Grandes Hitos de la Historia de España: Reinos, Expulsiones y el Legado Americano

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La Monarquía Visigoda: Leovigildo y Recaredo

La debilidad del Imperio Romano en el siglo IV d. C. llevó a la invasión de diversos pueblos germánicos (suevos, vándalos y alanos) en Hispania. Ello propició que Roma firmara un pacto en el 418 con los visigodos para que expulsaran a los vándalos de Hispania.

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476, los visigodos fundaron un reino en el sur de la Galia, donde se instalaron tras la derrota de los francos, con capital en Toledo.

Del Bajo Imperio Romano heredaron la tradición de una sociedad ruralizada, realizando una división territorial administrativa y una estructuración social basada en el colonato. Incorporaron la monarquía electiva, el Aula Regia, la organización de los Concilios de Toledo y el cristianismo arrianista.

A finales del siglo VI, Leovigildo fortaleció la monarquía visigoda y completó el dominio peninsular. Para uniformar la población del reino, permitió el matrimonio mixto entre visigodos e hispanorromanos, además del acceso de estos a la administración.

En el III Concilio de Toledo (589), el rey Recaredo (hijo de Leovigildo) convirtió el catolicismo en religión oficial. Además, la Iglesia sacralizó la figura del monarca y los Concilios de Toledo marcaron la unión entre la Iglesia y la Corona.

Almorávides y Almohades en la Península Ibérica

En el año 1031, el Califato se separó en diferentes reinos de Taifas, lo que permitió una rápida expansión de los reinos cristianos sobre ellos. La conquista de la Taifa de Toledo por Alfonso VI en 1085 provocó la intervención de los almorávides, una tribu guerrera formada en el norte de África que consiguió frenar el avance cristiano en la Batalla de Zalaca (1086), reunificando los territorios andalusíes e incorporándolos a su imperio. Pero las dificultades existentes para el control de su poder en el Norte de África, la escasa popularidad entre la población andalusí (fruto de una estricta aplicación de la ley islámica) y la expansión cristiana llevaron a su hundimiento hacia el 1147 y a una división territorial de Al-Ándalus en los segundos reinos de Taifas.

A finales del siglo XII, los almohades, un pueblo bereber que terminó con el dominio almorávide en el Norte de África, unificaron nuevamente Al-Ándalus e hicieron frente a los cristianos en la Batalla de Alarcos de 1195. Los reinos cristianos, dirigidos por Alfonso VIII, vencieron en la Batalla de las Navas de Tolosa (Jaén, 1212), produciéndose una nueva división territorial en reinos de Taifas, donde el Reino Nazarí de Granada se convirtió en el último refugio del islam en la Península Ibérica hasta que fue tomado por los Reyes Católicos en 1492.

Expulsión de Judíos (1492) y Moriscos (1609)

El proyecto político de los Reyes Católicos de dar cohesión social a sus reinos comenzó en 1478 con la creación del Tribunal de la Inquisición (encargado de luchar contra la herejía) y alcanzó su máxima expresión en 1492 con la expulsión de judíos y musulmanes, logrando así que todos sus súbditos profesaran una misma fe. El decreto de expulsión daba cuatro meses de plazo si no accedían a bautizarse. Una parte mayoritaria de los judíos se exilió (cabe mencionar los frecuentes pogromos desde finales del siglo XIV).

La mayoría de la población musulmana decidió convertirse al cristianismo, pasando a denominarse moriscos. Estos conversos formaron el grupo de los cristianos nuevos, que sería objeto de desconfianza y discriminación durante la mayor parte del Antiguo Régimen, frente a los cristianos viejos. Las consecuencias de la expulsión repercutieron en la demografía y la economía, ya que muchos se dedicaban a actividades comerciales, artesanales y profesiones liberales como la banca o la medicina. La población morisca conservó sus costumbres y elementos culturales, protagonizando sucesivas revueltas (como la rebelión de las Alpujarras de 1568) que provocaron desconfianza generalizada hacia los moriscos (se creía que colaboraban con los turcos o con la piratería berberisca del Mediterráneo). Así, en 1609, Lerma, valido de Felipe III, decretó la expulsión de los moriscos, coincidiendo con la firma de la Tregua de los Doce Años. La expulsión de más de 300.000 moriscos tuvo importantes consecuencias, sobre todo en territorios valencianos: grandes regiones quedaron despobladas, hubo abandono de los campos de cultivo y se perdió una importante mano de obra agraria vinculada a los regadíos levantinos y del Ebro.

Conquista y Colonización de América: Las Leyes de Indias

La vocación atlántica de las Coronas de Castilla y Portugal desde la segunda mitad del siglo XIII dio paso a la Era de los Descubrimientos, cuyo máximo exponente fue el descubrimiento de América en 1492. El Tratado de Tordesillas (1494) dividió el mundo en dos zonas de influencia para España y Portugal.

En pocos años se descubrió y conquistó casi la totalidad del continente de la mano de expediciones de descubrimiento y conquista: en primer lugar, las Antillas y, posteriormente, la América continental. Destacan las conquistas de Hernán Cortés sobre el Imperio Azteca y Francisco Pizarro sobre el Imperio Inca. Dichas expediciones contaban con la supervisión y control de la Corona española.

La rápida conquista se debió a factores como la debilidad y división de las culturas indígenas, el impacto de las enfermedades importadas desde Europa y la posibilidad de medrar, entre muchos otros factores. Desde 1550 y hasta el siglo XVII, se dio una tercera etapa de conquistas tardías y aisladas en el tiempo.

La legislación reguló desde un primer momento los descubrimientos, conquistas y administración del territorio, siendo la Casa de Contratación y el Consejo de Indias los principales ejes de control desde la metrópoli. En América se crearon instituciones como el virreinato, la gobernación, el cabildo, la audiencia y el corregimiento.

La explotación del vasto territorio se realizó mediante sistemas como la encomienda, el repartimiento, la mita y el trabajo semivoluntario.

En la defensa de los indígenas destacó Fray Bartolomé de las Casas y la promulgación de las Leyes de Burgos (1512), que regularon el sistema de las encomiendas y el reparto de indígenas, y las Leyes Nuevas (1542), que prohibieron la explotación de los indígenas.

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