Historia Antigua de la Península Ibérica: Pueblos Prerromanos, Colonizadores y el Reino Visigodo
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Pueblos Prerromanos en la Península Ibérica
La Península Ibérica fue hogar de dos culturas prerromanas principales: la cultura celta y la cultura íbera. El contacto entre ellas fue intenso en zonas de confluencia, lo que dio origen a la cultura celtíbera.
Los Íberos
Los íberos se asentaron en el sur de la península y en las costas mediterráneas. Eran un conjunto de pueblos con características comunes, pero no establecieron ninguna forma de unidad política. Sus principales características eran:
- Economía: Basada en la agricultura y la ganadería.
- Sociedad: Tribal y muy jerarquizada.
- Poblados: Generalmente amurallados.
Su organización política estaba desarrollada, debido a la influencia de las ciudades-estado. El modelo político predominante era la monarquía. Los principales elementos culturales eran la escritura (poseían una lengua común, pero con varias formas de escribirla) y la religión (con influencias griegas y púnicas).
Los Celtas
Los celtas eran un pueblo indoeuropeo procedente del centro de Europa que ocupó la Meseta Norte. Aportaron importantes avances tecnológicos, como el uso del hierro. Sus asentamientos más importantes eran los castros y su actividad principal, la ganadería. Se organizaban en tribus, hablaban lenguas indoeuropeas y, a diferencia de los íberos, no poseían escritura.
Los Celtíberos
Los celtíberos habitaron la zona de confluencia entre celtas e íberos. Mezclaban elementos de ambas culturas, aunque con un predominio de las características celtas. Eran conocidos por ser extraordinarios guerreros y por poseer una excelente tecnología armamentística.
Primeros Colonizadores Mediterráneos en Hispania
Los Fenicios
Los fenicios, un pueblo eminentemente comerciante, fueron los primeros en colonizar la Península Ibérica. Fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) y se expandieron por las costas andaluzas y del sur de Portugal. Su llegada se debió a la abundancia de metales y a la estratégica localización de la península entre el Mediterráneo, el Atlántico y África, lo que facilitaba el comercio.
Los Griegos
En el siglo VIII a.C., llegaron los griegos, quienes fundaron enclaves importantes en la parte norte de la costa mediterránea. Su principal objetivo era establecer relaciones comerciales para obtener recursos como metales, esparto, aceite, entre otros.
Los Cartagineses
En el siglo VI a.C., los cartagineses comenzaron a controlar el sur peninsular, continuando el dominio de los fenicios y ampliándolo hacia el Este y el Norte. Fundaron importantes colonias como Ebusus (Ibiza) y Cartago Nova (Cartagena), entre otras.
La Cultura Tartésica: Esplendor y Decadencia
La cultura tartésica alcanzó su máximo apogeo entre los siglos VIII y VI a.C., con su centro geográfico en Andalucía occidental.
- Economía: Se basaba principalmente en la minería y en las actividades metalúrgicas del bronce.
- Comercio: Eran un importante centro de comercio internacional.
- Política: Políticamente, existió una pluralidad de centros de poder.
En el siglo VI a.C., una combinación de elementos externos —como el creciente poder de Cartago o la sustitución del bronce por el hierro— e internos —como el agotamiento de las minas— provocaron la decadencia de esta avanzada cultura.
El Reino Visigodo en la Península Ibérica
Los pueblos germánicos aprovecharon la debilidad del Imperio Romano y, en la crisis del siglo III, comenzaron a penetrar en su territorio. Los emperadores romanos se vieron obligados a dividir el Imperio, pactando con algunos de estos pueblos como aliados.
Suevos, vándalos y alanos invadieron la Península Ibérica a comienzos del siglo V. Para hacerles frente, el emperador romano llamó a los visigodos. Los visigodos, que habían establecido el reino de Tolosa (en la Galia), entraron en la Península Ibérica para combatir a los invasores. Tras ser derrotados por los francos en la Galia, se asentaron definitivamente en la península, formando un reino independiente cuya capital fue Toledo.
Los visigodos eran una minoría frente a la población hispanorromana, y inicialmente se formaron comunidades separadas, cada una bajo sus propias leyes. Sin embargo, a la larga, el proceso de unificación se impuso. Los monarcas visigodos dieron grandes pasos hacia la unificación territorial de la península. Además, se logró un significativo avance hacia la unificación religiosa cuando el rey Recaredo, sucesor de Leovigildo, se convirtió al catolicismo en el III Concilio de Toledo.