Heráclito, Parménides y el Método Socrático: Tres Pilares de la Filosofía Antigua
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Heráclito
Heráclito acepta la validez de los sentidos como punto de partida, pero afirma que la verdadera realidad solo es accesible a la razón. Solo con ella se accede al conocimiento de la naturaleza. Afirma: "a la naturaleza le place ocultarse". Los sentidos muestran que todo en la naturaleza está en movimiento, todo es devenir, todo es continuo fluir (panta rei): "todo fluye" como un río; todo se apaga y enciende como fuego continuo. Pero solo la razón nos muestra:
- ¿Por qué todo está en continuo cambio? La razón comprende que el cambio permanente de la Naturaleza es causado por la estructura contradictoria de toda realidad, porque en todas las cosas existe unidad de contrarios en lucha continua: Dios es día-noche, invierno-verano, guerra-paz, hartura-hambre. La contradicción y la discordia están en el origen de todas las cosas: la guerra es el padre y rey de todas las cosas; conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que justicia es discordia, y que todas sobrevienen por la discordia y la necesidad. La naturaleza es dialéctica. Esta idea de la estructura dialéctica de la realidad será recogida en el siglo XIX por Hegel y Marx.
- ¿Por qué tras el aparente desorden del cambio existe un orden inflexible? La lucha de contrarios está sometida a una ley universal, el Logos, (que podemos interpretar como razón, proporción) que regula todo el movimiento de la realidad conduciéndolo a la armonía, y unificando así los elementos opuestos; de donde se sigue la afirmación de la unidad última de todo lo real: No comprenden cómo esto, dada su variedad, puede concordar consigo mismo: hay una armonía tensa hacia atrás, como en el arco y en la lira.
Parménides
Frente a la postura de Heráclito, que acepta inicialmente el conocimiento sensorial, Parménides proclama que la razón es el único camino para alcanzar la auténtica realidad. Lo que propone este filósofo es que lo verdaderamente existente más allá de lo que captamos por los sentidos, es el ser. Para Parménides, la exigencia de la razón obliga a admitir como verdadero únicamente lo inmutable, y por eso, no hay lugar para el cambio o movimiento y, consiguientemente, para la validez del conocimiento sensorial que nos muestra tal cambio. Solo podemos y debemos buscar entidades permanentes, absolutas e inmutables. El camino seguido es el de mantenerse dentro del rigor de la acción lógica a partir del principio de identidad: lo que es, o que no es, ni siquiera puede ser pensado. Solo el discurso que refiere a lo que es, es correcto y se accede a él por la razón. El discurso sobre los objetos concretos que vemos cambiar solamente nos muestra la apariencia, que no permite alcanzar la verdad. Solo nos queda como único cierto que la realidad o el Ser es único, uno, eterno e indiviso.
El Método Socrático
A Sócrates le gustaba afirmar que había heredado el oficio de su madre. Este oficio lo ejercía él ayudando a que los hombres "dieran a luz". Esto encierra tanto una determinada manera de entender el saber como la función de la enseñanza y el camino o medio para acceder a la verdad de las cosas. Ésta no es enseñable si por enseñar se entiende imponer modelos o normas a otros. La verdad la lleva cada uno en sí mismo y tiene que descubrirla; desde fuera solo cabe que alguien ayude a otro a descubrir en sí mismo la verdad de que es portador. Es decir, que haga de "comadrona", mediante "la mayéutica".
La mayéutica como método socrático consta de dos momentos o partes: negativa y demoledora la primera, constructiva y positiva la segunda. Según Sócrates, la ignorancia es el peor mal que un hombre pueda padecer y por eso es preciso querer salir de ella. Pero esto solo se logra si se es consciente de esa ignorancia. En esto consiste el primer tiempo del método: poner al interlocutor en el aprieto de tener que reconocer su ignorancia y, así, disponerlo a buscar la cosa que ignora y aceptar la ayuda que se le ofrece. La comadrona no posee un hijo para dar a la madre, pero ayuda a ésta a parirlo; de igual manera, Sócrates no posee ciencia alguna ya construida para dársela al discípulo, sino que solo ayuda al discípulo a descubrir la verdad que ya posee en su interior, es decir, a aclarar su propia íntima conciencia.
En los diálogos platónicos aparece Sócrates poniendo en apuros a sus interlocutores, en especial a aquellos que más seguros estaban de lo que creían saber. Mediante hábiles preguntas intenta convencerles de que tienen opiniones y aceptan afirmaciones que, al someterlas a un examen detenido, en realidad llevan a la contradicción y a un callejón sin salida. Ésta es la parte negativa del método, que Sócrates llama "erística". Es aquí donde Sócrates hace gala de una fina ironía que, con frecuencia, exaspera a su interlocutor y siempre lo confunde.