Las Hilanderas de Velázquez: Análisis de la Obra Maestra
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Las Hilanderas de Velázquez: Un Análisis Detallado
Pocos años antes de su muerte, en 1657, Diego Velázquez creó una de sus obras más emblemáticas. Fue pintada para Pedro de Arce, montero del rey.
El tema está enmascarado, como era común en el barroco. Representa una escena de la Metamorfosis de Ovidio. En un lienzo de grandes proporciones, Velázquez representa el tema mitológico de Aracne castigada por Minerva a tejer eternamente. El tema literario se fusiona con la realidad inmediata de las hilanderas absortas en su trabajo.
Primer Plano: La Escena Cotidiana
En primer plano, aparece una aparente escena de género o vida cotidiana: un taller de hilatura. En esta sala, Velázquez coloca a cinco mujeres ocupadas en el trabajo de una hilandería. En este primer plano, las figuras están llenas de realismo. A la izquierda del cuadro, la joven es Aracne en escorzo, y a la derecha, con la pierna descubierta, Atenea disfrazada de anciana. Ambas figuras forman una V que dirige nuestra vista hacia la penumbra y el fondo.
Segundo Plano: La Figura Central
Un segundo plano presenta a una figura de mujer a contraluz que parece recoger madejas del suelo y que ocupa el centro del cuadro. Es el punto de mayor penumbra, tratándose de una zona de sombra entre dos iluminadas.
El Plano del Fondo: La Revelación Mitológica
El plano del fondo representa una estancia iluminada en la que la luz cae en diagonal. Tres damas, vestidas como en la época de Velázquez, contemplan el tapiz, mientras que Atenea reprende (con el brazo levantado) a la joven tejedora. Para incitar al equívoco, Velázquez coloca lo menos importante, la escena de género, en primer plano y lo esencial, el argumento mitológico, en el fondo, en un recinto inundado de luz que se comunica con un gran arco con la sala principal.
Composición y Técnica
La composición de las figuras es insuperable. Divide la obra en planos de luz y de sombra. Consigue que nuestra vista pase de la hilandera iluminada de la derecha, a la de la izquierda, para saltar por encima de la que se agacha en la penumbra hasta la escena del fondo. Velázquez usa una paleta casi monocroma, con tonos rojizos, variedad de pardos y ocres, azules y grises aplicados muy diluidos (una pincelada suelta), transformando una mancha en figura, según la distancia del espectador. Obsérvese en el detalle de cómo ha conseguido el pintor reproducir el giro de la rueda de hilar, con tan maravillosa propiedad, que nadie duda de su movimiento. Velázquez ha utilizado diversidad de pinceladas: pinceladas densas, pinceladas sueltas y muy ligeras.
La Perspectiva: Un Logro Excepcional
Pero la faceta más interesante es la solución de la perspectiva, que cobra en este lienzo valores de excepción. Por una parte, la perspectiva lineal (paredes con punto de fuga en el fondo, disminución del tamaño de las figuras hacia el fondo), pero la maestría de Velázquez reside en lograr la sensación de atmósfera: da la impresión de incitarnos a subir las escaleras, mediante la alternancia de luz, sombra, luz, y también captar el movimiento de la rueca.
Las figuras van perdiendo nitidez y el aire va ganando consistencia. Al fondo, la luz se refleja sobre el casco de la diosa y lo penetra todo de luminosidad. Es la perspectiva aérea: consiguiendo un efecto «atmosférico», consigue crear la sensación de que entre las figuras hay aire que distorsiona los contornos y las difumina, logrando captar el espacio. Dinamismo, sensación de movimiento, sobre todo en el giro de la rueda.