Historia de España: Desde la Prehistoria hasta el Siglo XVII

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Isabel II: El Reinado Efectivo. Los Grupos Políticos y las Constituciones

El Reinado Efectivo (1843-1868)

Este período inicia con el adelantamiento de la mayoría de edad de Isabel a los 13 años en 1843, cuando es proclamada reina y jura la Constitución.

Durante La Década Moderada (1844-1854), el Partido Moderado se instaló en el poder, con el general Narváez como espadón y presidente del gobierno, y apoyado por la reina y la élite social. Se derogó la Constitución de 1837 y se redactó otra de carácter moderado en 1845 que establecía: soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, reforzando la autoridad del monarca al compartir con las Cortes la potestad de hacer leyes; confesionalidad del Estado bajo el catolicismo; recorte de derechos individuales, especialmente la libertad de expresión; y supresión de la Milicia Nacional.

La Ley electoral de 1846 establecía un sufragio censitario más restringido (hombres ricos mayores de edad). El fraude electoral y la corrupción se generalizaron. En este período se iniciaron reformas referentes al orden público, la administración estatal, la hacienda, la instrucción pública y la Iglesia católica. Se creó la Guardia Civil en 1844 por el duque de Ahumada. Se centralizó la Administración creando el cargo de Gobernador Civil, nombrando a los alcaldes desde el gobierno y adoptando un sistema único de peso y medida. La reforma fiscal en 1845 por el ministro de Hacienda, Alejandro Mon. El moderno sistema fiscal era racional y eficaz. Se establecieron impuestos directos sobre la propiedad urbana y rural, y la actividad industrial y comercial; e indirectos sobre la transmisión y herencia de bienes, tasas aduaneras y tasas al consumo, que incidieron negativamente a la clase baja. Además, se legisló un nuevo Código Penal (1848) y un nuevo sistema educativo nacional y uniforme en el Plan Pidal de 1845, por el cual se establecieron 3 niveles y centros públicos y privados. Se firmó el Concordato con la Santa Sede (1851) por el que el Estado se comprometía al sostenimiento del culto del clero, al que permitió controlar la enseñanza.

El autoritarismo y la corrupción de los moderados propiciaron un descontento que culminó dio inició al Bienio Progresista (1854-56) con un levantamiento progresista. El pronunciamiento del general centrista O'Donnell en Vicálvaro (“la Vicalvarada”) y la publicación del llamado Manifiesto de Manzanares (1854) dieron lugar a un gobierno progresista con gran respaldo popular y presidido por Espartero. Durante este período destacan las siguientes medidas: la Ley Madoz o desamortización general (1855), la Ley de Ferrocarriles (1855), la creación del actual Banco de España y la elaboración de la Constitución nonata de 1856. En 1856 el gobierno afronta graves problemas sociales provocados por la crisis de subsistencia, la epidemia de cólera y la conflictividad obrera. Las duras medidas represivas ejecutadas por el ministro de Guerra O´Donnell, provocaron el enfrentamiento con el gobierno de Espartero. O´Donnell se impuso tras un golpe militar que restablecería la Constitución de 1845; sin embargo, al perder el favor de la reina, dejó paso al moderado Narváez.

Los Primeros Partidos Políticos

Durante el reinado de Isabel II se configuraron los primeros partidos políticos. El liberalismo se dividió en los Partidos Moderado y Progresista, que se alternaron en el poder durante décadas. Entre ambas opciones surgió la Unión Liberal, un partido centrista. También se configuraron opciones más radicales, que recogían aspiraciones populares como una escisión del Partido Progresista, como el Partido Demócrata (1849), que defendía el sufragio universal masculino y la monarquía simbólica sin intervención política, y el Partido Republicano, que defendía la abolición de la monarquía.

La Alternancia de Moderados y Unionistas (1856-1868)

Los moderados al frente de Narváez (1856-1858), que promulgó la Ley Moyano (1857). En 1858 es sustituido por O´Donnell y los unionistas. Su gobierno (1858-1863) es un período de convivencia pacífica y prosperidad económica y prestigio. En política interior se impulsó el desarrollo de los ferrocarriles y de las obras públicas destinadas a la mejor de carreteras, marina mercante, etc. En política exterior se desarrolla la Guerra de África (1859-1860) contra Marruecos por sus ataques a Ceuta. Además, se intervino en México, Perú, Ecuador, Chile y la Cochinchina. Esta actividad bélica no trajo beneficios al país.

En 1863 vuelven Narváez y los moderados hasta 1868. En este periodo el país entra en una crisis generalizada. En materia económica asistimos al hundimiento de los valores ferroviarios y la Bolsa, además de una crisis de subsistencia e inflación entre 1867-68. El aumento del paro provocó una crisis social que derivó en revueltas en el campo y la ciudad duramente sofocadas. Finalmente, en política, el aumento del autoritarismo y el fraude electoral hacen que la corona y el gobierno moderado pierdan apoyos y popularidad. Esto hizo surgir movimientos conspiranoicos como el intento de levantamiento del General progresista Prim, la protesta estudiantil de la noche de San Daniel (1865) o la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil.

Esta situación culmina cuando el Partido Progresista y el Demócrata firman en Bélgica el Pacto de Ostende (1866), en el que acuerdan derrocar a Isabel II y al régimen moderado. Se sumarán al pacto los unionistas, liderados por Serrano tras la muerte de O´Donnell.

La revolución de septiembre de 1868, llamada la Gloriosa, se inició en Cádiz con el pronunciamiento del almirante Topete junto con Prim y Serrano. En Alcolea (Córdoba) las tropas isabelinas fueron derrotadas e Isabel II se vio obligada a exiliarse en Francia, sin renunciar a la Corona.

Isabel II: Las Regencias. Las Guerras Carlistas. Los Grupos Políticos, el Estatuto Real de 1834 y la Constitución de 1837

Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Tras morir Fernando VII en 1833, su hermano Carlos M.ª Isidro reclamó su derecho a la corona siguiendo la “Ley Sálica”, derogada previamente por Fernando VII con la Pragmática Sanción para que su hija Isabel pudiese reinar. Durante el conflicto por el poder, Carlos M.ª Isidro fue apoyado por los Apostólicos, luego carlistas, que defendían un Estado confesional, una monarquía absoluta y el foralismo, al iniciarse el movimiento en el País Vasco, Cataluña y Navarra. En el bando isabelino estaban los liberales, divididos en moderados: defensores de un liberalismo conservador, y exaltado: abogaban por reformas radicales. La primera guerra carlista consta de diferentes fases. El avance carlista (1833-1835) comienza tras publicarse el Manifiesto de Abrantes (1833) por el que Carlos M.ª Isidro se declaraba heredero al trono. Los carlistas, liderados por Zumalacárregui se sublevan, formando una guerra abierta en Cataluña, País Vasco y Aragón. Durante el asedio de Bilbao (1835) muere Zumalacárregui. La guerra se extiende por el país y da lugar a la fase del fracaso de las expediciones a Cádiz y Madrid de Gómez y Real (1835-1837), que debilitan a los carlistas. Durante la tercera etapa (1837-1839) hay un gran avance del ejército gubernamental frente al bando carlista, disgregado entre partidarios de firmar la paz: transaccionistas, y defensores de continuar la guerra: intransigentes. El triunfo del ejército isabelino llevó al general Maroto (carlista) a negociar en 1839 el “Convenio de Vergara” con el general Espartero (isabelino), de ahí el famoso “Abrazo de Vergara”. El convenio mantenía los fueros vascos y navarros e integraba a los carlistas en el ejército real. A pesar de firmarse la paz, el general Cabrera lideró las tropas carlistas para prolongar la guerra en el Maestrazgo (1839-1840), pero fue finalmente derrotado en la batalla de Morella (1840). La primera guerra carlista tuvo entre sus repercusiones: elevados costes humanos; destrucción que llevó a una crisis económica y la permanencia del carlismo en el norte; inclinación de la monarquía hacia el liberalismo; protagonismo político de los espadones; y reformas para financiar la guerra, como por ejemplo la Desamortización de Mendizábal.

La Regencia de M.ª Cristina (1833-1840)

El primer gobierno de la Regencia estuvo presidido por Cea Bermúdez, absolutista moderado, partidario de hacer reformas administrativas como la división provincial de 1833 del ministro de Fomento, Javier de Burgos.

El estallido de la guerra carlista obligó a M.ª Cristina a nombrar como jefe de gobierno a Martínez de la Rosa, un viejo doceañista. Entre sus medidas destaca la aprobación del Estatuto Real en 1834, una especie de Carta Otorgada que concedía ciertos derechos y libertades políticas, pero sin reconocer la soberanía nacional, para conciliar a los sectores absolutistas y liberales. En él se establecían unas Cortes bicamerales, formadas por: una Cámara Alta de “Próceres”, formada por altos cargos eclesiásticos y nobiliarios nombrados por la Corona con carácter vitalicio; y una Cámara Baja de “Procuradores” elegidos por sufragio censitario.

Las Cortes tenían funciones e iniciativa legislativa limitadas ya que el monarca podía convocar y suspender las Cortes, además de aprobar y vetar leyes. Las reformas de Martínez de la Rosa fueron insuficientes y el descontento de los liberales evidente. A esto se añade el avance carlista y el estallido, en numerosas ciudades, de violentas revueltas populares que obligaron a María Cristina a llamar a los progresistas para formar un nuevo gobierno en septiembre de 1835. Juan Álvarez Mendizábal inició importantes reformas (suprimió la Mesta, organizó la Milicia Nacional, abolió los privilegios gremiales y promulgó un decreto de desamortización de los bienes del Clero) que provocaron la oposición de la nobleza y el clero. La reina acaba destituyendo a Mendizábal y nombra al moderado Istúriz. Pero en el verano de 1836, estallaron de nuevo revueltas populares en las ciudades y un grupo de sargentos se sublevaron en la Granja, donde veraneaba la reina, forzándola a restablecer la Constitución de Cádiz y a nombrar un nuevo gobierno progresista, presidido por José María Calatrava, con Mendizábal como ministro de Hacienda. Los progresistas pronto se dieron cuenta de que la Constitución de 1812 era inaceptable para los moderados e iniciaron la elaboración en Cortes de una nueva constitución, la Constitución de 1837, que se presenta como una revisión de la de Cádiz, de clara inspiración progresista, aunque con concesiones a los moderados con el fin de conseguir un marco jurídico aceptable para todos los liberales, amenazados por el peligro carlista. Esta constitución contiene las tesis del partido progresista muy matizadas, pues supone un compromiso entre los dos partidarios liberales, unidos frente al enemigo común: el carlismo.

  • Soberanía nacional (aunque luego se dice que la potestad de hacer las leyes descansa en las Cortes con el Rey).
  • División de poderes. Cortes bicamerales: Congreso de los Diputados y Senado. Todas las leyes debían ser apoyadas por ambas cámaras.
  • El poder ejecutivo lo tenía el rey, que además gozaba de otras atribuciones como: iniciativa legislativa, derecho de veto limitado, designación de la mitad de los senadores y nombramiento de ministros. Los ministros debían conseguir la “doble confianza”: además de ser nombrados por el rey, debían ser aceptados por las Cortes.
  • Libertad religiosa: no se prohibía la práctica de otras religiones. El Estado se comprometía a mantener económicamente al clero católico, que había perdido la mayor parte de sus rentas como consecuencia de la desamortización y la supresión del diezmo.
  • Reconocimiento de los derechos individuales y de la libertad de imprenta como garantía de la libertad de expresión.
  • Creación de la Milicia Nacional.
  • Autonomía de los Ayuntamientos.
  • En la ley electoral posterior se establece el voto directo y el sufragio censitario. Tenían derecho a voto los varones más “cualificados o capacitados”, es decir, los mayores contribuyentes y un pequeño número de varones con determinado nivel intelectual: profesores, doctores, licenciados, etc. Desde finales de 1837 hasta 1840, los moderados, con el apoyo de la Regente, estuvieron en el poder y presentaron un proyecto de Ley de Ayuntamientos que suprimía el derecho de los ciudadanos a elegir a sus alcaldes, que pasaban a ser de nombramiento gubernativo. Frente a este proyecto de ley, en 1840, estallaron motines y levantamientos populares en las principales ciudades. M.ª Cristina llamó al general progresista Espartero para sofocarlos, pero éste se negó a emplear el ejército contra los ayuntamientos progresistas. M.ª Cristina renuncio y eligieron como nuevo regente al general Espartero.

La Regencia del General Espartero (1840-1843)

Baldomero Espartero era un general muy popular, casi un mito, por haber conseguido finalizar la guerra carlista en 1839, con el Convenio de Vergara. Contó con el apoyo de los liberales progresistas, pero su forma autoritaria de gobernar le hizo perder todo el apoyo de todos con rapidez.

  • Durante su regencia se aceleró la desamortización de los bienes eclesiásticos y se suprimió el diezmo, lo que provocó la enemistad con la Iglesia y con el Papado.
  • También recortó los fueros vasco-navarros, lo que supuso la oposición de estos territorios.
  • Además, hay un proyecto de acuerdo de librecambio con Gran Bretaña que los catalanes consideran lesivo para los intereses de su industria textil. Los desórdenes y las protestas se generalizan y Espartero no duda en bombardear Barcelona en 1842. Estos sucesos provocan la pérdida del apoyo de los progresistas y el triunfo del levantamiento del general moderado Narváez, que derrota a las tropas gubernamentales en Torrejón de Ardoz (Madrid). Espartero se exilia a Londres, no regresando a España hasta 1849.

La Hispania Romana

La conquista romana de la Península Ibérica, que abarcó más de doscientos años desde finales del siglo III a.C. hasta finales del siglo I a.C., fue un proceso gradual sin un plan específico. La ocupación se dividió en tres etapas: la toma del litoral mediterráneo y los valles del Guadalquivir y Ebro (218-170 a.C.), la penetración en la Meseta (170-29 a.C.) enfrentando resistencia en guerras celtibéricas y lusitanas, y finalmente, la sumisión de la franja cantábrica (29-19 a.C.).

La romanización, que implicó la asimilación a la cultura romana, abarcó la organización territorial y administrativa, urbanización, obras públicas, integración económica, adopción del latín, derecho romano, expansión del cristianismo y costumbres. La intensidad de la romanización varió, siendo más marcada en el sur y este, y más débil en las regiones montañosas del norte.

El latín se convirtió en la lengua oficial y base de las futuras lenguas romances. El Derecho romano sigue siendo parte esencial del ordenamiento jurídico actual. Obras públicas como calzadas, puentes y acueductos fueron fundamentales en el proceso de romanización. El cristianismo se impuso como religión dominante, dando unidad a la cultura occidental tras la caída del Imperio. La Hispania romana contribuyó con grandes figuras como emperadores (Trajano y Adriano) y destacados intelectuales como Séneca, Columela, Pomponio Mela, Quintiliano y Marcial.

El Sexenio Revolucionario: La Constitución de 1869. Gobierno Provisional, Reinado de Amadeo de Saboya y Primera República

Se denomina Sexenio Revolucionario o Democrático a la etapa comprendida entre 1868 y 1874 porque constituyó el primer intento de establecer en España una democracia basada en el sufragio universal masculino. En la década de 1860 se formó una oposición a la Corona por la crisis generalizada del régimen moderado. En 1866 se firmó el "Pacto de Ostende" entre demócratas y progresistas, y posteriormente los unionistas para acabar con los Borbones. El origen del Sexenio es la Revolución de septiembre de 1868, conocida como "la Gloriosa", que se inició en Cádiz con el pronunciamiento militar del almirante Topete apoyado por los generales Prim y Serrano, líderes respectivos de los progresistas y unionistas. Dicho pronunciamiento tuvo dos vertientes, la militar y la popular. Se redactó el manifiesto de "Viva España con Honra", en el que se incitaba al levantamiento popular, y tuvo como consecuencias la formación de Juntas Revolucionarias en las principales ciudades y la formación de un cuerpo armado independiente (Voluntarios de la Libertad). En Alcolea las tropas isabelinas fueron derrotadas e Isabel II se vio obligada a exiliarse en Francia, sin renunciar a la Corona, con lo que se produce un vacío de poder que asumen las Juntas Revolucionarias.

Gobierno Provisional y Regencia de Serrano

La organización de la España postrevolucionaria presentó una dualidad de poder entre el gobierno provisional y las Juntas Revolucionarias establecidas por los demócratas en algunas ciudades. El gobierno provisional estaba formado por unionistas y progresistas. Se nombró a Serrano jefe de Estado y a Prim presidente de gobierno. Las primeras medidas del gobierno provisional fueron destinadas a controlar la revolución desarticulando las Juntas Revolucionarias y los grupos armados voluntarios. El objetivo fundamental del gobierno provisional fue la redacción de una nueva Constitución, por lo que se convocaron Cortes constituyentes a través de un sufragio universal masculino directo por primera vez en España. Las elecciones dieron la victoria a unionistas, progresistas y demócratas moderados, partidarios de una monarquía parlamentaria democrática, de la soberanía nacional, y de un gobierno elegido por las Cortes y responsable ante ellas. Las principales características de la Constitución de 1869, vigente hasta 1874, fueron: soberanía popular; limitación del rey a una figura representativa; establecimiento de una monarquía parlamentaria; división de poderes: el ejecutivo corresponde al rey, aunque es el Consejo de ministros el que gobierna, el legislativo corresponde a las Cortes bicamerales divididas en Congreso y Senado, y el judicial correspondía a los tribunales de justicia; aprobación de una amplia carta de derechos como libertad de asociación o libertad de cultos religiosos; además de establecimiento de sufragio masculino para mayores de 25 años. Entre las concesiones a la tradición destacan la composición elitista del Senado y la aceptación de la monarquía como forma de gobierno. Tras aprobarse la constitución que reconocía la monarquía, el general Serrano fue nombrado Regente y Prim jefe de gobierno, hasta que se encontrara un monarca que ocupara el trono español.

En el ámbito económico se realizaron reformas liberalizadoras. Se estableció la peseta como única moneda nacional, se implantó el Arancel Figuerola, y se promulgó la Ley de Minas, una desamortización del subsuelo, en la que el monopolio estatal vendía minas a empresas privadas para su explotación. Entre los problemas que enfrentó el Sexenio Revolucionario encontramos la división del partido demócrata en Cimbrios y Republicanos. El sector republicano, al verse apartado del gobierno, llevó a cabo un alzamiento republicano federal en 1869. A todo esto, se sumaba la necesidad de un nuevo rey con convicciones constitucionales y consensuado por los Estados europeos, tarea que recayó en Prim. Prevaleció la candidatura de Amadeo de Saboya, hijo del rey Víctor Manuel II de Italia, que fue proclamado rey de España por las Cortes en 1870. Antes de su llegada a España, Prim (su principal valedor) fue asesinado.

Reinado de Amadeo I (1871-1873)

Amadeo I llega a Madrid el 2 de enero de 1871, jura la constitución, convirtiéndose en el primer monarca constitucional de España. Nombra como presidente de gobierno a Serrano, con quien, en realidad, nunca llegó a entenderse. Su reinado se caracterizó por la falta de apoyos y por la inestabilidad política.

I) Inestabilidad Gubernamental

El reinado de Amadeo resultó complejo, en parte por la inestabilidad de los gobiernos que se sucedieron, que fueron en total 7 en 2 años (además de 3 elecciones generales). Estos fueron unionistas, constitucionalistas y radicales. El clima político estaba muy condicionado por las rivalidades en el seno de los partidos, el fraude electoral, el clientelismo personal y el fallido turno de partidos.

II) Problemas

Por otra parte, hubo una serie de sucesos que dificultaron su reinado:

  • En primer lugar, el estallido de la Tercera Guerra Carlista, en la que los carlistas crean un pequeño Estado independiente al gobierno de Madrid con capital en Estella. Es allí donde se establece la corte de Carlos VII, el contendiente al trono, que incluye un gobierno, un tribunal superior de justicia y una organización aduanera independiente.
  • Por otra parte, continúa el conflicto con Cuba (1868-1878), que causa cuantiosas pérdidas a nivel demográfico, sobre todo por las enfermedades que contraen los soldados allí destinados (fiebre amarilla).
  • Agitación obrera que se había favorecido a partir del derecho a la libertad de asociación.

III) Falta de Apoyos para Gobernar

Amadeo no contará con el apoyo social y político necesario para gobernar debido a varios factores:

  • La división interna de los partidos que le apoyaban (unionistas y progresistas) tampoco favoreció a su reinado. En la corriente progresista, se distinguían dos tendencias: la constitucionalista (más conservadora y cercana al unionismo, liderada por Sagasta) y la radical.
  • Los republicanos se oponían a su reinado ya que rechazaban la monarquía como modelo de gobierno.

El Paleolítico y el Neolítico

En Atapuerca, se descubrió el Homo antecesor, una especie del paleolítico (800000-5000 a.C) cuya economía era depredadora donde su supervivencia se basaba en la caza, la pesca y la recolección y utilizaban herramientas de piedra, hueso y asta, tenían una sociedad nómada, de carácter colectivo organizada en pequeños grupos sin jerarquía. En el Neolítico (5000-3000 a.C), surgen las primeras comunidades neolíticas debido a la difusión por las costas mediterráneas de corrientes culturales procedentes de Oriente Próximo. Comienza la revolución neolítica en la que se adopta un modelo económico productor que llevó a la división del trabajo y a una sociedad sedentaria, además de la creación del comercio y elaboración de cerámica y tejidos. En estas épocas además destaca el arte rupestre. El arte cantábrico (paleolítico superior) es un arte figurativo en el que destacan los animales, estos se encuentran en Cantabria (El Castillo, Altamira) y Asturias (Tito Bustillo). El arte levantino (epipaleolítico y neolítico) se encuentran escenas de carácter narrativo en el que abundan figuras humanas, colores planos y esquematización de las figuras, se encuentran en Lleida (Cogull) y Castellón (Valltorta). Las pinturas rupestres son relacionadas con prácticas y creencias mágicas.

Los Pueblos Prerromanos y las Colonizaciones de los Pueblos del Mediterráneo

En el primer milenio, la Península Ibérica era un mosaico de pueblos con diversas características y desarrollos culturales. Tartessos, un reino legendario en el suroeste, destacó por su agricultura avanzada, actividad minera y comercio de metales con los fenicios entre los siglos IX y VII a.C. Los íberos ocuparon la costa mediterránea, tenían tribus independientes y conocían la escritura y moneda. Su sociedad estaba estratificada y generalmente era una monarquía. Practicaban la agricultura, ganadería, minería y comercio. De sus actividades artísticas destaca la dama de Elche. Celtas y celtíberos, habitantes del centro y oeste, compartían lengua, conocimientos de metalurgia y vivían en poblados amurallados con una aristocracia guerrera. Los galaicos, astures, cántabros y vascones centraban su economía en la ganadería y el saqueo.

Los colonizadores del Mediterráneo llegaron atraídos por los recursos de la Península. Los fenicios, pueblo mercantil, fundaron Gadir (Cádiz) en el siglo IX, introduciendo la metalurgia del hierro, la escritura, nuevas técnicas agrícolas y cultivo. Los griegos fundaron colonias en la costa catalana (Rosas y Ampurias) y mediterránea (Sagunto, Alicante y Denia), influyendo en la vida de las poblaciones íberas. Los cartagineses, con objetivos político-militares, fundaron Cartago Nova y Ebussus. La derrota bárquida en las Tres Guerras Púnicas marcó el inicio de la romanización de la Península Ibérica desde el siglo III a.C.

Los Austrias del Siglo XVI. Política Interior y Exterior

Carlos I, nacido y educado en Flandes, Hijo de Felipe “el Hermoso” y Juana “la Loca” heredó la Corona de Aragón y Castilla en 1516, junto con vastos territorios en Europa y el título imperial. Su reinado enfrentó conflictos internos, como la Guerra de las Comunidades (1520-21) y la revuelta de las Germanías (1519-1523), relacionados con tensiones sociales tras la muerte de Isabel. En política exterior, buscó el Imperio universal cristiano, enfrentándose a Francia por la hegemonía europea, a los turcos en defensa del comercio mediterráneo y a los protestantes por la unidad católica.

Su hijo, Felipe II, heredó una monarquía amplia y diversa. Internamente, su autoritarismo y la intolerancia religiosa causaron rebeliones, como la de los moriscos en Granada y la de Aragón. En el ámbito externo, afrontó la sublevación de los Países Bajos, rivalidades con Francia, conflictos con Inglaterra y guerras contra los turcos. La invasión de las Islas Británicas con la "Armada Invencible" resultó en un fracaso. Sin embargo, logró una victoria significativa en la Batalla de Lepanto contra los turcos en 1571 y unificó Portugal en 1580. La política exterior de Felipe II estuvo marcada por desafíos constantes y una serie de enfrentamientos con potencias europeas y enemigos heredados de su padre.

Los Austrias del Siglo XVII. Política Interior y Exterior

Durante el siglo XVII, la Monarquía Hispánica estuvo bajo el gobierno de los "Austrias Menores", caracterizados por delegar el poder en "validos". Felipe III (1598-1621) designó al duque de Lerma como valido y estableció la Pax Hispánica. Su sucesor, Felipe IV (1621-1665), confió en el conde-duque de Olivares, quien enfrentó rebeliones en Cataluña (Guerra dels Segadors) y Portugal. Las guerras exteriores, como la Guerra de los Treinta Años y conflictos con Francia y las Provincias Unidas, llevaron a crisis y pérdida de territorios tras la Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos (1659).

Carlos II (1665-1700) heredó un reino debilitado. Su regencia, encabezada por la madre Mariana de Austria, intentó recuperación económica con reformas como la Junta de Comercio y políticas monetarias deflacionistas. La política exterior se vio marcada por las guerras expansionistas de Luis XIV de Francia, resultando en la pérdida de territorios. La cuestión sucesoria se volvió crucial al final del reinado, ya que Carlos II, sin descendencia, dejó el trono en su testamento a su sobrino, Felipe de Anjou, desencadenando la Guerra de Sucesión Española.

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