La Guerra de la Independencia Española y el nacimiento del Liberalismo

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La Guerra de la Independencia Española (1808-1814)

A la muerte de Carlos III en 1788, le sucede su hijo Carlos IV, manteniendo al conde de Floridablanca al frente del gobierno. Floridablanca fue sustituido por el conde de Aranda, cuya caída fue propiciada por la radicalización revolucionaria, llegando así al poder Manuel Godoy en noviembre de 1792.

La llegada al poder de Napoleón en Francia tuvo importantes consecuencias para España. En 1804, la flota hispano-francesa es derrotada en la batalla de Trafalgar por el almirante Nelson. Como consecuencia, Napoleón decretó el bloqueo continental sobre Inglaterra, para lo cual era necesaria la invasión de Portugal. En 1807, Francia y España firman el Tratado de Fontainebleau, que autorizaba al ejército francés a entrar en España para atacar Portugal, así como el reparto de Portugal entre Francia y España (y también a Godoy).

Los franceses atravesaron los Pirineos en febrero de 1808, siendo su presencia aceptada inicialmente por las autoridades. Sin embargo, la ocupación de puestos claves como Madrid y Barcelona provocó un creciente descontento popular. Godoy, abrumado por la invasión francesa, propuso la marcha de la familia real a Andalucía, desde donde partirían a América para organizar la resistencia. Sin embargo, esto fue impedido por el Motín de Aranjuez, que se opuso al traslado y obligó a Carlos IV a abdicar en su hijo Fernando VII.

Las Abdicaciones de Bayona y el Estatuto de Bayona

Como consecuencia de la abdicación de Carlos IV, este escribió a Napoleón reclamando su apoyo para recuperar el trono. Napoleón aprovechó la situación y reunió a Carlos y Fernando en Bayona, donde consiguió que ambos renunciaran a su favor. De esta forma, Napoleón otorgó el trono español a su hermano José I, convirtiendo a España en un estado satélite de Francia. Este episodio se conoce como las Abdicaciones de Bayona.

Para ratificar el cambio dinástico, Napoleón convocó una Junta, la cual aprobó el Estatuto de Bayona, primer texto de la Historia de España que pretendía liquidar el Antiguo Régimen.

El Levantamiento del 2 de Mayo y la Guerra de Independencia

La guerra contra la ocupación francesa se inició con el alzamiento de Madrid el 2 de mayo de 1808. La presencia de tropas francesas en Madrid alertó a la población, que se levantó de forma espontánea contra el ejército invasor. Iniciándose así la Guerra de Independencia.

Ante la inacción de la Junta de Gobierno y del Consejo de Castilla, los alzamientos se propagaron y surgieron Juntas de defensa por todo el país. Las Juntas fueron primero locales, y poco después se crearon las Juntas Provinciales. Las Juntas enviaron representantes a Aranjuez, formando la Junta Suprema Central, encargada de coordinar la lucha y dirigir el país hasta el regreso de Fernando VII, al que reconocían como rey legítimo de España.

El ejército francés, formado por 100.000 hombres, se enfrentó a un ejército español con menos hombres y peor preparado. Sin embargo, la resistencia española, que incluía tácticas de guerrilla, complicó los planes de Napoleón, obligándolo a acudir a España para dirigir personalmente las operaciones tras la derrota de los franceses en la batalla de Bailén. Esta derrota impidió la conquista de Andalucía, obligó a José I a abandonar Madrid e hizo que las tropas francesas se replegaran hacia el norte.

Napoleón dirigió la contraofensiva con 250.000 hombres, y aunque el ejército español fue derrotado en la batalla de Ocaña, la resistencia continuó, especialmente en forma de guerra de guerrillas, donde no había frentes fijos y se hostigaba al ejército francés por sorpresa. Únicamente Cádiz, con el apoyo británico, quedó fuera del dominio francés.

La Constitución de 1812 y el Retorno de Fernando VII

En 1812, la guerra de Napoleón en Rusia le obligó a retirar miles de tropas de la Península Ibérica. Gracias a esto, las tropas españolas y el ejército británico consiguieron la victoria de Arapiles en julio de 1812. Como consecuencia, José I abandonó definitivamente Madrid y Napoleón se vio obligado a firmar el Tratado de Valencay, por el que restituía la Corona a Fernando VII.

Durante la Guerra de Independencia, las Cortes de Cádiz elaboraron la Constitución de 1812, que supuso el nacimiento del constitucionalismo español. La Constitución de 1812 establecía la soberanía nacional, la separación de poderes y una amplia declaración de derechos del ciudadano. Sin embargo, Fernando VII, tras su regreso a España en 1814, derogó la Constitución y restauró el absolutismo.

El Reinado de Fernando VII y las Guerras Carlistas (1814-1833)

La muerte de Fernando VII en 1833 inició un nuevo periodo de inestabilidad en España. A su muerte, se desencadenó una guerra civil que enfrentó a los defensores de los derechos al trono de su hermano Carlos (Carlistas) y a los de su hija Isabel (Liberales). No se trató únicamente de una cuestión sucesoria, sino también de un enfrentamiento ideológico entre los carlistas, que pretendían mantener el Antiguo Régimen, y los liberales, que pretendían acabar con él.

El Carlismo

El movimiento carlista apoyaba las pretensiones al trono del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, y de sus descendientes, en contra de la línea sucesora femenina de Isabel II. El ideario carlista se basaba en:

  • La tradición política del absolutismo monárquico.
  • La restauración del poder de la Iglesia y un catolicismo excluyente.
  • La idealización del medio rural y el rechazo de la sociedad urbana e industrial.
  • La defensa de los fueros históricos de vascos, navarros y catalanes.

Los principales apoyos del carlismo fueron el clero, que percibía al liberalismo como un enemigo de la Iglesia, y una parte del pequeño campesinado, que veía amenazadas sus antiguas tradiciones. Geográficamente, el carlismo arraigó sobre todo en zonas rurales.

Las Guerras Carlistas

El movimiento carlista desencadenó tres conflictos armados en España durante el siglo XIX. La primera guerra carlista (1833-1840) fue la más violenta y dramática, con casi 200.000 muertos. Los primeros levantamientos ocurrieron a los pocos días de morir Fernando VII. La firma del Convenio de Vergara entre Maroto y Espartero en 1839 puso fin a la contienda y provocó el exilio de Don Carlos a Francia, aunque el general Cabrera continuó luchando hasta 1840.

Las principales consecuencias de la primera guerra carlista fueron:

  • La inclinación de la monarquía hacia el liberalismo.
  • El protagonismo político de los militares.
  • Los enormes gastos de la guerra, que agravaron la crisis económica.

El Reinado de Isabel II y la Consolidación del Liberalismo (1833-1868)

Durante la minoría de edad de Isabel II, su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, asumió la Regencia. El testamento de Fernando VII establecía la creación de un Consejo de gobierno para asesorar a la Regente, que estuvo presidido por Cea Bermúdez, defensor del Despotismo Ilustrado, y compuesto por absolutistas moderados.

La Regencia necesitaba ampliar apoyos para defender la causa de Isabel II frente a los carlistas. La única reforma de importancia emprendida durante este periodo fue la división territorial de España en provincias realizada por Javier de Burgos en 1833, que se oponía a los fueros y buscaba la igualdad territorial.

El Estatuto Real de 1834

En enero de 1834, el liberal moderado Martínez de la Rosa fue nombrado primer ministro con la misión de realizar la transición del Antiguo Régimen al régimen liberal. Con tal fin se promulgó el Estatuto Real, una especie de carta otorgada por la cual la monarquía dejaba de ser absoluta. El Estatuto Real establecía un sistema político basado en la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona, un sufragio censitario muy restringido y una limitación de los derechos individuales y colectivos. El Estatuto Real supone el fin del absolutismo en España, pero no satisfizo a los liberales progresistas, que deseaban una Constitución más democrática.

Los Partidos Políticos del Liberalismo

Durante el reinado de Isabel II, se consolidaron en España dos grandes partidos políticos liberales: los moderados y los progresistas.

Los Liberales Progresistas

Formados por la mediana y la pequeña burguesía, profesionales liberales y parte inferior del ejército. Defendían:

  • La soberanía nacional: el poder legislativo corresponde a las Cortes.
  • La libertad de culto.
  • El sufragio censitario, pero más amplio que el propuesto por los moderados.
  • La defensa de amplios derechos individuales y colectivos.
  • La defensa de la Milicia Nacional, un cuerpo armado ciudadano.

El Partido Demócrata surgió de una escisión del Partido Progresista durante la revolución de 1848.

Los Liberales Moderados

Formados por terratenientes, grandes comerciantes e intelectuales conservadores. Sus principales ideas eran:

a)  Partidarios de la religión católica como oficial del estado. b)  Sufragio censitario muy restringido c)  Se arrincona el principio de Soberanía Nacional, en favor de la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona. e)  Limitación de derechos colectivos.

UNIÓN LIBERAL

La inestabilidad política, la conflictividad social y la subida de los precios provocaron una crisis en el gobierno, por lo que O’Donnell sustituyó a Espartero como jefe de gobierno.

La principal preocupación de los jefes de gobiernos liberales era restaurar el orden, basándose en una alternancia política entre los moderados de Narváez y la Unión Liberal de O’Donnell. Uno de los pilares de la Unión liberal fue la política exterior.

En 1863, el gobierno de los unionistas fue incapaz de afrontar la oposición y hacer frente a la crisis económica. O’Donnell presenta su dimisión y la reina entrega el poder a los moderados. Hasta 1868, los moderados gobiernan de forma autoritaria.

En agosto de 1866, las fuerzas de oposición promueven la firma del Pacto de Ostende, que pretende acabar con el régimen y con la monarquía. Las muertes de O’Donnell y Narváez en 1867 y 1868 dejan a la reina sin sus principales apoyos. El gobierno quedará en manos de González Bravo, y esto hace que se genere un contexto favorable a la revolución.

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