La Hispania Romana y Visigoda
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La Conquista Romana de Hispania
La conquista romana de la Península Ibérica se inició en el contexto de la Segunda Guerra Púnica, un proceso que fue paralelo a la romanización o asimilación del modo de vida y la cultura romana.
Etapas de la Conquista
La conquista se desarrolló en cuatro fases:
- 218-206 a.C.: Ocupación de la costa mediterránea y el valle del Guadalquivir.
- 197-177 a.C.: Ampliación del área hacia el interior peninsular.
- 154-133 a.C.: Gran avance sobre la Meseta con llegada al Atlántico y costas orientales del Cantábrico. Campañas contra los lusitanos de Viriato y derrota de los celtíberos en Numancia. Décimo Junio Bruto “El Galaico” atraviesa el río Limia. Julio César, en el 61-60 a.C., dirige una expedición de conquista que llega hasta la actual A Coruña.
- 29-19 a.C.: Tras las guerras cántabras, dirigidas por el primer emperador Octavio Augusto, derrota de los galaicos, ástures y cántabros.
La Romanización de Hispania
Organización Político-Administrativa
Los conquistadores romanos establecieron una serie de unidades político-administrativas para asegurar el control del territorio, el mantenimiento de la paz, la explotación de las fuentes de riqueza, la mejor percepción de los impuestos y la administración de justicia.
Estas unidades fueron:
- Provincias: Dirigidas por un Gobernador y que englobaban varios conventos y múltiples civitas. El número de provincias fue variando en Hispania: 197 a.C. Hispania Ulterior e Hispania Citerior; 27 a.C.: Baetica, Lusitania y Tarraconensis. 297 d.C. Baetica, Lusitania, Tarraconensis, Cartaginensis y Gallaecia; 385 d.C. se añade la Balearica.
- Conventos: Unidades administrativas de carácter judicial, de recaudación de impuestos y de reclutamiento de tropas.
- Civitas: Unidades básicas con núcleo urbano y territorio próximo; podían ser de varios tipos.
Lengua, Cultura y Obras Públicas
Roma impuso su modo de vida, desde el ejemplo más pequeño (las villas) hasta su propia lengua (el latín). La lengua, el arte, el derecho y la religión fueron las principales manifestaciones de la integración de la Península Ibérica en la cultura romana.
- Latín: Se difundió como lengua de prestigio y se impuso sobre las lenguas autóctonas.
- Arte: La manifestación cultural más sobresaliente, con numerosos ejemplos de arquitectura y escultura.
- Derecho: Se extendió por toda la península y regulaba las relaciones privadas y el funcionamiento de las instituciones públicas.
- Religión: Las creencias romanas fueron impuestas, pero respetando las creencias locales. El cristianismo comenzó a expandirse a partir del siglo III.
- Obras Públicas: Creación de nuevas urbes (Emérita Augusta, Mérida) y, por tanto, de acueductos, teatros, anfiteatros, templos, calzadas, puentes, etc. Se pueden destacar ejemplos como las murallas de Lucus Augusti, el acueducto de Segovia, el teatro, anfiteatro y circo de Emérita Augusta, el puente de Alcántara sobre el río Tajo, o los miles de kilómetros de calzadas que recorrían toda la Península.
El Reino Visigodo
Desde el 376, pueblos “bárbaros” atravesaron las fronteras del Imperio romano. La incapacidad del gobierno imperial para controlar la conflictiva situación favoreció el avance de los invasores. En 409, suevos (que se asentarían en la Gallaecia y formarían el denominado primer reino en Europa tras la desaparición del Imperio romano de Occidente), vándalos y alanos penetraron en las provincias de Hispania, repartiéndose el territorio.
Desde el 415, los visigodos, como representantes de la autoridad romana, penetraron en varias ocasiones en Hispania para mantener el orden y someter a los bárbaros rebeldes. La desaparición del Imperio romano de Occidente en 476 hizo que los visigodos quedasen como dueños absolutos del sur de las Galias y de una parte de Hispania. Tras ser derrotados por los francos en 507, los visigodos entraron masivamente en la península, asentándose principalmente en la zona central (unos 100.000 individuos frente a los 4 millones de hispanorromanos) y estableciendo su capital en Toledo.
Aun así, gran parte de Hispania se mantuvo independiente o autónoma del poder visigodo; además, a partir del 554, la zona costera del sur y sureste de la Península cayó bajo el dominio del Imperio romano de Oriente o Imperio bizantino. Paralelamente, se produjo la paulatina fusión entre godos e hispanorromanos gracias a la autorización de contraer matrimonios mixtos y a la conversión de los visigodos al catolicismo con Recaredo en 589.
A lo largo de su existencia, el reino visigodo se caracterizó por la inestabilidad política (guerras civiles, conspiraciones y rebeliones nobiliarias, asesinatos de los reyes) favorecida por:
- Elección de los reyes: Según la tradición goda, la asamblea de hombres libres formada por los guerreros (nobleza) era la que entregaba el poder por aclamación a un jefe. Tras la conversión al catolicismo, también participaban los obispos, que defendían la idea de que el poder emanaba de Dios (destacó Isidoro de Sevilla), quien lo depositaba en la persona del rey, y que su actuación estaba sometida a las leyes y a la disciplina de la Iglesia y la religión.
- Debilidad del poder de los reyes: No contaban con medios suficientes para gobernar y el excesivo poder de los nobles y obispos (que poseían tropas armadas y se hacían respetar en su territorio). El rey les exigía fidelidad y ayuda militar a cambio de beneficios y recompensas (prefeudalismo visigótico). Asimismo, muchos hombres libres se encomendaban o vinculaban con los nobles a cambio de protección. En el siglo VII, la nobleza visigoda se dividió en dos clanes que se disputaron el trono; una parte de los nobles quiso hacer rey a uno de los hijos del rey Witiza, pero otra escogió como rey a Rodrigo. La división interna favoreció la llegada de los musulmanes desde el norte de África.