Historia de Al-Ándalus: Desde la conquista hasta la caída de Granada
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El Islam surgió en Arabia en el siglo VII. A la muerte de Mahoma, los árabes se lanzaron a extender el islam por el mundo y millones de personas se convirtieron al islam. Los musulmanes, que ya dominaban el norte de África, iniciaron en el 711 la invasión de la Península, donde permanecerían hasta 1492.
La conquista (711)
Los conflictos internos de la monarquía visigoda y la indiferencia de la población ante su caída permitieron a los musulmanes apoderarse fácilmente del territorio peninsular, donde crearon un Estado que llamaron Al-Ándalus. La invasión se inició en el 711 con la Batalla de Guadalete, donde el rey visigodo don Rodrigo fue derrotado ante un ejército de 12.000 bereberes dirigido por Tariq, procedente del norte de África. Un nuevo ejército formado por 18.000 árabes se uniría a los anteriores y, dirigidos por Muza y Tariq, conseguirían, sin apenas combatir, negociar la rendición de la aristocracia y de las autoridades locales visigodas, con la firma de pactos como el realizado con el noble visigodo Teodomiro en el 713, en los territorios murcianos. Los musulmanes continuaron su expansión, pero serían detenidos por los francos en Poitiers en el 732. Los francos crearían una serie de pequeños condados, la Marca Hispánica, que constituyeron una barrera de contención de Al-Ándalus. En la Cordillera Cantábrica se refugiaron algunos nobles visigodos que no quisieron someterse a los musulmanes, organizando los primeros núcleos de resistencia cristiana, que, con la victoria obtenida en una pequeña escaramuza dirigida por el noble don Pelayo, conocida como la Batalla de Covadonga (722), iniciaron la Reconquista.
Emirato dependiente de Damasco
El Estado creado por los musulmanes en la Península Ibérica, Al-Ándalus, pasó a ser un emirato dependiente del Califato Omeya de Damasco. Hasta el 749, las luchas internas fueron incesantes entre los diversos grupos invasores. Los árabes controlaban el poder y se habían apropiado de las ricas tierras fértiles del valle del Ebro y del Guadalquivir, mientras que los bereberes quedaron relegados a las zonas pobres y montañosas de la Meseta. En el 750, la dinastía de los Omeyas de Damasco sería masacrada y sustituida por la dinastía de los Abasíes de Bagdad. El único miembro superviviente de la dinastía derrocada, Abd al-Rahman, huyó a Al-Ándalus, donde consiguió controlar el poder y proclamar un emirato independiente.
Emirato independiente de Bagdad
Abd al-Rahman I (756-788) fundó el Emirato de Córdoba, aumentó la recaudación de impuestos y formó un sólido núcleo de fieles en los cargos públicos y el ejército que consolidó su poder. Abd al-Rahman II (822-852) consiguió establecer una organización estatal completa, aunque durante este periodo los emires tuvieron que enfrentarse a las pretensiones independentistas de las marcas de Zaragoza, Toledo y Mérida y a las revueltas de muladíes (cristianos convertidos al islam) que protestaban ante la intransigencia religiosa y de los mozárabes (cristianos que vivían entre los musulmanes) que se resistían al aumento de la presión fiscal. En el 825, Abd al-Rahman II fundó Murcia.
El esplendor del Califato de Córdoba
Sería Abd al-Rahman III (912-961) quien conseguiría acabar con las rebeliones internas, en especial con la tentativa independentista del muladí Umar en el castillo de Bobastro (Málaga), someter a todo el territorio andalusí y frenar el avance cristiano por la Meseta Norte; incluso lograría cobrar tributos a los reyes de Navarra y de León y a los condes de Castilla y Barcelona. Estableció una efectiva centralización fiscal que le dotó de amplios recursos económicos, que le permitió la reorganización del ejército por medio de tropas mercenarias. Su autoridad se hizo absoluta a partir del 929 y se autoproclamó Califa (sucesor del enviado de Dios), con lo que asumía no solo el poder político y militar, sino también el religioso. El Califato de Córdoba fue la etapa más brillante de la historia de Al-Ándalus, que mantuvo su hegemonía peninsular hasta principios del siglo XI. Su hijo y sucesor, al-Hakam II, añadió al Califato un esplendor cultural y artístico que hizo de Al-Ándalus la sociedad más avanzada de su época; crearía una biblioteca con más de 400.000 volúmenes que daría prestigio internacional al Califato. Sin embargo, Hisham II fue un califa de gran debilidad que acabó dejando el poder en manos de su lugarteniente, al-Mansur (977-1002), que acabó convirtiendo el califato en una dictadura militar asentada en éxitos bélicos. Desarrolló una política de razzias o incursiones militares contra los reinos cristianos que reportaban cuantiosos beneficios económicos. La destrucción de Barcelona en 985 y de Santiago en 997 fueron sus campañas más devastadoras. Tras la muerte de Almanzor, Al-Ándalus entró en una crisis irreversible.
Los Reinos de Taifas
En el 1031, el Califato se dividió en 25 reinos independientes que recibieron el nombre de taifas, como Sevilla, Málaga, Zaragoza…, que disfrutaron de una gran prosperidad económica y desarrollo cultural. Pero estas taifas luchaban constantemente entre sí, y la división engendraba debilidad militar, y ésta fue aprovechada por los reinos cristianos en expansión, que empezaron a exigirles el pago de parias (tributos) a cambio del mantenimiento de la paz. Las parias reforzaron el poder militar cristiano y, a lo largo del siglo XI, se produjo un considerable avance cristiano. En 1085, Alfonso VI de Castilla conquista la marca de Toledo. La agresividad de los reyes cristianos obligó a los reyes de las taifas de Sevilla, Granada y Badajoz a pedir ayuda a los almorávides, una confederación de tribus bereberes del norte de África, que consiguieron frenar a los cristianos y unificar de nuevo Al-Ándalus. En 1118, no pudieron evitar la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón. En 1140, el Imperio almorávide se desintegró ante el empuje de un nuevo imperio norteafricano. En 1195, derrotaron en Alarcos a Alfonso VIII de Castilla. Los reinos cristianos reaccionaron organizando una alianza militar que les proporcionaría la victoria en las Navas de Tolosa en 1212. En menos de 50 años, los cristianos conquistaron todos los territorios andalusíes excepto Granada. En 1147, Ibn Mardanish fue nombrado emir de Murcia. Durante 25 años, la taifa de Murcia vivió un periodo de esplendor político, cultural y arquitectónico, como muestra el Monasterio de las Claras, antiguo palacio y residencia del “Rey Lobo”, y los castillos de Larache y de Monteagudo. En el siglo XIII, la conquista cristiana dejó reducido el Al-Ándalus al Reino nazarí de Granada. Fuertemente fortificada con más de 60 castillos, las luchas internas entre familias rivales por conseguir el trono serían aprovechadas por los Reyes Católicos para conseguir su rendición en 1492.
Conclusión
En Al-Ándalus se forjó una cultura variada en la que destacaron los estudios matemáticos y las ciencias aplicadas. Introdujeron la numeración arábiga y ampliaron los conocimientos en medicina y cirugía, y en astronomía, y destacaron grandes historiadores, geógrafos y filósofos. La arquitectura alcanzó un especial relieve. En el periodo califal se terminó la construcción de la Mezquita de Córdoba y de magníficos palacios como Medina Azahara, la Giralda y la Torre del Oro de Sevilla, y en el siglo XIV la Alhambra de Granada. La impronta dejada por el Islam no se reducirá a un rico patrimonio artístico: parte de nuestro vocabulario y toponimia, muchas de nuestras infraestructuras agrícolas y urbanas, e incluso algunos rasgos de nuestras costumbres, tienen su origen en esta larga etapa histórica.