Historia de España: Del Reinado de Carlos IV a la Era Isabelina
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El Reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia
El reinado de Carlos IV, un rey poco aficionado a la política, comienza en 1788 y está determinado por el inicio de la Revolución Francesa (1789), evento que genera un gran rechazo entre los reyes absolutistas europeos. El padre de Carlos IV, Carlos III (1759-1788), se había abierto a las ideas ilustradas, promoviendo reformas en el marco de la monarquía tradicional (despotismo ilustrado). Sin embargo, con Carlos IV España intenta blindarse ante las influencias exteriores.
Los ministros Floridablanca y Jovellanos, de corte ilustrado, son cesados y se aplica una fuerte censura. Además, España, formando parte de una coalición, se enfrenta militarmente a Francia, pero es derrotada. Bajo la influencia del controvertido Godoy (hombre de confianza del rey, nombrado secretario de Estado en 1792), España llevará a cabo una alianza con Francia, a partir de la Paz de Basilea (1795). Estos pactos resultarán desastrosos.
En efecto, la alianza franco-española que se enfrenta a Inglaterra, conforme a los intereses del emperador Napoleón, será derrotada en Trafalgar (1805), derrota que supondrá la pérdida de buena parte de la flota española y, en consecuencia, la interrupción parcial del comercio con América. El incremento de la deuda pública se traduce en una mayor presión social, apenas aliviada por la aplicación de medidas desamortizadoras. El descontento general se extiende por toda nuestra geografía, y también por las clases acomodadas. Y así, el propio Fernando, hijo de Carlos IV, conspira contra su padre.
En virtud del Tratado de Fontainebleau (1807), las tropas francesas penetran en la Península, supuestamente con la intención de invadir Portugal. Todo ello se suma a un contexto general de hambre y escasez, y a una fuerte oposición al rey y a Godoy, provocando el Motín de Aranjuez (1808). Este levantamiento popular, instigado por parte de la nobleza y del clero, supone no solo la caída de Godoy, sino también la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo, Fernando VII.
Napoleón se decide a intervenir en la política española: por las Abdicaciones de Bayona (1808) los Borbones renuncian al trono español, que será ocupado a partir de entonces por José Bonaparte -llamado jocosamente “Pepe Botella”-, el hermano de Napoleón. El nuevo rey lleva a cabo medidas diseñadas para acabar con el Antiguo Régimen: desamortización, desvinculación de mayorazgos y de las tierras de manos muertas, fin del régimen señorial, abolición de la Inquisición, etc.
En el comienzo de la Guerra de Independencia (1808-1814), un levantamiento popular tiene lugar en Madrid contra las tropas francesas. El primer municipio español en manifestarse a favor de los sublevados es Móstoles. Pero el levantamiento será duramente reprimido por el general Murat, tal y como retrata Goya en Los fusilamientos del 3 de mayo.
Los españoles, al no reconocer a José Bonaparte, se organizan en Juntas de Armamento y Defensa. La guerra contra el invasor será asimismo una guerra civil entre españoles: por un lado, los patriotas o fernandinos, partidarios de Fernando VII; y, por otro lado, los afrancesados, partidarios de José Bonaparte.
En la primera fase de la guerra, se producen episodios de resistencia en ciudades como Gerona, Zaragoza o Tarragona. A pesar de la victoria en la batalla de Bailén del ejército español, este será desmantelado. No obstante, la resistencia española se orquesta mediante la guerra de guerrillas, liderada por figuras como Juan Martín el Empecinado, Espoz y Mina o el cura Merino. Entonces, el propio Napoleón se desplaza a España, al mando de 250.000 soldados.
En los últimos años del conflicto, Napoleón se ve debilitado por sus problemas en Rusia, e Inglaterra y Portugal apoyarán a los españoles, produciéndose victorias como la de Arapiles. En el Tratado de Valençay, Napoleón pacta el final del conflicto y la vuelta de Fernando VII. Los franceses comienzan su retirada.
La guerra, de extrema crueldad, deja en torno a un millón de muertos, miles de exiliados, devasta tierras y ciudades, debilitando la producción y la industria manufacturera, al tiempo que genera una deuda pública inasumible y, ante el vacío de poder generado, la pérdida del control de las colonias americanas.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
La obra de las Cortes supuso la liquidación jurídica y política del Antiguo Régimen y la defensa del sistema liberal español, el más avanzado de Europa. Las Cortes de Cádiz buscaban acabar con el absolutismo y establecer una constitución que implantara la división de poderes, así como acabar con la sociedad estamental y sus privilegios.
Vacío de Poder y Juntas
Tras la invasión francesa, existía un vacío de poder, por lo que se crearon Juntas provinciales de defensa. Después, se creó la Junta Suprema Central, dirigida por Floridablanca, la cual asumió la regencia hasta el regreso de Fernando VII, a quien tenía como rey legítimo, y se negó a reconocer a José I Bonaparte. Entonces, la sociedad española se dividió en dos bandos: afrancesados (colaboraban con José I) y patriotas, que a su vez se dividían en liberales (en contra del Antiguo Régimen) y absolutistas (partidarios del Antiguo Régimen).
La Convocatoria de Cortes
Después de que la Junta Suprema Central se disolviera en enero de 1810, se creó un Consejo de Regencia, y se produjo la convocatoria de Cortes, para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y su destino. Las Cortes se abrieron el 24 de septiembre de 1810, con una cámara única (frente a la tradicional representación estamental). En su primera sesión, los diputados aprobaron el principio de soberanía nacional, reconociendo que el poder reside en el conjunto de los ciudadanos, representados en las Cortes.
La Constitución de 1812
Fue la obra más importante de las Cortes de Cádiz. Fue aprobada el 19 de marzo de 1812 y se conoció popularmente como “La Pepa”. Se trata de la primera constitución liberal española.
- La constitución contiene una declaración de derechos del ciudadano, como la libertad de pensamiento, la igualdad ante la ley, la libertad civil…
- La nación se definía como el conjunto de todos los ciudadanos (tanto la península como las colonias americanas).
- La estructura del Estado era una monarquía limitada (parlamentaria), estableciéndose una división de poderes: el poder legislativo (las Cortes unicamerales elaboraban leyes, aprobaban impuestos y tratados internacionales y mandaban sobre el ejército), el poder ejecutivo (el monarca intervenía en la elaboración de las leyes) y el poder judicial (en manos de los tribunales).
- Por otro lado, el sufragio era universal masculino e indirecto y la religión oficial era la católica.
- Se creó un ejército nacional (con servicio militar obligatorio), el territorio se dividió en provincias (creándose las diputaciones provinciales) y se creó la Milicia Nacional.
La constitución tuvo una importante repercusión en Europa e Iberoamérica.
Acción Legislativa de las Cortes
Se aprobaron una serie de leyes y decretos para acabar con el Antiguo Régimen y la sociedad estamental. Por ejemplo, la suspensión de los señoríos jurisdiccionales (y de los derechos feudales). También se llevó a cabo una reforma agraria para acabar con el régimen señorial. Destaca también la eliminación de los mayorazgos y la desamortización de bienes comunales, así como la abolición de la Inquisición y la abolición de los gremios y libertad de industria y trabajo.
Sin embargo, la situación de guerra impidió la aplicación de lo legislado y al final de la guerra de Independencia el regreso de Fernando VII supuso la vuelta al absolutismo.
El Reinado de Fernando VII y la Cuestión Sucesoria
Fernando VII había abandonado el país como monarca absoluto y regresó (tras el Tratado de Valençay) como un monarca constitucional, con la Constitución de 1812 ya implementada. Su reinado (1814-1833) se divide en 3 etapas, marcadas por los cambios políticos que se produjeron y por los cambios de ideología política que tenía el rey:
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Fernando VII regresa a España. Mientras que los liberales querían que el monarca jurara la Constitución, los absolutistas vieron el regreso del monarca como una oportunidad para deshacer la obra de Cádiz y volver al Antiguo Régimen. Demandaron la restauración del absolutismo en el Manifiesto de los Persas. Fernando VII anuló la Constitución y las leyes de Cádiz mediante el Real Decreto del 4 de mayo de 1814. Esto supuso una vuelta al absolutismo y al Antiguo Régimen.
Por otro lado, tras la derrota de Napoleón, se restableció el viejo orden en Europa, a través del Congreso de Viena. La creación de la Santa Alianza garantizó la defensa del absolutismo. En España, hubo una inestabilidad gubernamental por la camarilla, y Fernando VII y su gobierno llevaron al país a una crisis de la Hacienda. Estos acontecimientos supusieron el cambio de mentalidad de muchos grupos sociales que reclamaban la vuelta al régimen constitucional. Se dieron pronunciamientos militares (como los de Vidal o Porlier) que fueron reprimidos por la monarquía.
El Trienio Liberal (1820-1823)
En 1820, se produjo el pronunciamiento militar dirigido por Rafael del Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla), y el rey terminó aceptando y jurando la Constitución. Se formó un nuevo gobierno que proclamó amnistía y convocó elecciones en las cuales ganaron los diputados liberales, que intentaron poner en práctica las obras de Cádiz. Sin embargo, Fernando VII paralizó las leyes mediante el derecho de veto y conspiró contra el gobierno.
Los campesinos, la nobleza y el clero, descontentos con las medidas liberales, se sumaron a la agitación antiliberal. Se produjeron partidas realistas y se estableció una regencia en Seo de Urgel (1823). Los liberales se dividieron en moderados y exaltados.
La Década Ominosa (1823-1833)
La Santa Alianza encargó a Francia intervenir con los Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del duque de Angulema, en 1823. Fernando VII fue restituido como monarca absoluto. Hubo muchos problemas económicos por la pérdida de las colonias. Se recortaron gastos y hubo reformas como la creación del Consejo de Ministros. A su vez, liberales como el general Torrijos intentaron asaltar el poder, pero fueron reprimidos.
Por otro lado, surgieron los realistas (ultrarrealistas) y partidas como la de los Malcontents en 1827 en Cataluña, y se agruparon en torno a Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII). En 1830 nace Isabel, hija del rey, y hubo una crisis dinástica porque la Ley Sálica impedía la sucesión femenina. Fernando VII abolió la ley mediante la Pragmática Sanción de 1830, y nombró a su hija Isabel heredera del trono (con la regencia de su mujer, la reina María Cristina). Esta decisión fue rechazada por los carlistas, y más adelante se darían las guerras carlistas. Tras la muerte del monarca en 1833 se acabó el absolutismo en España.
El Proceso de Independencia de las Colonias Americanas y el Legado Español
Uno de los problemas más graves del reinado de Fernando VII fue el de la independencia de las colonias americanas (los virreinatos de Nueva España, Nueva Granada, Perú y Río de la Plata). El proceso emancipador fue largo y complejo, y surgió por varias causas:
Causas de la Emancipación
- La influencia de la Ilustración (destacando la soberanía nacional), la independencia de Estados Unidos (1776) y el ejemplo de la Revolución Francesa (1789).
- El descontento de los criollos por la discriminación económica y política, destacando la figura de Francisco de Miranda.
- La debilidad de España tras la derrota en Trafalgar (1805) y la invasión napoleónica (1808), que sirvieron a los criollos para la constitución de sus propias Juntas.
Fases del Proceso Emancipador
El proceso emancipador se llevó a cabo en dos fases:
Primera Fase (1808-1815)
Coincidió con la ocupación francesa durante la guerra de la independencia. Se crearon Juntas fieles a la Junta Central. En 1810 se independizó el Virreinato del Río de la Plata, y le siguieron Chile y Venezuela, donde volvió a actuar Francisco de Miranda junto con Simón Bolívar. En México, estalló una revolución indígena dirigida por el cura Hidalgo, continuada por José María Morelos. Tras la guerra de independencia, los españoles, dirigidos por el general Morillo, consiguieron reprimir todos los levantamientos, excepto en el Virreinato del Río de la Plata.
Segunda Fase (1815-1825)
En 1816 en el antiguo Virreinato del Río de la Plata se constituyeron las Provincias Unidas de Sudamérica. San Martín inició su campaña y venció a los españoles en Chacabuco (1817) y Maipú, consiguiendo la independencia de Chile. Por otro lado, Simón Bolívar consiguió victorias en Boyacá (1819), Carabobo (1821) y Pichincha, liberando el Virreinato de Nueva Granada, dando lugar a las actuales Colombia, Venezuela y Ecuador. En 1824, las tropas españolas fueron derrotadas en Junín y Ayacucho, y Perú se independizó. El Alto Perú se constituyó en Bolivia, en honor a Simón Bolívar. Por otra parte, en México, Agustín de Iturbide proclamó la independencia en 1821 mediante el Plan de Iguala.
Consecuencias para España
- Se confirmó como potencia de segundo orden.
- Grandes pérdidas económicas (se quedó sin los ingresos por impuestos y monopolio).
- Repatriación de miles de españoles a España o hacia Cuba y Puerto Rico.
- Surgimiento de un grupo de influencia de militares: los ayacuchos.
Legado Español en América
- Fraccionamiento de los antiguos virreinatos en varias repúblicas.
- Dependencia económica de Gran Bretaña y Estados Unidos.
- El idioma castellano y las primeras universidades, como la de San Marcos, quedaron como legado español.
- También se heredaron los valores de la cultura grecorromana y católica.
Isabel II: Las Regencias, las Guerras Carlistas y el Marco Político
Poco antes de morir en 1833, Fernando VII había anulado la Ley Sálica mediante la aprobación de la Pragmática Sanción, que permitiría a su hija Isabel gobernar. Sin embargo, al ser menor de edad, antes de que comience efectivamente su gobierno nos encontramos con dos regencias: la de su madre María Cristina (1833-1840) y la del general Espartero (1840-1843).
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
El primer problema que debe abordar María Cristina es la primera guerra carlista (1833-1840). Los partidarios del absolutismo, agrupados en torno a Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII) se enfrentan en este conflicto a los liberales, que defienden el derecho al trono de Isabel. Tras el Manifiesto de Abrantes, en el que Carlos María Isidro reivindica su derecho a reinar, los carlistas se organizan en partidas, lideradas por Zumalacárregui, controlando principalmente áreas en el País Vasco, Navarra, Cataluña y el Maestrazgo.
En una segunda fase de la guerra, los isabelinos logran la victoria de Luchana, en Bilbao y, después de una gran ofensiva, los carlistas se escinden entre los transaccionistas, liderados por Maroto, y los intransigentes, liderados por Cabrera. En 1839, el Convenio de Vergara, acordado por Maroto y Espartero, pone fin al conflicto, si bien los intransigentes continuarán la lucha hasta el año siguiente.
Grupos Políticos y Marco Legal
Al comienzo de su regencia, María Cristina introduce tímidos cambios políticos, como la aprobación del Estatuto Real, una carta otorgada que establece un sufragio muy restringido (aproximadamente 0,15% de la población) y subordina las Cortes al monarca. Se trata, en lo esencial, de una vía intermedia entre el liberalismo y el absolutismo, que va a despertar un escaso entusiasmo.
A su vez, se asienta la división entre liberales moderados (partidarios de reformas graduales) y liberales progresistas (partidarios de realizar cambios más profundos). La inestable situación social fuerza a la regente a nombrar un gobierno progresista, en el que destacan figuras como Calatrava o Mendizábal. Este gobierno promulga la Constitución de 1837, la cual es, en líneas generales, progresista (establece la soberanía nacional y una amplia declaración de derechos), pero realiza concesiones a los moderados.
Las reformas económicas del gobierno progresista avanzan hacia el desmantelamiento del Antiguo Régimen, por ejemplo, aboliendo los señoríos y los privilegios de la Mesta y eliminando las aduanas interiores. Todo ello se suma a la desamortización de bienes eclesiásticos, diseñada por Mendizábal en 1836. Su objetivo consiste en obtener recursos para financiar la guerra, disminuir el déficit público y forjar una nueva clase de propietarios defensores del régimen liberal.
Fin de la Regencia de María Cristina
Los moderados vuelven al poder tras las elecciones de 1837. Frenan parcialmente la desamortización, limitan algunas libertades y centralizan el poder con la aprobación de la controvertida Ley de Ayuntamientos (1840), en virtud de la cual el nombramiento de los alcaldes queda en manos del gobierno. En 1840, una serie de revueltas de signo progresista en Madrid y Barcelona obligan a la regente a renunciar y marchar al exilio.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
El nuevo regente (1840-1843) es el general Espartero, exitoso en la guerra carlista y muy apreciado por las clases populares. Unas nuevas elecciones dan lugar a una mayoría progresista. Se reactiva entonces la desamortización, se deroga la Ley de Ayuntamientos y se restablecen libertades, ampliando asimismo el derecho de asociación. La aprobación del arancel librecambista, que permite a Inglaterra vender sus productos textiles en España, perjudicando a la industria nacional, da lugar a un levantamiento en Barcelona, que Espartero reprime bombardeando la ciudad.
El personalismo de Espartero le hace ganar enemigos incluso entre los progresistas. En 1843, a la inestabilidad social se suma un pronunciamiento liderado por Narváez y Serrano, que atrae a las propias fuerzas del regente. Como consecuencia, Espartero se ve obligado a exiliarse. En tales circunstancias, la minoría de edad de Isabel II se declaró finalizada a los 13 años, y así comienza su reinado efectivo.
Isabel II: El Reinado Efectivo, Grupos Políticos y Constituciones
En el reinado de Isabel II se construye el Estado liberal español, proceso difícil por las constantes guerras y pronunciamientos al no garantizarse una alternancia de gobierno pacífica. Tras la regencia de Espartero en 1844, Isabel II accede al trono. Su reinado fue una sucesión de gobiernos moderados salvo el Bienio Progresista (1854-1856) y el Gobierno Largo de O'Donnell (1858-1863).
La Década Moderada (1844-1854)
En la Década Moderada (1844-1854) los moderados crean la Guardia Civil (1844), un cuerpo militar y profesional dedicado a la vigilancia de zonas rurales, para acabar con la Milicia Nacional progresista, una policía de partido. Se promulgó la Constitución de 1845, la soberanía era compartida entre Isabel II y las Cortes. La reina podía ahora nombrar ministros y promulgar leyes. En 1846 hay una Segunda Guerra Carlista al casarse Isabel II con un candidato que no era el pretendiente carlista. Para congraciarse con la iglesia, tras la desamortización de las tierras de la iglesia, Narváez firma el Concordato de 1851 con el que los moderados aseguraban el sostenimiento económico del clero y garantizaban su importancia social al otorgarle el control de la enseñanza. Se reformó la fiscalidad del Antiguo Régimen con la reforma fiscal de Mon y Santillán.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Un pronunciamiento en Vicálvaro da lugar al Bienio Progresista (1854-1856). Espartero y O'Donnell inician la Desamortización de Madoz, en este caso de los bienes comunales municipales, que son incautados y subastados. La Ley General de Ferrocarriles (1855) daba sólidas garantías y exenciones fiscales a capitales e inversores. Pero al importarse el material ferroviario, no sirvió para desarrollar la industria siderúrgica española. Se promulga la Ley de Instrucción Pública de 1857 (Ley Moyano), que obligaba a la creación de escuelas públicas en cada ayuntamiento y a la escolarización obligatoria de niñas y niños.
El Gobierno Largo de O'Donnell (1858-1863)
Del Gobierno Largo de O'Donnell (1858-1863) destaca la política de prestigio, que involucró a España en una serie de acciones bélicas: en Marruecos con la victoria de Prim en Castillejos; en México, en Perú y Conchinchina. Actuando como si todavía fuera una gran potencia colonial.
Crisis del Moderantismo y Pacto de Ostende
La gran crisis del moderantismo sobrevino por la matanza de estudiantes universitarios en la Noche de San Daniel, por el incipiente obrerismo sin cauces políticos, la crisis de subsistencias y financiera de 1866; por el frecuente cierre de las Cortes y el gobierno por decreto, la corrupción sistémica de las camarillas de gobierno de la reina. Los moderados controlaban los resultados de las elecciones, que se recomponían a su favor en el Ministerio de Gobernación. Esta situación dio lugar a la política del retraimiento de los progresistas, que acabaron por no presentarse a las elecciones. Y finalmente al Pacto de Ostende para expulsar a Isabel II.
Partidos Políticos y Protagonismo Militar
Los principales partidos que construyeron el Estado liberal español (moderados, progresistas y unionistas) no eran partidos de masas sino clubs de notables. Su implantación social era limitada, en parte por eso se confiaba el liderazgo a los espadones, militares de prestigio, pero que al disponer de fuerza militar tendían al pronunciamiento, es decir, a intervenir en política contra el gobierno usando la tropa que mandaban. Esto junto con las frecuentes guerras explica la preponderancia militar en la política española de este periodo.
Espartero y Prim fueron líderes del Partido Progresista, Narváez del Partido Moderado. O'Donnell el de la Unión Liberal, un partido liberal de centro. Una escisión del Partido Progresista, el Partido Demócrata, abogó por el sufragio universal masculino desde su nacimiento en 1849.
Los moderados fueron el partido favorito de Isabel II, proponían la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, tenían el apoyo de la alta burguesía y los terratenientes, y eran proteccionistas. Los progresistas solo accedieron al gobierno mediante pronunciamientos. Proponían la soberanía nacional y el librecambismo. Les apoyaban la pequeña burguesía y las clases medias. Abogaban por la Milicia Nacional como policía, por amplios derechos individuales y el sufragio censitario, más amplio que el de los moderados.
La Constitución de 1837 fue cambiada por la moderada de 1845, con soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, la cual otorgaba a la reina más prerrogativas. Era bicameral, con Senado de designación real.