La Guerra Civil Española: Sublevación, Bandos y Dimensión Internacional
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La Guerra Civil Española
Sublevación, Bandos en Conflicto y Dimensión Internacional
La Guerra Civil Española (1936-1939) constituyó el hecho más salientable y trágico de la historia de España en el siglo XX. En esta guerra se concentraron muchos de los problemas que la sociedad española venía arrastrando desde el inicio de las revoluciones liberales del siglo XIX. El enfrentamiento entre los grupos tradicionalmente dominantes y las clases populares llegó a un punto crítico durante la Segunda República y culminó en la Guerra Civil. Pero la guerra también fue el resultado del contexto político de los años 30 con el ascenso del fascismo y del nazismo.
La Segunda República y el Inicio del Conflicto
Para comprender el inicio del conflicto es necesario hablar antes de la Segunda República (1931-1936). El régimen republicano se mostraba como una oportunidad para democratizar y modernizar el Estado, pero la falta de tradición democrática, la conflictividad social, la lentitud de las reformas y la oposición de los grupos conservadores condujeron a la inestabilidad política. Tras el triunfo de la coalición de izquierdas del Frente Popular en las elecciones de 1936, las fuerzas opositoras y enemigas de la República decidieron alzarse en armas contra ella.
La sublevación se inició el 17 de julio en Melilla, donde las tropas de la Legión dominaron rápidamente la situación en Marruecos. En la Península, los militares conjurados intentaron hacerse con el poder. En algunos casos triunfaron (Pamplona, Sevilla, Valladolid, Burgos, Zaragoza, Mallorca...), pero en otros las fuerzas republicanas lograron resistir (Barcelona, Madrid, Valencia, Oviedo). En Galicia, la sublevación militar se inició el día 20 y, tras breves enfrentamientos en las ciudades, los sublevados se hicieron con el control del territorio.
El presidente Santiago Casares Quiroga decretó el cese de los sublevados y la disolución de los cuerpos militares que los apoyasen o estuviesen bajo su mando, pero estas medidas tuvieron un efecto negativo: la República quedó con un ejército muy reducido. Además, no quiso entregar armas al pueblo por miedo a que las fuerzas obreras no tardasen en iniciar una revolución. Tras la dimisión de Casares Quiroga, Manuel Azaña formó un gobierno presidido por Diego Martínez Barrio que fracasó en su intento de negociación con los militares rebeldes. Finalmente, Azaña nombró a José Giral presidente del nuevo Gobierno, que decidió entregar armas a las organizaciones proletarias, aún con el riesgo de que estas impusieran la revolución.
Bandos en Conflicto
Con el inicio del conflicto, fuerzas políticas, económicas y sociales tuvieron que posicionarse a favor de uno de los bandos, repitiendo la confrontación de las elecciones de febrero de 1936. A favor de los sublevados estaban las masas católicas y conservadoras (CEDA, monárquicos, carlistas, falangistas) y los pequeños y medianos propietarios agrícolas. En contra de los sublevados luchaban los grupos que mayoritariamente habían votado al Frente Popular: los obreros, los jornaleros del sur de la Península y la pequeña burguesía urbana. La Iglesia Católica cooperó y apoyó el alzamiento; lo calificó como una cruzada contra el comunismo en defensa de la fe católica, la tradición y el orden social.
Dimensión Internacional de la Guerra
En el ámbito internacional, la Guerra Civil rápidamente tuvo un fuerte calado ideológico y condicionó las relaciones entre las potencias. La opinión internacional creyó desde el comienzo del conflicto que en España se daba, al igual que en toda Europa, una lucha a muerte entre el fascismo y la democracia. Incluso algunos consideraron que el conflicto era más decisivo: entre fascismo, democracia y comunismo. Se creyó entonces que en España se estaba produciendo un enfrentamiento armado que muchos temían a escala mundial.
Sin embargo, muchos historiadores señalan que la Guerra Civil fue más bien un enfrentamiento armado propiamente español entre los viejos grupos dominantes de la España de la Restauración, con el ejército como instrumento, frente a los grupos emergentes (obreros y burgueses) que querían establecer con la II República un sistema político democrático y social. Las reformas llevadas a cabo durante el período republicano atentaban contra los intereses de las clases privilegiadas, que creyeron que se avecinaba una revolución y optaron por el abandono de la vía legal y parlamentaria, decantándose por el golpe de Estado.
Intervención Extranjera
El conflicto español originó implicaciones internacionales inmediatas, ya que ambos bandos pidieron rápidamente ayuda en material bélico. Las tensiones ideológicas y políticas de los años treinta mantenían un equilibrio muy precario entre las grandes potencias, y la existencia de un determinado tipo de gobierno en España podía alterarlo. Para evitar que la guerra española se convirtiese en un conflicto internacional, las principales naciones europeas acordaron en Londres no intervenir y constituir un Comité de No Intervención. Estos acuerdos implicaban la prohibición de enviar hombres y armas a ninguno de los dos bandos.
Sin embargo, Italia y Alemania no cumplieron lo pactado y prestaron, desde el primer momento, ayuda a los militares sublevados. Ante esta situación, el Comité de No Intervención se declaró incompetente para obligar al cumplimiento de lo pactado. Las potencias fascistas intervinieron en el conflicto apoyando a los sublevados por una mezcla de motivos ideológicos y políticos. Alemania prestó un importante apoyo en efectivos militares, como la Legión Cóndor, que fue decisiva para el bombardeo de posiciones republicanas (Guernica). A cambio de esa ayuda, Franco, al final de la guerra, concedería la explotación de materias primas. Italia apoyó con material bélico y efectivos militares, como los Camisas Negras.
La República contó con el escaso apoyo de las principales democracias occidentales y de la URSS; en conjunto, fue una ayuda desigual y sin continuidad, lo que benefició al bando sublevado. El Gobierno del Frente Popular francés ayudó a la República española, pero tras la firma del Comité de No Intervención, la ayuda pasó a tener carácter particular. Gran Bretaña temía un conflicto internacional, por lo que fue la máxima defensora del Comité de No Intervención. México, con un gobierno muy afín a la República, fue uno de los países de acogida de los exiliados republicanos. La Unión Soviética, dirigida por Stalin, manifestó inicialmente una actitud de prudencia. La posibilidad de un triunfo republicano y la sovietización del país podían ser mal vistos en el panorama internacional. La definitiva ayuda llegó tras la verificación de la ayuda alemana e italiana a los sublevados. La ayuda soviética se concretó en armas, víveres y especialistas, así como la acogida masiva de niños de familias republicanas (los niños de la guerra).
Brigadas Internacionales
El escaso apoyo a la República no impidió que, a nivel internacional, las organizaciones obreras y sindicales enviaran ayudas de todo tipo. Muchos hombres y mujeres llegaron a España, ya desde octubre de 1936, procedentes de diversos países para combatir en favor de la República, estimulados por la Internacional Comunista. Muchos de estos voluntarios formaron las Brigadas Internacionales, que tuvieron un destacado papel, tanto en la defensa de Madrid como en el fortalecimiento de la moral del bando republicano. El desgaste de la guerra y la presión internacional (Comité de No Intervención) forzaron la retirada de estos voluntarios.
Desarrollo de la Guerra
En cuanto al desarrollo de la guerra, se distinguen varias fases determinadas, básicamente, por las acciones estratégicas y ofensivas del bando nacional frente a la estrategia predominantemente defensiva de los republicanos. En la primera fase se desarrolla la guerra de columnas, en la que el ejército del bando republicano estaba desarticulado, por lo que la defensa se organizó en diversas columnas (como la columna Durruti). La estrategia nacional tenía como objetivo la toma de Madrid desde el norte con Emilio Mola y desde el sur con el ejército africano comandado por Franco, que en su camino tomó Badajoz y Toledo.
La lucha por Madrid se inició en noviembre de 1936 y su conquista era clave para los sublevados. El gobierno republicano se trasladó a Valencia y la defensa de la ciudad recayó en una Junta de Defensa dirigida por el general José Miaja y en Vicente Rojo como Jefe del Estado Mayor. Tras las batallas de la carretera de La Coruña, del Jarama y de Guadalajara, y con la ayuda de las Brigadas Internacionales, la capital resistió. Ante las dificultades en la conquista de Madrid y la perspectiva de una guerra larga, Franco decidió concentrar todos sus esfuerzos en la conquista del norte republicano (rica zona industrial y minera). En la campaña del norte destacaron la toma de Bilbao y el bombardeo de Guernica llevado a cabo por la Legión Cóndor alemana.
Con el norte peninsular tomado por los sublevados, el ejército republicano, más organizado y contando con la ayuda soviética, lanzó una serie de ofensivas (Teruel) que fracasaron, dividiendo la zona republicana en dos partes. Ante esta situación, los republicanos realizaron un nuevo esfuerzo ofensivo en la batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938), una de las más largas y duras de la guerra, que terminó con el triunfo del bando nacional. Tras la victoria del Ebro, el ejército de Franco desencadenó una serie de ofensivas sobre Cataluña. Mientras, en la zona republicana surgieron fuertes enfrentamientos sobre la estrategia a seguir: una solución negociada y los partidarios de resistir a toda costa. El 28 de marzo, las tropas de Franco entraron en Madrid, mientras miles de personas huían hacia Alicante intentando salir de España en barco. El 1 de abril de 1939, Franco firmó el último parte de guerra.
Evolución Política de los Bandos
El Bando Republicano
Un problema al que tuvo que hacer frente la República desde la sublevación militar fue la fragmentación de su poder. La desorganización de las instituciones provocada por la sublevación militar, junto con la distribución de armas al pueblo, originó una importante disminución de la autoridad y del poder del gobierno y el Estado republicano. El poder del Gobierno republicano se fragmentó; surgieron comités locales dominados por los partidos y sindicatos de izquierda que se hicieron con el poder, garantizaron el orden público y controlaron las actividades económicas.
Tras el fracaso del gobierno de José Giral, se formó un nuevo gobierno presidido por el socialista Francisco Largo Caballero. En su Gobierno entraron a formar parte republicanos de izquierda, socialistas, comunistas y, desde noviembre, también anarquistas. Uno de sus objetivos fue la intervención económica del Estado mediante los Comités Directivos y la reorganización de la industria. Pero las tensiones entre los distintos partidos y sus objetivos dificultaron el correcto funcionamiento del gobierno. El PCE y un sector del PSOE defendían que primero se debía ganar la guerra, como garantía para poder hacer después la revolución; esto significaba organización, la centralización del poder en el mando, el respeto a la propiedad privada y la colaboración con todas las fuerzas republicanas. El POUM y sectores de la CNT y la FAI defendían que, si no se hacía la revolución, era imposible ganar la guerra, lo que significaba realizar previamente la colectivización de las tierras y las fábricas. Las tensiones entre las fuerzas políticas y sindicales fueron en aumento y, en mayo de 1937, el enfrentamiento tuvo carácter bélico en las calles de Barcelona, lo que provocó una profunda crisis en el Gobierno y la dimisión de Largo Caballero.
El último gobierno republicano estuvo presidido por Juan Negrín y estaba apoyado fundamentalmente por los comunistas, que se habían convertido, gracias a su disciplina y control del ejército, en la principal fuerza de izquierdas. El reforzamiento de la autoridad gubernamental y la coordinación militar permitió realizar las grandes ofensivas republicanas de Teruel y del Ebro. El Gobierno de Negrín elaboró un plan económico y social que coordinara y planificara la economía bajo la dirección de un Consejo Nacional de Economía.
El Bando Nacional
A diferencia de lo que sucedía en el bando republicano, en la zona nacional se produjo la progresiva configuración e institucionalización de un régimen dictatorial bajo la autoridad suprema de Franco. La evolución militar y política de la zona nacional no es tan compleja como la de la zona republicana, ya que desde el comienzo contó con una fuerza aglutinante: el ejército. Los militares sublevados crearon la Junta de Defensa Nacional en Burgos, el primer órgano de mando de los sublevados. Una serie de factores favorecieron que Franco fuese concentrando el poder en su persona (la muerte de José Sanjurjo, de Ramón Serrano Súñer y de Emilio Mola). Tras la propuesta de la Junta de formar un mando único para conseguir una jefatura militar más eficiente durante la guerra, el candidato elegido fue Franco.
En enero de 1938, Franco organizó el primer Gobierno del nuevo Estado nacional basado en la autoridad, jerarquía y orden. Estos principios se recogían del ideario de Falange y daban satisfacción a los deseos del ejército, de buena parte de las clases medias, de la Iglesia y de los partidarios de extrema derecha. Tras la supresión de todas las fuerzas políticas republicanas, el general Franco, jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, se convirtió, además, en jefe del movimiento político organizado a partir de FE-JONS (Falange Española Tradicionalista y de las JONS). Sin embargo, el proceso de unificación política no estuvo exento de dificultades y protestas desde Falange. Los monárquicos y los tradicionalistas también rechazaron la fusión, porque la consideraban un golpe de Estado de signo totalitario. Sin embargo, todas estas fuerzas políticas acabaron por asumir la unificación. Paralelamente al proceso de configuración del régimen y de las victorias militares, el Gobierno de Franco fue organizando la contrarrevolución en el terreno socioeconómico. La legislación sobre este tema fue abundante y se completaría tras la guerra.
El Fin de la Guerra y el Inicio de la Dictadura
El 1 de abril de 1939 finalizaba la Guerra Civil y se abría una larga dictadura. Durante casi cuarenta años se mantuvo una férrea dictadura que fue evolucionando y se adaptó a las diversas coyunturas.