Hannah Arendt: Ética, Política y el Mal en el Siglo XXI
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Vida y Obra de Hannah Arendt
1.2.- Vida y Obra de Arendt
Hanna Arendt (1906-1975) nació en Hannover en el seno de una familia judía, condición que marcó profundamente su vida y pensamiento. Estudió en la Universidad de Marburgo, donde conoció a Heidegger e inició una relación con él. A partir de 1933, con el advenimiento del nazismo, su vida dio un giro radical. Participó en organizaciones sionistas y recopiló declaraciones antisemitas para denunciarlas, por lo que fue detenida e interrogada por la Gestapo. Buscó ayuda en su maestro y amante, pero este estaba muy integrado en la política nacionalsocialista (de hecho, Heidegger fue nombrado rector de la prestigiosa Universidad de Friburgo en 1933, donde pronunció un discurso inaugural claramente a favor del régimen). Arendt salió de Alemania y se refugió en Francia, pero en 1937, en la Francia ocupada, se le retiró la nacionalidad alemana y se convirtió en apátrida. En 1940, Francia consideró a todo ciudadano procedente de Alemania "hostil" y la trasladó al campo de trabajo de Gurs, del que logró escapar. En 1941 escapó a EEUU y en 1952 obtuvo la nacionalidad estadounidense.
Trabajó en varios periódicos y después en las universidades de California, Chicago, Columbia y Princeton. Murió en 1975.
Sus obras más importantes son: Las Orígenes del Totalitarismo (1951), La Condición Humana (1958), Eichmann en Jerusalén (1963).
1.3.- Influencias
Las influencias filosóficas de Arendt pasan por Sócrates, Platón y Kant; y en filosofía política por Maquiavelo y Montesquieu. Pero fundamentalmente fueron sus dos profesores quienes marcaron su filosofía: por un lado, Karl Jaspers, su director de tesis y quien la introdujo en el existencialismo moderno; y por otro, Martin Heidegger (seguramente el filósofo más importante del siglo XX), su gran referente, profesor en las prestigiosas sesiones de filosofía en la Universidad de Friburgo, amigo, amante y también su gran decepción.
Ética: La Banalidad del Mal
2.- Ética: La Banalidad del Mal
Las experiencias vividas por Arendt la llevaron a la conclusión de que los totalitarismos de distinto signo político que aparecieron en la primera mitad del siglo y el fenómeno concreto del Holocausto vivido en Alemania son acontecimientos totalmente inéditos y, por tanto, las categorías morales y jurídicas disponibles hasta el momento no son capaces de abordarlos. La ética precisa nuevas categorías. A partir del juicio de Eichmann en 1960, la filósofa va a hablar de dos categorías del mal:
- El Mal radical o absoluto: un mal desconocido hasta el momento que tiene como finalidad "hacer superfluos a los seres humanos", tanto a nivel jurídico (pierden su nacionalidad y desaparecen como personas: pierden todos sus derechos), a nivel moral (seres incapaces de distinguir entre el bien y el mal que siguen normas sin cuestionarse nada) y a nivel individual (se convierten en meros números sustituibles). Para Arendt este mal se manifiesta en la maldad, crueldad y monstruosidad a la que llevan algunas ideologías. Este mal es una forma de mal incomprendido: no somos capaces de procesarlo porque no tenemos precedentes históricos, ni legislativos ni jurídicos. No podemos castigarlo ni tampoco perdonarlo porque no se puede perdonar lo que no es punible.
- El Mal Banal: en 1961 Arendt cubrió como reportera el juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén. Esta experiencia varió sustancialmente su concepto de "mal radical" defendido hasta entonces y enuncia la teoría de la "banalidad del mal". Cuando Arendt hablaba del mal radical que atribuía a los altos cargos de los comandos nazis, pensaba en ellos como auténticos monstruos, personas sádicas y crueles que estaban fuera de la normalidad; pero después del juicio se da cuenta de que las personas causantes de tales atrocidades son personas absolutamente normales, incluso mediocres y anodinas, con las capacidades psicológicas en perfecto estado y con la conciencia bien clara de lo que hacían. Estos individuos no actuaban movidos por la maldad radical como ella había creído, sino que simplemente cumplían órdenes, actuaban como "funcionarios eficientes y excelentes" de la ley fijada por el Reich. Actuaban movidos por una profunda superficialidad, tenían perdida completamente su capacidad de juzgar y de distinguir entre el mal y el bien.
¿Por qué había pasado esto?
El Juicio: Arendt afirma que el juicio (lo que Kant denominaba el "Juicio reflexivo") es la facultad que nos permite discernir entre lo que está bien y lo que está mal, entre lo justo y lo injusto. Esta facultad de discernir es la facultad política por excelencia. El juicio es un diálogo interior con nosotros mismos, apela a nuestra conciencia y es responsable de nuestras acciones. Cuando esa facultad reflexiva desaparece, el individuo pasa a actuar siguiendo ciegamente las normas preestablecidas. Esto es lo que sucede en los totalitarismos. Es una involución en el nivel ético del ser humano. El totalitarismo ha quebrado el vínculo entre moralidad y legalidad. Las leyes deben estar fundamentadas en principios éticos, pero en el totalitarismo las leyes han transgredido todos los principios éticos. Ante estas leyes injustas e inmorales, lo correcto habría sido desobedecer, pero la desobediencia a las leyes supone un nivel de juicio reflexivo que el totalitarismo tenía anulado; así que solo un grupo de personas muy reducidas fue capaz de reflexionar y desobedecer porque entendieron que eran responsables de sus actos más allá de las leyes que los obligaban. El resto obedeció irreflexivamente y llevó a cabo auténticas atrocidades morales solo por obedecer.
Política: La Idea del Mundo
3.1.- Política: La Idea del Mundo
La idea de mundo es un concepto central en la filosofía de Arendt. Es un concepto equívoco que tiene diversas acepciones:
- Mundo como espacio público. El espacio privado es el reino de la necesidad. Se caracteriza por la oscuridad porque es el lugar en el que satisfacemos nuestras necesidades biológicas y nos refugiamos de la mirada de los demás. En este espacio satisfacemos nuestra "animalidad". Permitimos la entrada solo a personas muy cercanas. En cambio, el espacio público es el reino de la libertad. Se caracteriza por la luminosidad porque es un lugar a la vista de todos donde percibimos a los demás y somos percibidos. El espacio público es un espacio plural donde todos pueden expresarse.
- Mundo como creación artificial: así entendido, el mundo es lo contrario de la naturaleza, que es lo que viene dado. El mundo como creación tiene dos dimensiones: el espacio material creado por el ser humano a partir de su actividad (es el mundo con las cosas) y el mundo inmaterial constituido por la acción política a través del diálogo con las personas. Este es para Arendt el nivel más elevado del mundo.
El mundo es un espacio exclusivamente humano, el mundo se desarrolla entre nosotros, es mantenido por nosotros. Es un espacio artificial que se caracteriza por la pluralidad y la publicidad. El mundo es la única posibilidad de desarrollo de la condición humana: "sin humanos no hay mundo y sin mundo no hay humanos".
3.2.- El Fin de la Teoría Política de Arendt
El fin de la teoría política de Arendt es salvaguardar la acción política (es decir, salvaguardar el mundo como constructo). Pero ciertamente reconoce que pocas veces en la historia de la humanidad el "mundo", como esa construcción humana, brilló/existió (en el ágora griega, en los primeros momentos de la Revolución americana, en los comités de ciudadanos de la Revolución húngara, en la Comuna Parisina). Su apuesta es la democracia participativa, aquella en la que toda la ciudadanía se hace cargo de la situación, construye y vive. En el espacio público deben aparecer todas las propuestas de la humanidad (sin pluralidad nos convertimos en masas); por lo tanto, la verdad no existe en política porque el espacio político se construye a partir de la multiplicidad de puntos de vista.
3.3.- Totalitarismo y Sociedad de Masas
Cuando el mundo deja de cuidarse, deja de brillar, aparecen las masas. Las masas son individuos que viven unos cerca de otros pero aislados, atomizados, sin conexión, individuos que han perdido la visión del mundo. En los últimos capítulos de La Condición Humana (1958) argumenta cómo en el mundo tecnológico y consumista del siglo XX las personas han olvidado que lo único que las hace humanas es sostener la construcción del mundo y que eso se hace a través de la política. Los seres humanos centrados en satisfacer sus necesidades de consumo han olvidado los vínculos con el resto de seres humanos. Cuando el mundo desaparece y nos convertimos en masas, aparece el desierto: los seres humanos se deshumanizan y en estas circunstancias puede pasar cualquier cosa, como la aparición del mal.
La posición de Arendt es, aun así, optimista. Considera que salir del desierto es posible. Lo importante es superar los totalitarismos. Como dijo Agustín: "para que un comienzo se hiciera fue creado el ser humano".
El Pensamiento de Arendt en el Siglo XXI
4.- El Pensamiento de Arendt en el Siglo XXI
La obra de Arendt ocupa un lugar privilegiado entre los grandes del pensamiento occidental. Sus conexiones entre ética y política son una manera original de abordar las cuestiones. Según Arendt, poder y violencia son absolutamente incompatibles, ya que para que uno de ellos se realice plenamente el otro debe desaparecer. En este sentido, lo opuesto a la violencia no es la no-violencia, sino el poder que vuelve a la primera innecesaria allí donde la acción ocupa su lugar.
La violencia, con todo, no es ajena a los asuntos humanos, ni constituye un mal a erradicar debido a que expresa, en ocasiones, un sentido legítimo de justicia violentado. Pero es imposible determinar sus límites cuando se inserta en el curso de la acción. Esto es un cambio respecto a la relación poder-violencia, pues la mayoría de los pensadores de la teoría política, incluido Weber, sostienen una relación inherente entre poder y violencia. Para Arendt, en cambio, el poder surge de la acción mutua y recíproca entre seres humanos ligados por la confianza, lo que permite la puesta en escena de la felicidad pública.