavos donde se comerciaba con ellos como si fuesen simples mercancías.

Sociedad Romana

Así pues, la sociedad romana en sus orígenes estaba dividida en:

  • Patricios: eran la clase dominante que poseía todos los privilegios tanto fiscales, como judiciales, políticos y también culturales.
  • Plebeyos: eran el pueblo que no gozaba de todos los derechos ni privilegios.
  • Esclavos: no tenían derechos y eran posesión de sus amos. El esclavismo era toda una institución social en Roma. No fue un esclavismo de raza, como sí lo sería siglos después.

Al evolucionar la República y convertirse en Imperio, esta sociedad evolucionó con ella, dando origen a nuevos grupos o transformando otros.

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