Hambre en un Mundo de Abundancia: La Crisis Alimentaria del Siglo XXI

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El Uso de los Recursos en los Procesos de Desarrollo

El Sistema Alimentario Mundial a Principios del Siglo XXI: Hambre, Abundancia e Inseguridad

En 1974, durante la 1ª Conferencia Mundial sobre Alimentación, Henry Kissinger declaró: “En 1984 ningún hombre, mujer o niño se irá a dormir con hambre”. Pero no existía un plan de acción concreto para erradicar el hambre. En 1996, en la 2ª Conferencia Mundial sobre Alimentación, se reunieron delegados de 186 países y acordaron un nuevo objetivo: reducir a la mitad el número de hambrientos para el 2015 respecto a los niveles de 1990. Pero tampoco se implementó un plan concreto. A finales de 2001, la FAO reconoció que era improbable alcanzar ese objetivo debido al lento y desigual progreso.

El informe de 2006 sobre el estado de la seguridad alimentaria mundial informa que existen 854 millones de personas desnutridas (con deficiencia de calorías ingeridas), lo que denomina hambre crónica. De ellos, 845 millones se encuentran en países menos desarrollados (820 millones en países en desarrollo y 25 millones en países en transición -repúblicas ex soviéticas-), y 9 millones en países desarrollados. La desnutrición destaca en el África subsahariana, en Asia (India y Mongolia), y en el continente americano (Bolivia y América Central). El informe añade que más de 2000 millones de personas sufren malnutrición: carencias o deficiencias en nutrientes esenciales, vitaminas y minerales. Se le denomina hambre oculta y es causada por la falta de variedad en la dieta.

Frente al hambre crónica, en este mundo desigual, encontramos un grupo de 1600 millones de personas sobrealimentadas, que en muchos casos también están malnutridas, incluyendo 119 millones en Estados Unidos con sobrepeso. Este problema, tradicionalmente centrado en países desarrollados, se extiende a países menos desarrollados debido a la globalización de la comida basura, como en China, Brasil o México, donde la sobrealimentación coexiste con el hambre crónica.

La desnutrición, la malnutrición y la sobrealimentación afectan a la salud, aumentando la vulnerabilidad a enfermedades y reduciendo la esperanza de vida. La desnutrición y la malnutrición afectan al desarrollo físico y psíquico de los niños; la sobrealimentación afecta a las personas adultas. Según datos de la FAO, 30 millones de personas mueren al año por la desigualdad en la distribución de alimentos. La esperanza de vida de los niños en países pobres es de 38 años. Uno de cada siete niños en países pobres muere antes de los 5 años, un total de 6 millones por desnutrición o malnutrición.

Según el secretario general de la FAO, “en un mundo rico es un imperativo moral asegurar que todas las personas tengan el derecho a no pasar hambre”. Todos los intentos de reducir el hambre han fracasado. Nunca se habían producido tantos alimentos y, sin embargo, nunca ha habido tanta hambre. En la segunda mitad del siglo XX, la producción alimentaria se triplicó, especialmente la de cereales. La existencia de tantas personas desnutridas no se debe a la falta de alimento, sino al incremento de la desigualdad generada por la política económica neoliberal.

Las causas de la crisis alimentaria se deben a las crecientes desigualdades entre países del Norte y del Sur, provocadas por sus relaciones asimétricas. El factor determinante de la desnutrición es la pobreza generada por la falta de trabajo o el empleo precario. Para superar el problema alimentario, es necesario combatir la pobreza y promover una distribución más equitativa de los ingresos, que en la economía de mercado permite el acceso a los recursos.

Sin embargo, las políticas neoliberales proponen, como solución, incrementar la producción en los países menos desarrollados para aumentar las exportaciones, obtener divisas para pagar la deuda e importar productos. Este modelo no funciona. Por ejemplo, América Latina produce más alimentos de los que necesita, pero aproximadamente la mitad de la población está malnutrida debido a la desigual distribución de la riqueza, que impide a los más pobres acceder a los alimentos.

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