La Guerra de los Treinta Años (1618-1648): Un Conflicto Transformador en Europa
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En 1608, las tensiones religiosas y políticas en el Sacro Imperio Romano Germánico llevaron a la formación de dos grandes bloques: la Santa Liga (liderada por el rey de Baviera, de confesión católica) y la Liga Evangélica (liderada por el príncipe de Pfalz, de confesión protestante).
La Revuelta de Bohemia: El Inicio del Conflicto
Los estados de la Casa de Austria y Bohemia se alzaron contra Matías I, quien pretendía imponer el catolicismo como religión de Estado. Este descontento culminó en la famosa Defenestración de Praga. Tras la muerte de Matías I, le sucedió el ultracatólico Fernando II, cuyo objetivo era un imperio alemán unificado bajo la fe católica. Este propósito provocó que checos y húngaros se alzaran contra él, aliándose con la Liga Evangélica. En respuesta, Fernando II se alió con los españoles, y las fuerzas checas fueron derrotadas decisivamente en la Batalla de la Montaña Blanca (1620).
Intervención Danesa: La Expansión del Conflicto
Los daneses, emparentados con Enrique de Pfalz, prestaron apoyo a Bohemia[1] y se enfrentaron a las fuerzas imperiales y españolas. Sin embargo, fueron derrotados por estas últimas en 1626, lo que debilitó la causa protestante en el norte de Europa.
Intervención Sueca: El Giro de la Guerra
Con el objetivo de debilitar a la Casa de Austria, Francia financió a Gustavo Adolfo de Suecia para que se enfrentara a los imperiales[2]. Los suecos, bajo el liderazgo de Gustavo Adolfo, obtuvieron varias victorias significativas. Sin embargo, tras la muerte de Gustavo Adolfo, las fuerzas suecas sufrieron una contundente derrota en la Batalla de Nördlingen (1634), a pesar de la habilidad estratégica de generales imperiales como Wallenstein[3].
Intervención Francesa: La Fase Final y la Paz
Ya sin aliados directos fuertes, el cardenal Richelieu, primer ministro de Francia, declaró la guerra a España y al Sacro Imperio Romano Germánico en 1636. Ante la necesidad de financiar el conflicto, el Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV de España, ideó un nuevo sistema de recaudación[4]. España sufrió una derrota significativa en 1643. Aunque Richelieu había fallecido en 1642, las negociaciones continuaron, culminando en la Paz de Westfalia (1648), que puso fin a la Guerra de los Treinta Años para la mayoría de los contendientes.
A pesar de ello, la guerra entre Francia y España se prolongó unos cuantos años más, con Cataluña como uno de los principales motivos de disputa. Afortunadamente para España, en 1648 estalló en Francia una revuelta conocida como La Fronda[5], lo que les permitió expulsar a las tropas francesas de Cataluña. En 1659 se firmó la Paz de los Pirineos, que puso fin definitivo al conflicto hispano-francés. Tras esto, Francia obtuvo la hegemonía de Europa durante el reinado de Luis XIV, marcando un nuevo equilibrio de poder en el continente.
Notas al pie
- El objetivo era crear una unión protestante en el norte.
- Los suecos contaban con una artillería poderosa.
- Un complot orquestado por Richelieu causaría que el emperador acabara envenenando a Wallenstein.
- Cataluña se negó a aceptarlo y por ese motivo se abrió un frente por el Rosellón, obligando a los catalanes a participar en la guerra defendiéndose (si no pagan, que maten gabachos). Esto causaría la Guerra dels Segadors.
- La nobleza de espada (tradicional) se alzó contra el gobierno de regencia de Ana de Austria, pues la oficialización de la guerra y la introducción de los magistrados (nobleza de toga) en los altos cargos estaba debilitándolos, pues ya los linajes carecían de sentido en ese nuevo modelo de Estado.