Hilemorfismo, Ética Aristotélica y Filosofía Agustiniana: Conceptos Clave

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El Hilemorfismo en los Seres Vivos

Los seres vivos son una fusión de materia y forma. Esta concepción de la vida se conoce como hilemorfismo (hyle = materia y morphe = forma). La concepción hilemórfica supone que un ser vivo está formado por unos materiales que adoptan una forma determinada para dar lugar a los órganos. Gracias a esta forma específica, cada ser vivo cumple una serie de funciones. Entre las funciones principales que Aristóteles señala se encuentran alimentarse, moverse, percibir, desear y pensar.

Tipos de Alma

  • El alma vegetativa: es aquella que desarrolla las capacidades de reproducción y alimentación. Es propia de los vegetales, aunque está presente en todos los seres vivos.
  • El alma sensitiva: es aquella que desempeña funciones de movimiento, percepciones, deseo o emoción, es decir, funciones irracionales.
  • El alma intelectiva o razón: además de la capacidad irracional, el ser humano se caracteriza fundamentalmente por su capacidad de pensar.

Ética Aristotélica: La Búsqueda de la Eudemonía

El concepto central de la ética aristotélica es el de eudemonía, que se acostumbra a traducir como felicidad. La eudemonía o felicidad es el fin último de las conductas humanas. La ética aristotélica es teleológica, pues valora las acciones en cuanto conducen al fin deseado, a la felicidad.

Eudemonía o Felicidad

Aristóteles considera que la eudemonía es la vida a la que aspira todo ser humano y la razón última por la que se realizan todos los actos. La felicidad o eudemonía aristotélica tiene las siguientes características:

  • La felicidad, la vida completa y feliz, es una forma de actuar y de vivir que consiste en el cultivo de virtudes y excelencias del carácter y del intelecto.
  • La eudemonía es un fin en sí misma. Actuamos, en último término, para ser felices.
  • La eudemonía o felicidad abarca toda la vida.

La felicidad depende, por tanto, de dos tipos de factores:

  • Los externos: que están sujetos al azar, a las circunstancias y a la fortuna.
  • Los internos: que dependen completamente de uno mismo y que consisten en el cultivo de las virtudes y excelencias de nuestro carácter e intelecto.

Las Virtudes Éticas y Dianoéticas

Aristóteles distingue en el ser humano dos elementos: uno irracional y otro racional. Cada uno de estos elementos puede ser conducido a la perfección. De ahí que Aristóteles distinga dos tipos de virtudes:

  • Las virtudes éticas: que son las referidas a la parte irracional del ser humano.
  • Las virtudes dianoéticas: que hacen referencia a la parte racional.

San Agustín de Hipona: Conocimiento, Verdad y Dios

Teoría del Conocimiento

San Agustín de Hipona, en su teoría del conocimiento, planteaba el problema de la verdad, aspecto clave en su pensamiento. Para este filósofo, la búsqueda de la verdad es necesaria, ya que el ser humano tiene una tendencia innata hacia la sabiduría que debe intentar satisfacer. Esta felicidad auténtica es lo que denomina beatitud. En primer lugar, se plantea si es posible alcanzar un conocimiento verdadero o si, como creían los escépticos, la verdad no existe o es imposible de encontrar.

Verdad y Conocimiento

La filosofía agustiniana distingue tres niveles diferentes de conocimiento que corresponden con tres tipos de fuentes para obtener la verdad. Estas tres vías están ordenadas jerárquicamente, y solo la última proporciona una certeza absoluta:

  • Conocimiento sensible: lo comparten animales y hombres. Es el conocimiento que se obtiene a partir de la información recibida por los sentidos.
  • Conocimiento racional: propio del ser humano. Si el ser humano solo captara información sensorial, no podría aspirar a ningún conocimiento fiable. Sin embargo, es capaz de establecer juicios sobre realidades concretas basándose en unos modelos inmateriales, únicos y eternos.
  • La contemplación de las ideas: es el nivel más elevado de conocimiento y consiste en contemplar las ideas eternas únicamente a través de la mente, sin que intervengan los sentidos. Esta contemplación conduce a la sabiduría y solo es posible por la iluminación divina.

La Influencia Platónica

En la teoría del conocimiento agustiniana abundan los elementos de inspiración platónica:

  • La existencia de las ideas, que son el fundamento del conocimiento.
  • El propio concepto del objeto del conocimiento, que debe referirse a lo que es inmutable y eterno.
  • Los grados de conocimiento reproducen también el esquema platónico, de manera que conocimiento sensible, inteligible y contemplativo tienen su equivalencia en los grados del símil platónico de la línea: opinión, matemática y dialéctica.

El Dios Agustiniano

Por lo que se refiere a la cuestión de Dios, la filosofía agustiniana trata dos aspectos: su existencia y su naturaleza divina. Los dos aspectos mencionados se presentan de la siguiente manera:

  • La existencia de Dios no es para San Agustín un problema, y para demostrarla presenta distintos argumentos:
    1. Las mismas criaturas son la prueba más evidente de que Dios existe. Dios se hace visible a través de sus efectos.
    2. La prueba del consentimiento universal: la humanidad entera coincide en considerar que hay un ser superior a todas las cosas.
    3. Al analizar los conceptos de conocimiento y de verdad, hemos visto que el ser humano juzga a las cosas sensibles a partir de ideas que están impresas en el alma.
  • La naturaleza de Dios es, para San Agustín, inefable, es decir, está más allá de lo que podemos comprender y expresar con palabras. Esto es lo que más tarde se denominará teología negativa: solo podemos decir de Dios lo que no es, porque está más allá de lo que el alma humana puede comprender.

El Mundo Creado

En lo que se refiere al mundo, San Agustín se separa de Platón y del neoplatonismo en algunos aspectos fundamentales difícilmente conciliables con el cristianismo:

  • Dios crea el mundo a partir de la nada. El mundo no es eterno. San Agustín, siguiendo la tradición judeocristiana, defiende la trascendencia de Dios.
  • Dios crea el mundo fuera del tiempo, porque el tiempo empieza en el momento de la creación.
  • Dios crea el mundo por su libre voluntad, por amor, para hacer participar a las criaturas de su perfección.
  • Frente a la idea neoplatónica de la materia como origen del mal, San Agustín afirma que la materia ha sido también creada por Dios y, por tanto, no puede ser origen del mal.

Ética Agustiniana

La ética agustiniana, aunque inspirada directamente por los ideales morales del cristianismo, aceptará elementos procedentes del platonismo y del estoicismo, que encontramos también en otros aspectos de su pensamiento. Así, compartirá con ellos la conquista de la felicidad como el objetivo o fin último de la conducta humana; este fin será inalcanzable en esta vida, dado el carácter trascendente de la naturaleza humana, dotada de un alma inmortal, por lo que sólo podrá ser alcanzado en la otra vida. Hay aquí una clara similitud con el platonismo, mediante la asociación de la idea de Bien con la de Dios, pero prevalece la inspiración cristiana al considerar que la felicidad consistiría en la visión beatífica de Dios, de la que gozarían los bienaventurados en el cielo, tras la práctica de la virtud. Además, hay que tener en cuenta que es necesaria la gracia de Dios para poder alcanzar tal objetivo, lo que hace imposible considerar la salvación como el simple efecto de la práctica de la virtud, tal y como defendía la herejía del pelagianismo (entre otras cosas por la imperfección de la naturaleza humana que supone el pecado original), y planteará no pocos problemas teológicos, recurrentes a lo largo de la historia del cristianismo.

Respecto al problema de la existencia del mal en el mundo (si Dios es la suma Bondad ¿por qué lo permite?), la solución se alejará tanto del platonismo, para quien el mal era asimilado a la ignorancia, como del maniqueismo, para quien el mal era una cierta forma de ser que se oponía al bien; para San Agustín el mal no es una forma de ser, sino su privación; no es algo positivo, sino negativo: carencia de ser, no-ser.

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