Hispania: De la Romanización a los Reinos Cristianos Medievales
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Hispania: De la Romanización a los Reinos Cristianos Medievales
La Hispania Visigoda (Siglos V-VIII)
La presencia visigoda en la Península Ibérica se inicia en el año 416, como resultado de una alianza con el Imperio Romano para expulsar a los pueblos bárbaros invasores del territorio romano de Hispania. No obstante, en el 469, los visigodos se independizan. Hacia el 510, el Reino Visigodo se consolida en la Península, estableciendo su capital en Toledo.
El rey Leovigildo se destacó por la conquista del Reino Suevo (585), situado en el noroeste de la Península. Recaredo, por su parte, unificó la religión del reino bajo el catolicismo, abandonando el arrianismo tradicional visigodo, a través del III Concilio de Toledo (589). La unificación jurídica entre hispanorromanos y visigodos fue obra de Recesvinto, quien promulgó el Fuero Juzgo en el 654.
La sociedad visigoda era predominantemente rural, destacando las villas o grandes explotaciones agrícolas. La organización política se basaba en un rey electo, elegido mediante una votación en la que tanto electores como candidatos pertenecían a un grupo restringido. La administración central, liderada por el rey, se dividía en:
- Officium Palatino (nobles)
- Aula Regia (consejeros)
- Concilios (Asambleas legislativas convocadas por la Iglesia)
El Reino Visigodo llega a su fin en el 711 con la invasión de los musulmanes procedentes del norte de África.
Los Reinos Cristianos en la Edad Media (Siglos XI-XIII)
A comienzos del siglo XI, los reinos cristianos se distribuían en tres bloques políticos: el Reino de Pamplona, el Reino de León y los Condados Catalanes. Entre los siglos XI y XIII, se produjeron cambios significativos como resultado de la Reconquista, las disputas entre los reinos, las uniones matrimoniales de territorios reales y su división entre herederos. A finales del siglo XIII, surgen los reinos de Aragón, Castilla y Navarra.
El modelo de sociedad que se consolidó fue el feudalismo, basado en los señoríos territoriales y jurisdiccionales, y dividido en tres estamentos. Los señoríos eran concedidos por el rey como pago por algún servicio. Los territoriales fueron característicos de las zonas de repoblación por presura, mientras que los jurisdiccionales permitían a sus dueños ejercer su autoridad sin restricciones.
Los tres estamentos eran:
- Nobleza: Propietaria de la tierra y privilegiada, aunque heterogénea.
- Clero: También con propiedades y privilegios, similar en heterogeneidad a la nobleza.
- Pueblo llano: Compuesto por artesanos y campesinos sin propiedades, dependientes de los señores y obligados a pagar impuestos.
El desarrollo urbano propició la aparición de la burguesía, integrada en el grupo no privilegiado, aunque obtuvo cierta autonomía en el gobierno municipal y participación en las Cortes. También surgieron minorías religiosas y étnicas marginadas: los judíos y los mudéjares.
La Conquista Romana de Hispania (Siglos III a.C. - I a.C.)
La conquista romana de la Península Ibérica se extendió desde el 218 a.C. hasta el 19 a.C. Comenzó con la ocupación del sur y el Levante peninsular durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.) y continuó con la conquista del centro y oeste de la Península, enfrentando mayor resistencia. Los romanos derrotaron a los cartagineses, luego se enfrentaron a celtíberos y lusitanos, y finalmente a cántabros y astures (29 a.C.), culminando con la ocupación total de Hispania y la explotación de sus recursos agrarios y mineros.
La Romanización y su Legado
La romanización fue un proceso gradual y desigual. La adopción del latín facilitó la contribución literaria hispana, con autores como Séneca y Lucano. Se impuso la religión romana, así como el cristianismo. El Derecho y la ciudadanía romana transformaron las instituciones políticas, cuyo influjo perdura hasta hoy. El legado cultural romano se manifiesta en restos arqueológicos como los conjuntos de Emérita Augusta (Mérida), Itálica (Santiponce) o Segóbriga (Saelices), el Acueducto de Segovia y el Puente de Alcántara. Los romanos dejaron una extensa red urbana (Tarraco, Cesar Augusta, Emerita...), conectada por un complejo sistema de calzadas e infraestructuras públicas.